La senescencia o envejecimiento biológico es el deterioro general de las funciones fisiológicas de un organismo que nos hace más susceptibles a las enfermedades y nos conduce, en último término, a la muerte. Se trata de un proceso complejo en el cual intervienen muchos genes. La duración de la vida oscila mucho entre las diferentes especies animales. Así, por ejemplo, el tiempo de vida de una mosca es de cuatro semanas, el de los caballos de unos treinta años, y algunos erizos llegan hasta los dos siglos. ¿Qué hace que en la naturaleza haya un abanico tan amplio de esperanzas de vida? Esta es una de las cuestiones fundamentales que más intriga a los biólogos.
En el caso de los humanos, potencialmente podemos vivir ciento veinte años, mientras que las especies de primates más cercanas a la nuestra viven la mitad. Con el objetivo de explicar esta diferencia, investigadores del Instituto de Biología Evolutiva (IBE), un centro mixto de la Universidad Pompeu Fabra (UPF) y el CSIC, en colaboración con investigadores del Centro de Regulación Genómica (CRG) (España), la Universidad de Bristol y la Universidad de Liverpool han identificado algunos de los genes que podrían haber sido clave en el alargamiento de la vida en nuestra especie y que se han producido, paralelamente, en los primates que tienen una vida más larga. El estudio se publica en la revista Molecular Biology & Evolution, y protagoniza la portada.
En el trabajo, los investigadores estudiaron los genomas de diecisiete especies de primates, incluidos los humanos. Desde la perspectiva del envejecimiento, los primates son interesantes porque, a pesar de ser muy cercanos, hay diferencias profundas entre unas especies y otras en cuanto a la esperanza de vida. Así, de las especies estudiadas, sólo tres ?los humanos y dos macacos? vivían mucho más que el ancestro común, lo cual evidencia que «han experimentado un proceso relativamente rápido de alargamiento vital», explica Arcadi Navarro, profesor de investigación ICREA en el IBE y líder del estudio.
Los genes de estas tres especies se compararon con los de las catorce especies restantes con el objetivo de detectar mutaciones presentes en las especies con la vida más larga, «porque sería un indicio de que estas han servido para alargarles la vida», explica Navarro, que también es catedrático de la UPF y colaborador del Centro de Regulación Genómica (CRG). Como resultado, los investigadores identificaron veinticinco mutaciones en genes asociados a la curación de las heridas, a la coagulación y a un gran número de problemas cardiovasculares.
«Los resultados tienen sentido porque en las especies que viven más, hace falta un control flexible y adaptable de los mecanismos de coagulación», comenta Gerard Muntané, primer autor del estudio, e investigador postdoctoral en el IBE y en el Instituto de Investigación Sanitaria Pere Virgili (IISPV). Al mismo tiempo, añade Muntané, «confirman la teoría pleiotrópica del envejecimiento», según la cual «hay mutaciones que pueden tener varios efectos, según la etapa de la vida: nos favorecen en las primeras etapas, y nos perjudican en las posteriores, cuando ya se ha dejado atrás la etapa reproductiva».
Los autores apuntan a que los resultados pueden contribuir a desarrollar nuevas dianas terapéuticas para tratar enfermedades relacionadas con el envejecimiento y demuestran el potencial de la aproximación evolutiva en la medicina. (Fuente: Center for Genomic Regulation)