Mientras la negociación global sobre el cambio climático avanza lenta, por el tortuoso camino que ya esperábamos, llega Bill Gates y demuestra que a golpe de billetera todo resulta mucho más sencillo.
El fundador de Microsoft está en la cumbre parisina presentando “Breakthrough Energy Coalition”, un ambiciosísimo plan que busca desarrollar fuentes de energía limpias y baratas.
Su objetivo, lógicamente, es buscar alternativas viables a los combustibles fósiles, principales aceleradores del calentamiento global. Todo un bombazo mediático que suena a música celestial. Al margen, eso sí, de lo triste que resulta que el poder de decisión sobre las grandes cosas esté en manos de unos pocos, por muy filántropos que sean.
27 potentados podrían salvar el planeta
Además de lo bien que suena y de lo bonito que parece, para asombro del mundo, Gates ha conseguido el apoyo de 27 de los empresarios más poderosos del mundo, entre ellos Jeff Bezos (Amazon), Jack Ma (Alibaba), Mark Zuckerberg (Facebook) y Richard Branson (Virgin).
Ellos sí han llegado a un acuerdo para invertir miles de millones de dólares para tal fin. O, lo que es lo mismo, con la intención de salvar el planeta. Más concretamente, a la humanidad, porque el planeta seguirá girando, acogiendo a las especies que logren sobrevivir a esa suerte de fin de mundo que supone el cambio climático.
Entonces, ya solo resta exclamar: ¿Pero cómo, así de fácil era conseguir la salvación de la humanidad? Nadie dice que lo sea, pero no puede negarse que lo parece. Igualmente, resulta curioso que Bill Gates se decida a invertir en renovables, tras años afirmando que no invertirá en ellas, por mucho que le resultaran interesantes.
Y, cuanto menos, demuestra que con voluntad y presupuesto la solución puede buscarse, perseguirse, luchar por ella con uñas y dientes… ¡Un bonito contraste con la apatía institucional a la que estamos acostumbrados!
Por un lado, los negociadores tienen la obligación de trabajar duro para llegar a un acuerdo, pero nadie puede asegurarnos que va a conseguirse. Es más, si resulta tan complicado es porque prima el capita y la ventaja competitiva. Por lo tanto, los combustibles fósiles son una pieza irrenunciable. Resultado: el mundo no deja de emitir gases de efecto invernadero, azuzando al caballo del cambio climático más allá del galope…
Las energías limpias al poder
Dentro de esta lógica propia de un capitalismo desaforado, como era de esperar, Bill Gates and friends dan un paso al frente y se hace el milagro. Para empezar, ha logrado todo lo que la política no consigue: poner de acuerdo a quienes pueden hacer la diferencia.
COP21: La revolución energética de Bill Gates
En este caso no son líderes mundiales. Los mandatarios están al margen, al menos a la hora de tomar la iniciativa. Gates ha convencido a casi una treintena de millonarios en mecenas de inventos que nos pongan en bandeja energías verdes innovadoras.
Sí, su propuesta todavía son solo palabras, pero los millones están sobre la mesa. El compromiso existe, y eso convierte su colosal proyecto en un gran desafío que buscará hacer realidad una utopía. Porque, bien pensado, lo único realista tal y como están las cosas es apostar por soluciones que ahora nos parecen imposibles.
También para potenciar las renovables, junto con “Breakthrough Energy Coalition” se ha presentado “Mission Innovation”, un acuerdo de 20 países (entre ellos no está España) para invertir más en la investigación de energías limpias.
¿Un desafío imposible? La transición exitosa hacia un futuro energético sostenible es cosa complicada pero, qué duda cabe, lo será mucho menos a golpe de billetera.
Innovación: nuevas energías limpias
Pero la solución hay que ir a buscarla. Siendo claros, las energías verdes del futuro aún están por descubrir y si no vamos a por ellas frenar el cambio climático será mucho más complicado. Quizá imposible. Y, quién sabe, a lo mejor serán la evolución de algunas de las actuales, como la solar o la eólica, pongamos por caso.
Sea como fuere, Breakthrough Energy Coalition quiere acelerar la adopción de energías de cero emisiones para conseguir el doble objetivo de ralentizar el calentamiento global y atender a las crecientes necesidades de energía.
No solamente para potenciar el desarrollo de los países emergentes a nivel económico sino también con la intención de que las personas más necesitadas tengan cosas tan básicas como electricidad y haya más colegios y hospitales.
¿Bastan las buenas intenciones?
Si Bill Gates ha hecho un carrerón increíble como dueño de Microsoft, como filántropo con conciencia ambiental no está quedándose corto. A pesar de su insistencia con los transgénicos, fertilizantes químicos o de su apuesta por la energía nuclear, en otros ámbitos su aportación a los más desfavorecidos y al medio ambiente es digna de elogio.
Sin embargo, también se abren muchos interrogantes. Entre otros, si la filantropía debería funcionar como un negocio o tener una orientación más libre. El hecho de donar dinero a una causa puede dar derecho a exigir resultados, pero orientarlos siguiendo un determinado camino los convierte en un proyecto personalista.
COP21: La revolución energética de Bill Gates
Con sus aciertos, sus errores y sus excentricidades, como cuando intentó detener los huracanes o su sonado concurso para elegir las tazas del váter más eficientes.
O quizá sea justo al contrario. Solo cuando un proyecto se lleva a cabo de forma dirigida vale la pena invertir tan enormes cantidades de dinero. ¿Pero, es esa la solución que nos espera? ¿La única salida a nuestros problemas, sean climáticos o de cualquier otro tipo?
Los proyectos financiados por grandes mecenas que buscan el bien de la humanidad pueden pecar de un paternalismo que acabe empañándolos. Un mundo más verde no es demasiado compatible con las grandes fortunas. No idealmente, al menos.