Los perros de rescate entrenados para localizar personas atrapadas bajo escombros han venido siendo la mejor opción para rescatar a tales víctimas de desastres: sus narices sensibles les ayudan a localizar a tales personas enterradas, como se ha demostrado infinidad de veces en casos de catástrofes como por ejemplo terremotos y avalanchas. Sin embargo, como todas las criaturas vivas, los perros necesitan descansar de cuando en cuando. A menudo, además, no están disponibles inmediatamente en las áreas de los desastres, y los perros y sus cuidadores deben viajar desde lejos.
Un nuevo sistema de medición del equipo internacional de Sotiris Pratsinis y Andreas Güntner, del Instituto Federal Suizo de Tecnología en Zúrich (también conocido como Escuela Politécnica Federal de Zúrich, ETH), es una buena alternativa a los perros, ofreciendo la ventaja de estar siempre listo para su uso. Estos científicos desarrollaron tiempo atrás unos sensores de gas extremadamente sensibles para acetona, amoniaco e isopreno, todos ellos productos metabólicos que emitimos en bajas concentraciones a través de nuestro aliento o de la piel. Pratsinis y sus colegas han combinado ahora en un único dispositivo estos sensores con otros dos comerciales para dióxido de carbono (CO2) y humedad.
Como se ha mostrado en pruebas de laboratorio en colaboración con científicos de Austria y Chipre, esta combinación de sensores puede ser bastante útil a la hora de buscar personas enterradas. Los investigadores utilizaron una cámara de pruebas como simulador de esa situación de aprisionamiento por desprendimientos. Unos voluntarios pasaron en esta cámara unas dos horas y los resultados son muy prometedores.
Una combinación de sensores para varios compuestos químicos es algo importante, porque las sustancias por sí mismas podrían proceder de fuentes distintas a los humanos, tal como explica Güntner. El CO2, por ejemplo, podría venir tanto de una persona enterrada como de un fuego. En cambio, la combinación de sensores permite la detección simultánea y coordinada de las sustancias así como la percepción de patrones delatadores, lo cual proporciona a los científicos indicadores fiables de la presencia de personas.
Los sensores de gas del nuevo sistema tienen el tamaño de un pequeño chip de ordenador. Son aproximadamente tan sensibles como la mayoría de espectrómetros especializados, que tienen un coste económico mucho mayor y el tamaño de una maleta. La nueva combinación de sensores, fácil de manejar, es con mucho el dispositivo más pequeño y barato de entre todos los que son lo bastante sensibles como para detectar personas atrapadas en desprendimientos.
Si bien ya se utilizan dispositivos electrónicos durante las búsquedas tras un terremoto, estos funcionan con micrófonos y cámaras. Solo ayudan a localizar personas atrapadas que son capaces de hacerse oír o que son visibles bajo las ruinas. La idea del equipo de Pratsinis y Güntner es complementar estos recursos con los sensores químicos. Están actualmente buscando la colaboración de empresas o socios inversores para que les ayuden a construir un prototipo orientado hacia esa aplicación práctica.
Estos sensores de gas también se podrían instalar en drones y otros robots, lo que ayudaría a incrementar su eficiencia al rastrear áreas de difícil acceso.