A principios de año se empezaban a recoger las primeras consecuencias del paso del fenómeno El Niño en África. El temporal, que azota cada diez años al continente, ha ocasionado la peor hambruna conocida desde 2005. Zambia, Zimbabwe y Malawi son los países más afectados hasta la fecha.
Con una población que se alimenta a base de maíz, los tres dieron la alerta por inseguridad alimentaria como piezas de dominó. El Programa Mundial de Alimentos (WFP en sus siglas en inglés) alertó a mediados de enero que más de 14 millones de personas sufren hambre y corren el riesgo de caer en la desnutrición. Hoy, el presidente de Malawi, Peter Mutharika, ha dado la alerta por inseguridad alimentaria. La producción de maíz se ha reducido en un 12% -alrededor de un millón de toneladas- dejando en riesgo de hambruna al 20% de la población. “Declaro el estado de desastre nacional tras los prolongados períodos de sequía durante la temporada 2015-2016. Con el aumento de déficit de maíz, se requerirá de asistencia humanitaria para el consumo del año 2016-2017”, dijo el presidente.
Posteriormente, de enero a marzo de 2016 hubo sequía, cuando las lluvias moderadas tenían que haber comenzado a finales de febrero, principios de marzo.
Las lluvias torrenciales que tuvieron los países durante el último trimestre de 2015 arruinaron la mayor parte de la cosecha. Por otro lado, la tardanza de la primera temporada de lluvias de 2016 causó otra sequía, al no llegar las lluvias moderadas que se esperaban desde finales de febrero. Los gobiernos de los tres países se enfrentan durante los próximos meses a una grave crisis para garantizar el alimento a la población, incapaz de sacar adelante las cosechas y sin otras opciones de ingresos para sus familias. Unicef ya ha dado datos de malnutrición infantil en el primer trimestre del año y la Comisión para la Prevención del VIH advierte de que las personas con la enfermedad podrán experimentar complicaciones.
El Mundo visitó el distrito de Chikwawa, al sur de Malawi, una de las zonas más afectadas por el fenómeno meteorológico para poder ver los impactos sobre la población. Por el camino se pueden ver numerosas plantaciones de maíz con plantas raquíticas. “Aunque en algunas de las plantas se puedan ver pequeñas mazorcas, en el interior no se ha desarrollado por completo el cereal”, explican miembros de WFP. Mientras tanto, otra de las consecuencias es que los stocks de comida están siendo vendidos a precios irrisorios en comparación con el precio habitual. Como gran parte no puede ser consumida por el hombre, se está dando la cosecha inutilizable a los animales a un precio muchísimo más bajo al que solían venderlo en épocas mejores. En la aldea de Wislamu, varios granjeros relataron como han tenido que cortar 0,1 hectáreas de su cosecha y venderlas a 3.000 cuachas (3,8 euros), cuando su precio real hubiera sido de 120.000 cuachas (155 euros) si la cosecha hubiera sido aprovechable. “Ahora la persona que compra pone el precio”, dice Suh Malemia, uno de los afectados. Asegura que no recuerda nada igual desde 1991, un año en el que la ausencia de lluvias les llevó por los mismos derroteros. “No tener reservas de comida es un desastre”, dice, explicando que han plantado de nuevo con la esperanza de ver si el maíz crece con la inminente temporada de lluvia. “Dependemos completamente de la ayuda del gobierno, ya que no tenemos dinero ni reservas suficientes. Ni siquiera puedo comprarme una camiseta, la prioridad total es conseguir comida”, dice una señora mostrando los rotos de lo que hace tiempo fue una camiseta negra de algodón.
Sin maíz para todos
“La situación es muy mala”, explicaba a este periódico el delegado del gobierno en la zona, Mr Bester Mandere: “Las personas no fueron capaces de plantar y tampoco han sido capaces de recoger las cosechas”. Antes el kilo de maíz costaba 110 cuachas -0,15 céntimos de euro-, ahora cuesta el doble siendo una cifra difícilmente asumible para una población que vive con unos ingresos por debajo de un dólar diario. “La situación va a ser peor, ya que en los próximos meses la cifra de personas en exclusión alimentaria aumentará, dice un pesimista Mandere. Como país, estamos acostumbrados a lidiar con las hambrunas, pero en los próximos años, 34.964 personas estarán sin comida ya que no tenemos reservas suficientes”. El gobierno de Malawi estimó a principios de año un paquete de ayuda para dar alimento hasta finales de abril a 2,83 millones de personas (el 17% de la población). Ahora, el país, uno de los más pobres del mundo, deberá endeudarse para conseguir suministro alimentario procedente del exterior.
Cincuenta kilos de maíz desgranado, dos litros de aceite de cocinar y seis kilogramos de lentejas son otorgadas a cada miembro de la familia. Una cantidad insuficiente según relataron a El Mundo algunas personas: “A mitad de mes ya nos hemos quedado sin maíz”, se quejaba una madre de familia durante el reparto de alimento en su distrito. Sin embargo, la urgencia alimentaria y la imposibilidad de saber si la próxima cosecha conseguirá dar buenos resultados, han hecho que el gobierno ponga ese límite por persona. Las cantidades están enfocadas a que cada persona tenga el 60% de su aporte alimentario necesario, y el resto deberían conseguirlo por su cuenta. Sin embargo, y debido a las múltiples necesidades de la población, no es difícil ver como muchas personas abren los sacos de maíz en las calles y tratan de venderlo a un precio superior al habitual.
Otro de los problemas que presenta Malawi es que hasta ahora se servía de las reservas del estado o compraba comida a sus países vecinos. Pero Zambia, hasta ahora el principal distribuidor de maíz en la zona, presenta un escenario equiparable, haciendo que las alarmas sean mayores. “Teniendo en cuenta que en muchas zonas llueve muy poco o no llueve y que la temporada de siembra de los cereales acaba pronto o ya ha terminado en algunos países, el pronóstico es alarmante”, decía la nota de prensa del WFP en el mes de enero. Tres meses después la situación está muy lejos de mejorar y parece que podrá agravarse.Madagascar tiene en riesgo a casi 1,9 millones de personas y Zimbabwe a 1,5 millones, aunque su presidente no dudó en gastar 800.000 dólares de dinero público para celebrar su cumpleaños. Las consecuencias del paso de El Niño han sido las peores de las últimas tres décadas e incluso Sudáfrica ha indicado que esta sequía es la peor que ha sufrido el país en más de medio siglo.