En 2015 se vendieron más de mil 900 millones de smartphones, tabletas y portátiles en todo el mundo. En una sociedad cada vez más digitalizada, el papel y el bolígrafo van perdiendo su espacio.
Carlota sujeta fuerte el bolígrafo. Es consciente de que hoy ha pasado del lápiz al boli que usan los adultos y no pregunta por qué. Ella sabe que, a sus cuatro años, ya es mayor y se afana por mostrar a sus padres las letras que ha aprendido en el colegio. En un pequeño cuaderno va dibujando vocales, sin levantar el bolígrafo del papel, apretando con fuerza.
“Le encanta escribir. Se pasa el día escribiendo y pintando. En el cuarto de juegos tiene una pizarra y le gusta mucho. En cuanto aprende una letra se pasa horas haciéndola”, nos cuenta Paola, su madre. En casa también tienen una tableta electrónica, que la niña y su hermano Jon, de dos años, saben usar con soltura.
En el colegio de Carlota no utilizan estos dispositivos. Sus padres tuvieron que elegir entre matricularla en un centro con un programa educativo fuertemente digital, con 28-30 alumnos por clase –la ratio más alta–, o al que asiste ahora, donde se prima la escritura a mano y las aulas no están tan masificadas. “Lo que no puedes hacer es negarte a la evolución. Los niños tendrán que saber usar las tabletas”, reconoce Santiago, el padre. Por eso, Carlota y Jon juegan con ellas en casa siempre que quieren.
El proceso de aprendizaje de escritura y el de lectura están fuertemente relacionados. Primero, los niños empiezan escribiendo las vocales en letra cursiva –los caracteres conservan todos sus ‘rabitos’ y se forman sin levantar el lápiz del papel–. Después, pasan a las consonantes y luego, comienzan a leer.
Un proceso que, en países como Finlandia, está cambiando. Desde agosto de este año, la escritura de tipo cursiva será optativa. Sí será obligatoria la manual de tipo imprenta, que son las letras tal y como aparecen en los teclados. Además, aprender a escribir con un dispositivo electrónico pasará a ser una asignatura obligatoria desde el primer año de colegio.
“La escritura a mano no debería excluirse de los planes de estudio, pero es cierto que la cursiva es una práctica bastante antigua y que hoy en día no se utiliza”, explica a Sinc Dieter Van Thienen, investigador del departamento de Informática de la Universidad Vrije de Bruselas (Bélgica). Desde su punto de vista, es una decisión acertada por parte de Finlandia sacar la enseñanza cursiva del plan obligatorio, siempre y cuando se mantengan las habilidades de escritura manual de los niños.
En cuanto a enseñarles a teclear para reforzar sus destrezas digitales, Van Thienen se muestra completamente de acuerdo. “La comunicación escrita hoy en día se hace usando un teclado”, destaca. Y las cifras lo demuestran: el año pasado se vendieron más de 1.900 millones de smartphones, tabletas y ordenadores portátiles en todo el mundo, según datos de la consultora IDC.
Distintas áreas cerebrales
Otros científicos muestran sus dudas ante esta medida de las autoridades finlandesas. Aunque la mayoría de los expertos consultados están de acuerdo en que enseñar a escribir con un dispositivo digital es algo positivo para los menores, algunos ven perjudicial que la cursiva sea optativa y pueda desaparecer.
“Es importante para el desarrollo cognitivo”, afirma Donghee Shin, profesor en la Universidad Sungkyunkwan de Corea del Sur. Pero lo cierto es que no existen estudios científicos que demuestren los beneficios de este tipo de escritura frente a la de imprenta. Solo uno de 1929 donde se describe a la cursiva como “más legible para los negocios y las necesidades sociales”, algo obsoleto en el siglo XXI.
Sí son numerosos los trabajos que comparan la escritura manual con la digital, especialmente desde el punto de vista neurológico. Karin Harman James, investigadora del departamento de Ciencias Cerebrales y Psicológicas de la Universidad de Indiana (EE UU), es una de las mayores expertas en este ámbito. “Escribir a mano es importante para el aprendizaje temprano de las letras, así que espero que los sistemas educativos mantengan algún tipo de escritura de este tipo”, comenta a Sinc.
En uno de sus estudios analizó con imágenes de resonancia magnética funcionales qué regiones cerebrales se activaban en niños de cinco años al ver diferentes letras y formas que previamente habían memorizado por tres métodos distintos: escribiéndolas a mano, dibujándolas o con un teclado.
Los resultados revelaron que aquellos niños que las habían aprendido a mano empleaban más tres áreas del hemisferio izquierdo –el giro fusiforme izquierdo, el giro frontal inferior izquierdo y el córtex del cíngulo anterior– que los del teclado. En comparación con los dibujos, la escritura a mano requería también más actividad en el córtex parietal posterior y en el giro fusiforme izquierdo.
Todas estas regiones están involucradas en el proceso de aprendizaje de lectura y escritura. “Tras escribir a mano, el cerebro activa la red que usa para leer y escribir”, confirman los autores en el trabajo. Los resultados reflejaron que facilita la percepción de las letras y es importante para su procesamiento cerebral.
Los ordenadores y el dolor muscular
Junto a las diferencias cognitivas están las motoras. “La escritura a mano requiere acciones motoras más complejas que teclear, puesto que cada letra se forma con una combinación de diferentes técnicas que conforman una secuencia única, mientras que con un teclado se produce simplemente apretando una tecla”, compara Robert Wiley, investigador del departamento de Ciencia Cognitiva de la Universidad Johns Hopkins (EE UU).
Los músculos que utilizamos en ambas acciones son muy diferentes. La escritura a mano está controlada principalmente por los músculos que activan la articulación de la muñeca, y también tienen peso los que controlan los dedos para sujetar el bolígrafo. Cuando tecleamos, la fuerza muscular de los dedos es mucho mayor.
“Se utilizan diferentes patrones de activación musculares, principalmente, porque la escritura con teclado es una actividad bilateral, de forma que ambas manos forman parte del proceso, frente a la actividad unilateral que supone escribir con un bolígrafo”, indica a Sinc Sigal Portnoy, directora del laboratorio de Rehabilitación y Función Motora de la Universidad de Tel-Aviv (Israel).
¿La hegemonía actual de las teclas frente al lápiz perjudicará de alguna forma al sistema muscular relacionado con la escritura? Portnoy admite que, de momento, no existen estudios al respecto. Sí que se ha asociado teclear con trastornos musculoesqueléticos, como el dolor en las articulaciones pero, en su opinión, se debe a las largas horas que pasamos delante de un ordenador en el entorno laboral.
“Hoy encontramos, guardamos, analizamos y visualizamos todos los datos en el ordenador, de modo que el trabajo de oficina de hace solo unas décadas, que consistía en abrir cartas, tener carpetas físicas, armarios y otros útiles de oficina, se ha sustituido por un teclado y un ratón”, resume la experta. Utilizar siempre los mismos músculos relacionados con el ordenador provoca que estos no descansen y se resientan, sobre todo las articulaciones.
De las tablillas a las tabletas
Pero más allá de diferencias entre una y otra escritura, la gran pregunta que subyace en este contexto digital es si a base de teclear se nos va a olvidar cómo se escribe con un lápiz y un papel. La opinión de los expertos es unánime: dependerá de si lo seguimos practicando y, sobre todo, de si sigue enseñando en los colegios.
“Si no se enseña y no se utiliza en las escuelas, desaparecerá con el paso del tiempo”, pronostica Jeff Cain, director de Tecnología Educativa en la Escuela de Farmacia de la Universidad de Kentucky (EEUU). A su juicio, dentro de solo unas décadas, se olvidará la escritura cursiva tradicional, que ya está atravesando un profundo declive. Las consecuencias culturales que acarreará van más allá de perder un tipo de escritura. “Es triste pensar que muchos de los grandes textos de la historia tendrán que convertirse a formatos regulares (de imprenta) para que la gente pueda leerlos”, se lamenta.
Desde que hace 6.000 años, en Mesopotamia, se desarrolló el sistema de escritura, el ser humano no ha parado de trazar grafías en cientos de alfabetos y soportes, como piedras, barro, hojas, láminas, tablillas de madera, pieles, papiros, pergaminos, lienzo y papel. ¿La llegada del ordenador terminará con esta evolución antropológica?
“La máquina de escribir se creó en 1872 por el inventor norteamericano Christopher Soles, lo que significa que solo llevamos usando el teclado unos 140 años”, recuerda a Sinc Yuichi Higashiyama, investigador de la Escuela de Medicina de la Universidad Yokohama City (Japón). “Se supone que nuestro cerebro no puede evolucionar y cambiar drásticamente en un período tan corto de tiempo”, opina.
La mano, más rápida que las teclas
Tampoco las tecnologías son, hoy por hoy, tan perfectas como para que prefiramos siempre un teclado a un papel y un bolígrafo. Los expertos recuerdan que sigue siendo más rápido y más flexible escribir algo en un trozo de papel que con un teclado. “No puedo imaginarme que la escritura a mano deje de ser una opción, a menos que los medios digitales con los que introducimos datos sean mucho más fáciles de utilizar y preservar”, señala a Sinc Amanda Smith, codirectora del laboratorio Software Usability Research en la Universidad Estatal de Wichita (EE UU).
Un estudio que codirigió refleja las dificultades de escribir en un smartphone utilizando el dedo, tanto para adolescentes y jóvenes, como para gente mayor. Algo similar ocurre cuando nos piden que firmemos con el dedo al comprar con tarjeta de crédito: la firma suele parecerse muy poco a la original.
En el estudio de Smith, el dispositivo no reconocía bien la escritura en pantalla porque confundía los trazos de unas letras con otras similares. El problema se agudizaba con los participantes cuyos dedos sudaban más de lo normal. Sin embargo, escribir de forma táctil puede resultar útil para quienes sufren un trastorno motor y no son capaces de sujetar un bolígrafo.
Aunque los beneficios de la era digital son innegables, olvidar la escritura a mano perjudicaría el aprendizaje infantil. “Sería negativo para los niños porque aprenderían peor el alfabeto, de forma más lenta y menos completa, y eso afectaría a su capacidad lectora”, advierte Wiley, que ve consecuencias a nivel cerebral para las nuevas generaciones.
Pero esa situación solo se daría si desaparecieran de los colegios los rotuladores, los lapiceros y los sacapuntas, algo que, a corto plazo, no parece que vaya a suceder. Los especialistas recalcan que la escritura tradicional y la digital no son excluyentes en ningún caso y que deben ir de la mano.
Ajena a este debate, Carlota ha conseguido trazar la “i” minúscula con su punto sin confundirse y la muestra con una sonrisa de satisfacción. A su lado, entre suspiros, su hermano de dos años juega con la tableta. Se le resiste el puzle de la ballena azul. Carlota deja el bolígrafo y le ayuda. Por algo es la mayor; ya sabe escribir con boli.
Fuente: SINC