La seguridad alimentaria mundial podría estar el peligro antes del 2050 y, de no tomarse medidas eficaces cuanto antes, la situación simplemente acabará yéndosenos de las manos. Es decir, se sucederán las hambrunas y, cómo no, sobre todo las sufrirán los sectores más vulnerables.
¿Una exageración, un pronóstico muy probable? Opiniones las hay de mil colores, y estudios científicos con muy diferentes conclusiones, es más que obvio. Pero hoy ponemos el foco en un reciente estudio que no duda lo más mínimo al respecto: si las cosas siguen igual, en breve el hambre será el próximo invitado que sentaremos en nuestra mesa.
Así de apocalípticas son las conclusiones de un reciente estudio realizado por la Universidad de Illinois. Liderado por el científico Stephen P. Long, el trabajo apunta a varias causas, a cual más difícil de solucionar. Sobre todo, al galopante desarrollo urbano, a un desbocado cambio climático y al imparable aumento de la población.
O, lo que es lo mismo, tendremos un mundo cada vez más poblado, con menos espacio para el cultivo, una agricultura que seguirá arrinconando a la naturaleza y, para rematar, plagado eventos extremos aparejados al calentamiento global.
No es precisamente el edén, qué duda cabe, pero sí tenemos todas las papeletas de caer en la tentación de recurrir a controvertidas soluciones que nos hagan morder la manzana.
Eso sí, una manzana con pesticidas y, afinando aún más, también transgénica. Diseñada en el laboratorio para ganar más y alimentar también más. Es decir, para conseguir un alto rendimiento y también una buena rentabilidad gracias a su resistencia no a solo a las plagas, sino también a los plaguicidas,
Un mundo de plástico
Los investigadores proponen como posible solución la ingeniería genética de cultivos para poder resistir los efectos del calentamiento global. Pero no solo eso, porque además la transgenia de semillas ayuda a combatir los pesticidas. ¿Acaso el futuro de la agricultura será una modificación genética de los alimentos que combine ambas características?
Si se busca la producción intensiva de alimentos, quizá no quede otra salida, habida cuenta, además, de la virulencia de las plagas en un mundo en el que el desequilibrio de la biodiversidad es la nota dominante.
Tampoco es necesario ir muy allá, imaginar paisajes inundados de cultivos transgénicos, en los que la biodiversidad sea tan pobre que ni siquiera pueda llamársele así. Bastará con centrarse en la crisis de los polinizadores, un futuro que en realidad ya es presente. Y en una sola pregunta: ¿los polinizadores, qué harán, …y nosotros sin ellos?
Ejemplos de ambos objetivos los encontramos fácilmente. Sin ir más lejos, la estrategia de desarrollo de transgénicos se orienta a buscar que los cultivos toleren el glifosato (el herbicida más utilizado en el mundo) para que éste pueda hacer su labor sin que se resienta la planta.
De hecho, alrededor de tres cuartas partes de los cultivos genéticamente modificados obedecen esta necesidad. Y, por otra parte, tal y como apunta el estudio, en la actualidad se están estudiando los efectos de la modificiación de la enzima en las plantas para conseguir que atrape el CO2 en la fotosíntesos de forma más eficiente.
¿Pero, solo la transgenia nos brinda soluciones? Ni por asomo. Afortunadamente, son muchos y muy prometedores los avances logrados en investigaciones que buscan combatir el cambio climático aprovechando el mismo potencial de la misma naturaleza.
Un ejemplo muy interesante nos lo brindan científicos de la Universidad de Wahsington en Seattle y de La New Mexico Stte University, cuya propuesta es copiar el microbioma, -una mezcla de hongos, bacterias y virus que se encuentran en las raíces de las plantas-, para
En concreto, los científicos copian el microbioma de platas más resistentes, capaces de sobrevivir en ambientes extremos, como los desiertos. De este modo, se consigue una protección extra frente al calor y las sequías intensas y de larga duración, propias del cambio climático.
A su vez, se consigue un fortalecimiento de las plantas apostando por una rica biodiversidad. En concreto, el estudio comprobó que estos microorganismos les ayudaba a tomar e nitrógeno del suelo y también a fortalecer su sistema inmunitario.
“A la vista de los extraordinarios retos por delante, simplemente no tenemos el lujo de descartar el uso de cualquier tecnología que prometa servir para mejorar el rendimiento de los cultivos”, concluye el estudio. Preferentemente, y esto es cosecha propia, recurriendo a tecnologías verdes.
¿Seguridad alimentaria vs seguridad sanitaria?
En efecto, otras soluciones, como la propuesta en el estudio, conllevan enormes riesgos aparejados a la seguridad sanitaria y, por supuesto, también ambiental. Desde una biodiversidad hecha añicos hasta el peligro de la comida diseñada en un laboratorio…
A largo plazo, una escalada de la que difícilmente podríamos escapar. Un mundo polucionado cada vez más poblado, una alimentación diseñada más para satisfacer las necesidades de llenar estómagos que de hacerlo cuidando la salud y el medio ambiente.
Un mundo, en suma, en el que protegerse del cambio climático sea una prioridad mayor que combatirlo. O, por ejemplo, que la agricultura siga siendo el culpable de que desaparezcan áreas naturales.
No en vano, la agricultura es la responsable de que sabanas, bosques y pastizales hayan mermado de forma importante. Y sigue ocurriendo, pues la principal causa de deforestación y una de las mayores fuentes de emisiones de gases de efecto invernadero.
Un futuro sostenible y saludable
Alternativas que apuesten por la salud del planeta y de sus moradores humanos son posibles. Entre ellas, si buscamos sostenibilidad, priorizar los alimentos menos perjudiciales para el entorno y para el organismo, la agricultura ecológica brilla con luz propia.
¿Pero, realmente es posible? ¿La agricultura ecológica puede alimentar a todo el mundo? Puesto que la agricultura convencional hace uso y abuso de fertilizantes y pesticidas sintéticos, con el latigazo ambiental que ello supone, si queremos sostenibilidad, salud ambiental y una alimentación saludable, los cultivos ecológicos son la opción.
Sin embargo, en la actualidad difícilmente podríamos alimentar a toda la población mundial sólo con alimentos ecológicos. Pero también es muy posible que las innovaciones la impulsen y, en definitiva, acaben convirtiéndola en una agricultura de mayor rendimiento.
El futuro es un interrogante abierto, lo que significa que apostar por la agricultura industrial, haciendo especial hincapié en la transgenia y en el aumento de superficie de cultivo a costa de robarle espacio a la Naturaleza, el futuro que nos espera es un mundo de plástico.
El objetivo de alimentar a todas las personas sin jugarnos nuestra salud a la lotería de la transgenia ni dañar el medio ambiente es una opción difícil pero, qué duda cabe, la más respetuosa con el planeta y con nosotros mismos.
fuente.ecologiaverde