Amelia Earhart, nacida en 1897, fue en 1932 la primera mujer (y segunda persona, después de Charles Lindbergh) en volar en solitario y sin escalas a través del océano Atlántico. Batió otros muchos récords y emprendió el 1 de junio de 1937 lo que debía ser una vuelta al mundo en avión. Ella y su copiloto Frederick J. Noonan estaban volando desde Nueva Guinea en dirección hacia la isla de Howland, cuando desaparecieron sobre el océano Pacífico el 2 de julio de 1937. Pese a que se llevó a cabo una exhaustiva búsqueda marítima y aérea, no se consiguió encontrarles. Muchas hipótesis fueron propuestas desde entonces, y las especulaciones han alimentado incluso argumentos en el género de la ciencia-ficción.

 

Muchos supusieron que su avión se había estrellado contra el agua. Sin embargo, algunos investigadores creen que murió, como náufraga, en la isla de Nikumaroro. Junto con unos huesos encontrados allí en 1940, un grupo de búsqueda descubrió parte de un zapato aparentemente femenino, una caja diseñada para un sextante de un tipo muy específico y fabricado alrededor de 1918, comparable al utilizado por el copiloto de Earhart, y una botella de licor Benedictine, algo que se sabe que esta transportaba.

 

En 1940, el médico D. W. Hoodless realizó mediciones de los huesos y llegó a la conclusión de estos pertenecían a un hombre.

 

Los citados huesos acabaron desapareciendo, y lo que quedó fueron sus datos, que se limitaban a cuatro mediciones del cráneo y tres de los huesos largos (tibia, húmero y radio).

 

Richard Jantz, profesor emérito de antropología y director emérito del Centro de Antropología Forense, de la Universidad de Tennessee en la ciudad estadounidense de Knoxville, ha reanalizado las siete mediciones óseas efectuadas en 1940 por D. W. Hoodless, valiéndose de tecnología que no estaba disponible por aquel entonces.

 

Jantz, utilizando varias técnicas cuantitativas modernas, incluyendo un programa informático para estimar el sexo, la ascendencia y la estatura a partir de mediciones esqueléticas, ha determinado que Hoodless determinó incorrectamente el sexo de los restos.

 

 

Los datos en realidad indican que los huesos tienen una mayor similitud con Earhart que con el 99 por ciento de las personas de una gran muestra de referencia.

 

Jantz comparó también las longitudes óseas con las de Earhart. Las de su húmero y radio se obtuvieron a partir de una fotografía en la que aparecía un objeto del que se conoce su tamaño con precisión. La longitud de su tibia fue estimada de mediciones tomadas en su día por una costurera para confeccionarle ropa.

 

Basándose en toda esta información, Jantz ha llegado a la conclusión de que, mientras no se presenten evidencias irrefutables de que los restos no son los de Amelia Earhart, el argumento más convincente es que los restos mortales hallados en esa remota isla en el Pacífico Sur son suyos.

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