El síndrome de Opitz C (OCS), una enfermedad ultrarrara que causa graves discapacidades físicas e intelectuales, tiene una base genética muy heterogénea que dificulta el diagnóstico médico y la intervención terapéutica, según confirma una nueva publicación de los profesores Daniel Grinberg, Susanna Balcells y Roser Urreizti, del Grupo de Investigación en Genética Molecular Humana de la Facultad de Biología de la Universidad de Barcelona y del Centro de Investigación Biomédica en Red de Enfermedades Raras (CIBERER) (España). El nuevo trabajo, publicado en la revista Expert Opinion on Orphan Drugs, concluye que esta patología grave y extremadamente rara del neurodesarrollo podría considerarse como un auténtico «síndrome privado» en cada paciente.
Descrita en 1969 por el genetista John M. Opitz, esta patología ultrarrara —con pocos casos diagnosticados en el mundo— presenta una gran variabilidad clínica con diferentes grados de severidad (trigonocefalia, discapacidad intelectual, retraso psicomotriz, etc.). Por ello, la sintomatología clínica de esta dolencia se puede solapar con la de otras enfermedades minoritarias similares (síndromes de Kleefstra, Kabuki, Bohring-Opitz, etc.).
Sin embargo, pese a compartir diversas manifestaciones clínicas, «esta enfermedad no muestra una base genética común a todos los afectados y su modelo de transmisión hereditaria es todavía desconocido», destacan los autores, que también son miembros del Instituto de Biomedicina de la Universidad de Barcelona (IBUB) y el Instituto de Investigación Sant Joan de Déu (IRSJD).
De difícil diagnóstico por su amplio patrón clínico, esta patología ha sido asociada con diversos genes —por ejemplo, ASXL1, CD96, ASXL3 y MAGEL2— desde el año 2007. En este contexto, las líneas de trabajo del Grupo de Investigación en Genética Molecular Humana (UB-CIBERER-HSJD) —en el que también participan Raquel Rabionet y Laura Castilla— están ampliando el conocimiento de las bases genéticas de esta patología sin posibilidades de tratamiento, diagnóstico prenatal o consejo genético hasta la actualidad.
«En este tipo de enfermedades ultrarraras, la aplicación de nuevas tecnologías de secuenciación masiva es un factor decisivo para facilitar el diagnóstico molecular de los pacientes y así poder avanzar en la exploración de aplicaciones terapéuticas», apuntan los expertos.
En algunos casos, los pacientes afectados por este tipo de enfermedades ultrarraras pueden recibir un diagnóstico inicial incompleto y demasiado genérico, que dificulta cualquier iniciativa de intervención terapéutica. Este es el caso de un estudio reciente con participación del Grupo de Investigación en Genética Molecular Humana que ha identificado dos mutaciones en el gen PIGT de un paciente inicialmente diagnosticado con el síndrome de Opitz C.
Dicho estudio ha podido perfilar un diagnóstico molecular más preciso de la causa de la patología real —con pocos casos citados en la literatura científica— que afectaba a este paciente, considerado en un primer momento como Opitz C. La investigación, publicada en la revista Medicine, se ha desarrollado en colaboración con expertos del Centro de Genética Clínica y la Universidad de Nueva Gales del Sur (Australia), entre otras instituciones.
La colaboración científica internacional también ha sido decisiva para el diagnóstico genético en más casos de afectaciones severas en el neurodesarrollo que se habían considerado como síndrome de Opitz C. En concreto, el equipo de la UB también ha participado en la identificación de nuevas mutaciones genéticas asociadas al síndrome DPH1 —una enfermedad minoritaria con baja prevalencia en la población— en pacientes de dos familias distintas y originarias de Malta y el Yemen.
En el estudio, publicado en European Journal of Human Genetics, se ha analizado el efecto de las nuevas mutaciones en el gen DPH1 identificadas en estos pacientes y también de las que se habían citado previamente en la literatura científica. Mediante la aplicación de un ensayo bioquímico y de un modelo computacional de la proteína DPH1 y sus variantes, se ha podido evaluar la capacidad enzimática de la forma natural y mutada de esta proteína, que está relacionada con los procesos de embriogénesis y organogénesis. En la investigación también han colaborado los equipos dirigidos por la profesora Bryn D. Webb, de la Escuela de Medicina Icahn de Mount Sinai (Nueva York (Estados Unidos), y los expertos Guillem Plasencia (empresa Lead Molecular Design, Sant Cugat del Vallès) y Ulrich Brinkmann (Centro de Innovación Roche, Alemania).
En este escenario de retos científicos para mejorar el diagnóstico molecular en biomedicina, «la posibilidad de realizar análisis familiares —mediante secuenciación del exoma o whole-exome sequencing, WES— y la colaboración internacional resultan imprescindibles para impulsar el conocimiento de las enfermedades raras del neurodesarrollo», destacan los expertos del Grupo de Investigación en Genética Molecular Humana (UB-IBUB-CIBERER-IRSJD).