Un equipo de investigadores de la Universidad de Santiago de Compostela, la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid (España) y la Universidad de Gales (Reino Unido) ha combinado técnicas dendrocronológicas –centradas en el estudio de los anillos de crecimiento anual de los árboles- y depósitos documentales para reconstruir una parte desconocida de la historia de la catedral de Segovia a través de las maderas que conforman sus cubiertas.
El origen del trabajo se encuentra en 2014, con motivo de la restauración de la cubierta de la nave central de la catedral. La empresa encargada de los trabajos contactó con el Departamento de Botánica de la Universidad de Santiago de Compostela para consultar la posibilidad de datar las maderas de la cubierta. En aquel momento, la dendrocronóloga Marta Domínguez Delmás, experta en la datación de maderas históricas –una disciplina que se conoce como dendroarqueología-, se encontraba en aquel Departamento con un contrato Marie Curie en el marco de un proyecto europeo llamado ForSEAdiscovery, centrado en el estudio de la madera como recurso en la Edad Moderna.
“El estudio de las cubiertas de la Catedral de Segovia podía englobarse en el marco de los trabajos que realizábamos en este proyecto, así que accedimos a realizar la investigación dendrocronológica de la nave central, y posteriormente, en 2016, también de la cubierta de la antigua sacristía”, recuerda en palabras recogidas por DiCYT Marta Domínguez Delmás, quien subraya que la madera de las cubiertas de las construcciones históricas “contiene información muy valiosa de diversa índole”.
Los investigadores han tratado de resolver algunas incógnitas que rodeaban la historia de la Catedral, por ejemplo, si las maderas actuales de la cubierta de la nave central forman parte de la estructura original del siglo XVI, o si el incendio ocurrido en septiembre de 1614 arrasó toda la cubierta. Asimismo, se propusieron determinar cómo afectó el terremoto de Lisboa de 1755 a la estructura de la cubierta y esclarecer la cronología de la antigua sacristía.
“Combinamos el estudio dendrocronológico de las maderas de las cubiertas de la nave central y la antigua sacristía con la investigación en los libros de cuentas de la catedral, en los que esperábamos encontrar las fechas en las que se compró la madera para construir y reparar las cubiertas”, recuerda la investigadora.
A través de la investigación dendrocronológica pudieron datar todas las muestras tomadas en ambas cubiertas, un total de 71, lo que ha permitido conocer que la estructura de la cubierta de la nave central quedó efectivamente arrasada por el incendio de 1614, ya que los árboles de los que se extrajeron los elementos que la conforman actualmente se talaron entre los meses de septiembre de 1614 y los primeros meses de 1615. Además, en el archivo catedralicio hallaron un documento datado de 1614 que confirma la compra de dicha madera, que parece ser de pino laricio y se habría obtenido en la sierra de Guadarrama.
Los resultados dendrocronológicos también señalan que los jabalcones que se utilizaron para apuntalar esta misma estructura tras el terremoto de Lisboa se talaron en la primavera o el verano de ese mismo año 1755, madera de pinos silvestres extraídos probablemente del monte de Valsaín, en la misma provincia de Segovia.
“Esta información es muy interesante ya que sugiere que, después del terremoto, se realizó una inspección de la cubierta, que también aparece reflejada en los libros de cuentas de la catedral, tras la cual se procedió con urgencia a apuntalar esta estructura. La madera para apuntalar no tiene por qué ser de muy buena calidad ni tener tamaño muy grande, y dado el tamaño de los jabalcones y su escaso número de anillos, probablemente eran árboles extraídos durante una acción de clareo o de clara que estaban apilados en algún aserradero cercano, lo que implicaría que a mediados del siglo XVIII ya se realizaba una gestión del monte”, detalla Marta Domínguez Delmás.
Finalmente, las maderas que conforman la cubierta de la antigua sacristía datan de 1676 (los árboles fueron cortados entre el otoño de 1676 y los primeros meses de 1677), pese a que la construcción original está fechada en los documentos históricos un siglo antes. Los investigadores creen que la cubierta original debía estar en mal estado y que se renovó al mismo tiempo que se construía, en 1676, el edificio anexo que alberga la actual sacristía y las oficinas.
La madera presente en las construcciones históricas contribuye a esclarecer la historia de un edificio, ya que la datación de los elementos estructurales de madera por métodos dendrocronológicos “puede proporcionar la cronología de la construcción original, así como de reparaciones o restauraciones posteriores”, indica Marta Domínguez Delmás. Del mismo modo, continúa, “puede saberse si se ha reutilizado madera de construcciones anteriores, lo cual proporciona información sobre el aprovechamiento de materiales y la organización del abastecimiento suministro de la madera, es decir, sobre la economía de recursos”. Una información de gran interés a la hora de acometer trabajos de restauración y conservación.
Por otro lado, gracias a las técnicas dendrocronológicas que estudian los anillos de crecimiento anual de la madera, es posible obtener información sobre las condiciones ambientales en las que crecieron esos árboles, así como de posibles intervenciones humanas. “La datación y el estudio de los anillos de las maderas históricas nos abre una ventana a las prácticas de abastecimiento de madera y manejo forestal, y al clima y condiciones ambientales de siglos pasados”, subraya la experta. (Fuente: Cristina G. Pedraz/DICYT)