El huracán Matthew es el más fuerte de cuantos se han registrado en el océano Atlántico en la última década. Cuando se acercaba a Florida, ante las catastróficas alertas de gobernantes y hombres del tiempo, los responsables del parque de atracciones Disney World decidieron cerrar las instalaciones. Sólo lo habían hecho con otros dos ciclones, el Charley (2004) y el Floyd (1999).
La increíble potencia del fenómeno meteorológico ha dejado a su paso cientos de muertos, como consecuencia de las intensas tormentas, marejadas y vientos que superaban los 240 kilómetros por hora. Hoy Mattew pierde fuerza sobre aguas norteñas, pero llegó a alcanzar la categoría cinco de la escala Saffir-Simpson cuando circulaba por el Caribe a finales de septiembre.
Traducido a términos de energía, un huracán de fuerza media (un primo menor de Matthew) es capaz de generar alrededor de 600 teravatios, equivalentes a “200 veces la capacidad global de producción de energía”, según la NOAA. La mayor parte procede del calor almacenado y liberado cuando el vapor de agua se condensa para formar gotas de lluvia.
Aunque el viento es responsable de una pequeña fracción, los 1.5 teravatios de energía cinética que genera equivalen a la mitad de la producción de electricidad a nivel mundial. Por eso, algunos ven a los huracanes como una potencial fuente de energía renovable. El reto está en hallar un sistema para capturar y almacenar toda su furia y que sea capaz al mismo tiempo de resistirla.
Los molinos de viento convencionales tienen un mecanismo que permite bloquearlos durante las tormentas para evitar daños. Si éste falla, el equipo puede sufrir graves consecuencias, como ocurrió en 2011 en Ayrshire (Inglaterra), donde uno de estos dispositivos acabó incendiándose.
Con el fin de prevenir sucesos como este, las turbinas diseñadas para aguantar la fuerza de los ciclones tienen unas características especiales. Los ingenieros de la ‘startup’ japonesa Challenergy han desarrollado una turbina compuesta por aspas verticales encajadas entre dos plataformas, una en la parte superior y otra inferior. Han instalado el primer prototipo este año en Okinawa.
El dispositivo está pensado para resistir la potencia de los violentos tifones, de manera que puede ajustarse para regular la velocidad de giro y adaptarse así a la variabilidad de los flujos de aire. Teóricamente, captura la energía a partir de las fuerzas de rotación que generan el efecto Magnus en vientos de gran velocidad, así como de movimientos más leves y lineales.
Una barrera contra la destrucción
Un equipo de científicos del Centro Internacional de Investigación de Huracanes de la Universidad Internacional de Florida también trabaja en el diseño de uno de estos sistemas, aunque su equipo tiene una configuración diferente: el denominado Aerodynamic Mitigation and Power System (AMPS) consta de una serie de turbinas con forma de tornillo.
Estos ingenieros han construido también un “muro de viento” compuesto por una docena de enormes ventiladores alimentados por potentes motores. Pueden crear corrientes que superan los 250 kilómetros por hora, como las producidas en el seno de un huracán de categoría 5. La instalación les sirve para estudiar medidas con las que paliar los devastadores efectos del viento en edificios, a las que han sumado el plus de la generación de energía en su último proyecto.
El AMPS se colocaría a lo largo de las cornisas, de manera que la larga hilera de turbinas interrumpiría el flujo de aire en los vórtices que surgen en los bordes. Estos remolinos son los causantes de la destrucción de los tejados, que incluso llegan a ser levantados completamente por las fuertes corrientes que genera.
A pesar de que todavía están probando el sistema y pendientes de la aprobación de una patente, estos ingenieros creen que podrían instalarse en algunos edificios de zonas de riesgo. Por una parte, evitarían los perjuicios a la estructura, y por otra las turbinas generarían electricidad que podría inyectarse a la red municipal o almacenarse para emplearse después en el hogar.
Además del viento, las grandes olas también servirían como fuente de energía mareomotriz, como la producida por las boyas de la empresa Ocean Power Technologies. Con el mar en calma, los dispositivos flotantes generan suficiente energía para almacenar entre 44 y 150 kilovatios a la hora. Sus responsables ya comprobaron en 2011 que los aparatos no sólo aguantaban la violencia del huracán Irene, sino que también aumentaban exponencialmente su producción de energía.
Sin embargo, y pese a los distintos intentos, estas tecnologías no han madurado lo suficiente como para suponer una alternativa viable y eficiente de producción eléctrica. Pero si estos y otros ingenieros continúan trabajando en ellas, puede que algún día los huracanes proporcionen algo más que caos y destrucción.
Fuente: tecnoxplora.com