Al suroeste de Francia, en el yacimiento La Chapelle aux Saints, los paleontólogos descubrieron en 1908 unos restos cuidadosamente enterrados de un varón de entre 25 y 40 años que vivió hace entre 60.000 y 50.000 años. Investigaciones posteriores revelaron que este Homo neanderthalensis, conocido popularmente como “El viejo”, tuvo muchos achaques antes de morir.

 

La falta de varios dientes y una enfermedad periodontal grave le impedirían comer con normalidad, a lo que se sumaba artritis mandibular, osteoartritis en algunas vértebras y en los hombros, una fractura costal y un problema degenerativo en el pie derecho. Por si fuera poco, también sufría una degeneración aguda en la cadera izquierda, su patología más grave y que le produciría mucho dolor.

 

 

Con estas dolencias, su papel dentro de la comunidad se vería mermado, pero eso no significó que los suyos lo abandonaran. Analizando sus restos los científicos creen que el varón fue cuidado por el grupo hasta su muerte, como recoge un reciente estudio publicado en la revista World Archaeology.

 

Eso implica que los demás neandertales controlaron su fiebre, tomaron medidas de higiene, le dieron alimentos adecuados para su dolorida boca y le ayudaban a moverse, incluyendo el traslado cuando la comunidad se mudó de campamento.

 

Según los autores, su salud habría empeorado progresivamente en sus últimos doce meses de vida y también su capacidad para contribuir en las tareas del grupo. Pero los restos escrupulosamente enterrados reflejan que permaneció dentro de la comunidad hasta que falleció.

 

Para Penny Spikins, investigadora del departamento de Arqueología de la Universidad de York (Reino Unido) y autora principal del estudio, esta actitud compasiva hacia los enfermos y heridos demuestra que los neandertales sentían emociones.

 

“Muchos podrían argumentar que poseen exactamente las mismas capacidades emocionales que nosotros –señala Spikins a Sinc–. Puede que no sea cierto, pero no podemos suponer que sus emociones fueron más simples que las nuestras. Incluso puede que tuvieran sentimientos que nosotros no sentimos”.

 

El sistema límbico es la zona del cerebro que regula las emociones. Como recuerda José María Bermúdez de Castro, codirector del proyecto Atapuerca –la ‘piedra Rosetta’ de la evolución humana–, todas las especies de vertebrados presentan emociones porque compartimos ese sistema límbico. “Por supuesto que los neandertales tenían emociones pero, ¿cómo podemos saber de ellas si no tenemos más que moldes de sus cráneos?”, razona a Sinc.

 

El científico, que también es coordinador del Programa de Paleobiología de Homínidos del CENIEH (Burgos), recalca que podemos realizar suposiciones lógicas a partir de conductas como los enterramientos o las pinturas, pero desde el punto de vista científico no es posible asegurar nada. “¿Se enamoraban los neandertales? Por poner un ejemplo de una emoción compleja. ¿Quién lo puede saber?”, se pregunta.

 

Un razonamiento que comparten la mayoría de los expertos consultados en este reportaje. Curtis Marean, director asociado del Instituto de Orígenes Humanos de la Universidad Estatal de Arizona (EE UU), recalca que no tenemos evidencia de emociones en el registro arqueológico.

 

“Dicho esto, la mayoría de los mamíferos de orden superior las tienen, lo que me lleva a pensar que los neandertales también las tuvieron”, puntualiza a Sinc.

 

El psicólogo Paul Ekman distingue seis emociones básicas: alegría, ira, miedo, asco, sorpresa y tristeza. Con los registros fósiles no es posible saber científicamente cuáles de ellas sentían nuestros ancestros.

 

No obstante, si nos movemos en el terreno especulativo, Carles Lalueza Fox, investigador del Instituto de Biología Evolutiva (CSIC-UPF), afirma que “dada la proximidad evolutiva de neandertales y humanos modernos, no tengo ninguna duda de que compartían las mismas emociones y sentimientos que nosotros”.

 

Un tipo de sentimiento sería la compasión que, según Lalueza Fox se atestigua por las evidencias que tenemos de neandertales con graves hándicaps físicos, fruto de traumatismos o accidentes de caza, que fueron cuidados por los miembros de sus grupos. El varón enfermo conocido como “El viejo” sería un claro ejemplo de compasión.

 

Junto a los enfermos y ancianos, los niños son los más vulnerables dentro de una comunidad. El registro neandertal también refleja cómo los adultos les atendían y participaban en su educación. En un artículo publicado en Oxford Journal of Archaeology, Spikins y el resto de autores detallan diferentes yacimientos en los que se ha descubierto este aprendizaje.

 

Así lo revelan las diferentes habilidades de corte de sílex halladas en la excavación de Arcy sur Cure (Francia). Los investigadores descubrieron huellas de neandertales expertos, estudiantes avanzados y principiantes, que se corresponderían con niños.

 

En el yacimiento de Rhenen (Países Bajos), los científicos encontraron instrumentos inusuales que interpretaron como el trabajo de niños intentando replicar las herramientas de los adultos. “Estos análisis sugieren un patrón estructurado de aprendizaje con el que a los niños no solo les enseñaron varias técnicas, sino que también tuvieron la oportunidad de copiar el comportamiento de los adultos”, describen los autores.

 

Además, en algunas excavaciones se han hallado formas primitivas de lo que podrían ser juguetes, con proporciones faciales de un recién nacido. Por todas estas evidencias, Spikins da por hecho que los neandertales presentaban “elementos de calidez hacia sus bebés”, como les ocurre a otros mamíferos.

 

Lo que también nos acerca a los neandertales son ciertas habilidades cognitivas que, según el antropólogo Clive Gamble, serían muy similares a las nuestras. Como ejemplos, el profesor del Centro para la Arqueología de las Orígenes Humanos de la Universidad de Southampton (EE UU) indica la capacidad de planear con anticipación, elaborar juicios sobre la mentalidad de otros o hacer arte.

 

En su opinión, los neandertales sentían “miedo, enojo, alegría y felicidad con seguridad, pero también algunas emociones sociales como la culpa y la compasión”.

 

Los expertos coinciden en que los neandertales no fueron los primeros humanos en sentir emociones. “El ancestro de los neandertales y Homo sapiens, el Homo heidelbergensis, compartió muchos rasgos con sus dos descendientes así que probablemente tuvo muchas respuestas emocionales similares a las nuestras”, declara a Sinc Simon Underdown, profesor de Antropología Biológica de la Universidad Oxford Brookes (Reino Unido).

 

Antes que esta especie, hace dos millones de años el Homo erectus también mostró muchos rasgos humanos por lo que, probablemente, tuvo emociones similares, a juicio de Underdown.

 

“Las sociedades neandertales fueron altamente colaborativas, estuvieron cohesionadas y emocionalmente motivadas para cuidar a otros que fueran vulnerables, incluyendo a los niños”, resalta Spikins.

 

Aunque sea imposible saber a ciencia cierta si los neandertales se enamoraban, sentían asco cuando no les gustaba un alimento o se conmovían al coger en brazos a sus bebés, los registros fósiles sí nos indican que fueron una especie humana compleja y sofisticada.

 

Antes de que los neandertales desaparecieran de Europa hace unos 40.000 años, coincidieron con el Homo sapiens. Hoy sabemos que en esos encuentros hubo relaciones sexuales, una hibridación que se plasmó en el genoma. Las últimas investigaciones revelan que los humanos modernos no africanos comparten entre el 1,8 y el 2,6% de ADN neandertal.

 

Teniendo en cuenta este peso genético, Glenn Geher, profesor de Psicología en la Universidad Estatal de Nueva York en New Paltz (EE.UU.), y su equipo se propusieron averiguar qué rasgos actuales de la personalidad humana podrían estar influidos por la huella neandertal.

 

Para ello utilizaron los datos del genoma de 200 personas, prestando atención a lo que denominaron cociente neandertal, es decir, el grado de superposición genética neandertal. Estas mismas personas rellenaron varios cuestionarios sobre su personalidad, como recoge la revista Human Ethology Bulletin.

 

“Quienes tuvieron un gran coincidencia genética con los neandertales obtuvieron puntuaciones altas en miedo, ansiedad y depresión”, indica Geher a Sinc. No obstante, dada la diversidad de factores que conforman la personalidad de un individuo, el psicólogo se muestra cauto con los resultados, que califica como preliminares. (Fuente: SINC/Laura Chaparro)

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