Tres investigadores de la Escuela de Ingeniería de Bilbao de la UPV/EHU y la Universidad de Valladolid (España) han estudiado la evolución de las cooperativas de energías renovables. Han constatado que estas han desarrollado una notable capacidad de supervivencia y adaptación, en respuesta al contexto hostil que han encontrado por parte del régimen económico-político. Y aunque el interés hacia estas cooperativas va en aumento, aún tienen un peso limitado en el sistema energético español.

 

La transición de energía fósil a fuentes de energía renovable es una condición necesaria para la sostenibilidad de las sociedades humanas. En las sociedades hay movimientos que buscan que esa transición “no sea meramente tecnológica, sino que pretenden explotar la capacidad de transformación social que presentan, dada la posibilidad de su uso modular y su capacidad de producir energía a nivel local”, comenta Álvaro Campos Celador, investigador del Departamento de Máquinas y Motores Térmicos de la Escuela de Ingeniería de Bilbao de la UPV/EHU, y autor del estudio, junto con Jon Terés Zubiaga, del mismo departamento, e Iñigo Capellán Pérez⁎, de la Universidad de Valladolid.

 

Las cooperativas de energía renovable son unas buenas candidatas para ello; están constituidas por grupos ciudadanos, que se hacen cargo de la generación y comercialización de energía renovable. “Este tipo de modelos puede sustituir al modelo energético actual, que se encuentra prácticamente en manos de cinco grandes empresas, y convertirlo en más democrático, sin un ánimo lucrativo, donde la ciudadanía pueda tomar un papel activo en algo tan importante y central en sus vidas como es la energía”, apunta Jon Terés.

 

 

 

Sin embargo, “las energías renovables no se encuentran en su mejor momento: aunque tuvieron un apoyo institucional muy fuerte desde el año 2004, hacia el 2011 se dieron una serie cambios normativos que dificultaron casi totalmente la posibilidad de llevar a cabo renovables de forma económicamente rentable, y llevaron a la quiebra a empresas y pequeños inversores”, explica Campos.

 

El investigador describe como complejos los motivos que llevaron a este cambio: “Antes de la crisis económica, se habían hecho unas previsiones del aumento del consumo que se iba a dar en la población, y se hicieron inversiones en centrales de todo tipo, renovables y fósiles. Lo que ocurrió es que a partir de 2008 el consumo no solo no siguió subiendo, sino que comenzó a decrecer, por lo que muchas inversiones se vieron comprometidas, sobre todo en el escenario de libre mercado”, expone Campos.

 

En el estudio analizaron, en esa situación, la propiedad de las diferentes fuentes de energía existentes en el estado: “Más del 90 % de la propiedad y la producción de energías fósiles corresponde a las grandes eléctricas que están, digamos, muy bien relacionadas con los distintos gobiernos que ha habido, y sin embargo, las energías renovables corresponden más a otros inversores —detalla el investigador—. Ese conflicto pudo estar detrás de lo que ocurrió”.

 

Además, coincidió que en la misma época “apareció un relato en la prensa, donde se decía que las renovables eran caras, y que estaban encareciendo el precio de la luz, y que las estábamos pagando entre todo el mundo. Al recurrir a las referencias de la gente que evaluaba este fenómeno, sin embargo, vimos que se ha llegado a demostrar lo contrario, es decir, que lo que hacían eran bajar el precio de la luz”, apunta.

 

Ante toda esta hostilidad, “las cooperativas se vieron forzadas a adaptarse al nuevo contexto, y han conseguido sacar adelante nuevos proyectos con formas de financiación innovadoras”, razona Terés. Por ejemplo, la iniciativa “Recupera el Sol” tiene por objetivo, mediante pequeñas aportaciones de la ciudadanía, socializar instalaciones fotovoltaicas a las que muchos propietarios se han visto forzados a renunciar al no obtener un retorno suficiente para cubrir los costes financieros de su inversión.

 

Hoy por hoy, el número de contratos con los que cuenta el conjunto de cooperativas en España supera los 70.000: “Aunque no representa más que el 0,3 % de todos los contratos de electricidad del estado, lo cierto es que el número está creciendo notablemente, y especialmente en los últimos 3-4 años”, declara Campos.
“Yo creo que las cooperativas ahora mismo tienen la misión de demostrar que la energía renovable y esta manera de gestionar la energía es viable, e incluso más barato en cuanto al precio de la electricidad. No cabe duda de que queda mucho por hacer, pero realmente existe un potencial muy fuerte. Y un marco regulatorio más favorable impulsaría sin duda la expansión de las renovables”, concluye Campos.

 

Este estudio ha sido llevado a cabo por tres investigadores: Iñigo Capellán Pérez, miembro del Grupo de Energía, Economía y Dinámica de Sistemas de la Universidad de Valladolid y Álvaro Campos Celador y Jon Terés Zubiaga, ambos profesores del Departamento de Máquinas y Motores Térmicos de la Escuela de Ingeniería de Bilbao de la  UPV/EHU. (Fuente: UPV/EHU)

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