Interpretando de las señales dioeléctricas responsables del retorno de aquellas emitidas por el radar se determina si en el terreno explorado hay objetos extraños, con lo cual se entrena el radar para detectar explosivos reales como anfo, pentolita o dinamita.
El profesor Félix Vega, del Departamento de Ingeniería Electrónica de la Universidad Nacional de Colombia (U.N.), explica que cada vez que la antena envía una señal al suelo se mapea una línea. A partir de esta información, y cuando ya se tiene un mapa de puntos, el algoritmo (conjunto ordenado de operaciones sistemáticas que permiten solucionar un problema) reconstruye un volumen para luego detectar formas y asociarlas con algo conocido como latas, piedras, botellas o huesos.
Aunque en Colombia existen varias técnicas para detectar minas –como la inspección palmo a palmo del terreno mediante detectores de metales, otros tipos de radares y perros entrenados especialmente–, el radar diseñado en la U.N. permite aumentar el rango de certeza de que el objeto encontrado pueda ser diferenciado con un grado de exactitud de hasta un 80 por ciento.
Según la Dirección para la Acción Integral contra Minas Antipersonal (Daicma), con base en los pilotos de desminado realizados en las veredas Santa Helena (Meta) y Briceño (Antioquia), la detección de minas antipersona en el país exige desarrollar técnicas eficaces y económicas, pues librar los 52 millones de metros cuadrados de territorio colombiano que tienen minas cuesta 827 millones de dólares. Hasta septiembre de 2017 se habían liberado 4.233.687 metros cuadrados.
En cuanto a los efectos en la población, hasta el pasado 31 de octubre se habían registrado 11.513 víctimas de minas antipersona y munición sin explosionar, de las cuales 9.237 quedaron heridas y 2.276 murieron, según la Daicma – Descontamina Colombia.
Los siguientes departamentos encabezan la lista de territorios con mayor cantidad de personas afectadas en Colombia: Antioquia (2.535 casos), Meta (1.136), Caquetá (935), Nariño (866) y Norte de Santander (806).
El dispositivo tiene un gabinete en el que integra un computador y entre cuatro y ocho antenas dentro de estructuras cilíndricas de 8 centímetros de diámetro, situadas en la parte inferior de la estructura, con capacidad para desplazarse a 10 centímetros sobre el nivel del suelo y la posibilidad de ampliar su rango de acción a otro tipo de actividades.
El nuevo radar de penetración puede contribuir a disminuir los costos asociados tanto con el trabajo con explosivos reales como con la contratación de los expertos en detección de este tipo de artefactos, cuya operación tiene un valor estimado en más de 5 millones de dólares al año.
El radar también se puede utilizar en exploraciones arqueológicas; identificación de construcciones y tuberías subterráneas; detección de fosas comunes, e incluso para determinar la calidad y el grosor del tipo de pavimento de una carretera.
Uno de los aportes clave para el nuevo dispositivo fue el desarrollo de un material que imita las minas reales y que se utilizó para hacer las pruebas. Este se obtuvo gracias a la investigación adelantada en la Universidad Ruhr de Bochum por el profesor Christoph Baher y por Sergio Gutiérrez, estudiante del Doctorado de Ingeniería Eléctrica de la U.N.
Se trata de un polímetro (un tipo de plástico) que permite hacer maquetas de explosivos con la seguridad de que los datos arrojados serán muy similares a los que se encuentran en circunstancias reales. “Este material tiene capacidad de almacenar una carga eléctrica distinta a la del resto del terreno, de tal manera que permite identificarlo como si se tratara de un explosivo real”, precisa el docente, quien destaca que el dispositivo será patentado por la U.N.
“Además del nuevo material se desarrolló una serie de modelos de minas antipersonales para realizar pruebas en entornos controlados con un radar de penetración terrestre, cuyos resultados estamos procesando para determinar las características electromagnéticas de estos artefactos explosivos”, destaca Sergio Gutiérrez, quien también forma parte del Grupo de Investigación en Compatibilidad Electromagnética (EMC-UN).
Fuente: noticiasdelaciencia.com