El riesgo de sufrir cáncer de mama podría reducirse si se disminuye el consumo de carne roja, especialmente la muy hecha o la guisada, y carne procesada y curada. Esa es la conclusión descubierta por investigadores del Centro de Investigación Biomédica en Red de Epidemiología y Salud Pública (CIBERESP) y del Centro Nacional de Epidemiología del Instituto de Salud Carlos III. El estudio, liderado por Elena Boldo y Marina Pollán, ha sido publicado recientemente en la revista Maturitas.
Una de cada ocho mujeres padecerá cáncer de mama a lo largo de su vida. Esta cifra lo convierte en el tumor más frecuente en las mujeres y, en el caso de España, representa el 28% de todos los sufridos por el sexo femenino. La prevención y el diagnóstico precoz son las mejores herramientas para luchar contra esta enfermedad.
En cuanto a la prevención, se conoce que el riesgo de sufrir este tipo de cáncer se puede reducir realizando ejercicio físico de forma regular, evitando el sobrepeso y la obesidad tras la menopausia y el consumo habitual de alcohol. Hasta el momento, el papel que desempeña la dieta no está claramente determinado en relación con el cáncer de mama, por lo que nuevas investigaciones en este campo pueden servir para orientar una mejor prevención.
El proyecto MCC-Spain, impulsado por el CIBERESP y del que forma parte este estudio, cuenta con la colaboración de investigadores de 11 comunidades autónomas españolas y busca aportar nueva información sobre factores de riesgo y posibles estrategias de prevención. En esta investigación participaron 1.006 mujeres con cáncer de mama y 1.370 mujeres sanas de diez provincias españolas.
Con la información aportada altruistamente, se ha explorado la relación entre el riesgo de tener este tumor y el consumo de carne, considerando no solo la cantidad sino también las prácticas de su cocinado. El análisis se realizó considerando el estado menopáusico (pre y postmenopausia) y la biología de la célula tumoral (tumores hormonales, HER2 positivos y triple negativos).
Por un lado, se estudió el consumo total de carne blanca (pollo, pavo, pato, conejo), carne roja (vaca, ternera, cerdo, cordero, hamburguesas y albóndigas de cerdo o ternera, hígado de ternera, cerdo o pollo y otros despojos), carne procesada o curada (carne sometida a alguna forma de conservación, incluyendo salchichas, perritos calientes, paté, foie gras y embutidos –jamón cocido, jamón serrano, chorizo, fuet, salchichón, butifarra, mortadela, botillo, cecina, etc–) y la cantidad total de todas las carnes antes nombradas.
Por otra parte, se analizó el punto de cocción de la carne (poco hecho, hecho o en su punto y muy hecho). Finalmente, se valoraron los métodos de cocinado de la carne (plancha o barbacoa, frito o rebozado, guisado, horno y otros métodos).
El riesgo de cáncer de mama aumenta para aquellas mujeres postmenopáusicas que consumen más cantidad de cualquier tipo de carne (a partir de 51 g de carne por 1000 kcal y día), de carne roja (a partir de 25 g por 1000 kcal y día) y de carne procesada o curada (a partir de 14 g por 1000 kcal y día). La relación es particularmente importante en el caso de los tumores triple negativos y la carne procesada o curada, donde el riesgo es de más del doble de desarrollar este tipo de cáncer.
La cantidad de carne blanca o el punto de su cocción no se ha relacionado con este tumor. En cambio, la carne roja debería consumirse poco hecha, dado que un mayor cocinado incrementa el riesgo de cáncer de mama. En relación con los métodos de cocinado, el análisis detectó un mayor riesgo por el consumo de carne roja guisada, sobre todo para los tumores hormonales.
Los resultados de este trabajo confirman la necesidad de transmitir a la población que se debe reducir el consumo de carne, en concreto de la roja y la procesada y curada. Este consejo va en la línea de la recomendación ya realizada por la Agencia Internacional de Investigación sobre el Cáncer en 2015, tras declarar la carne procesada y curada como cancerígena y la carne roja como probable cancerígena para humanos. (Fuente: CIBER)