La Organización Mundial de la Salud considera como un grupo especialmente vulnerable a virus y bacterias a los bebés, niños y adolescentes.
Estas son las infecciones más comunes que los afectan, y de las que deberíamos protegerlos.
Infecciones respiratorias
Gracias a los avances en materia sanitaria, su tasa de mortandad entre infantes mexicanos ha bajado en los últimos años, infecciones como bronquitis, influenza y neumonía persisten como complicación de alguna infección en las vías respiratorias inferiores (tráquea, pulmones, bronquios y pleura).
Lo más importante es consultar al pediatra para iniciar el tratamiento.
Infecciones gastrointestinales
En México, este grupo de enfermedades, especialmente la gastroenteritis aguda, es un problema grave especialmente en zonas de climas cálidos y tropicales.
En este tipo de infecciones, los riesgos más grandes que corre un niño/a infectado/a son: deshidratación, debido al vómito y diarrea, y fiebre, que puede generar convulsiones.
Meningitis
Este tipo de infección ataca fundamentalmente a menores de 10 años e inflama las membranas que recubren el sistema nervioso (cerebro, cerebelo y médula espinal). Los síntomas principales son dolores de cabeza intensos, fatiga, y fiebre.
Cuando la meningitis no se controla, puede causar secuelas graves a la capacidad motora y cognitiva del niño, dificultando su desarrollo o, inclusive, causando la muerte.
Hepatitis A
Este tipo de hepatitis no es tan agresiva como los otros tipos, este caso, la inflamación del hígado puede afectar su metabolismo y la absorción de nutrientes.
Los niños pueden infectarse por beber o comer alimentos infectados o estar en contacto con alguien con la enfermedad. Diferente a los niños, los adultos usualmente no desarrollan síntomas, pero pueden transmitirlo.
Los síntomas pueden confundirse con los de la gripe, con la particularidad que van a tener dolor abdominal e ictericia (coloración amarilla en piel y ojos).
Infecciones urinarias
En estos casos, la bacteria E. coli es muy común. Las infecciones urinarias usualmente se alojan en uretra o vejiga, pero pueden extenderse hasta los riñones y al sistema circulatorio, provocando sepsis.