Científicos de la Universidad de Granada (UGR) (España) han determinado que la ingesta prolongada de aceite de oliva virgen y, en menor medida, la de aceite de pescado, aumenta la esperanza de vida media en ratas alimentadas durante toda su vida con cualquiera de estos tipos de grasa de la dieta frente al aceite de girasol.
El estudio, liderado por investigadores del Instituto de Nutrición y Tecnología de los Alimentos “José Mataix Verdú”, ubicado en el Centro de Investigación Biomédica de la Universidad de Granada, en colaboración con especialistas en Anatomía Patológica del Hospital Universitario San Cecilio de Granada y del Complejo Hospitalario de Jaén, así como con el grupo del profesor Maurizio Battino, de la Università Polictecnica delle Marche en Ancona, Italia, y Visiting Scholar en la Universidad de Granada, ha sido publicado en la prestigiosa revista The Journals of Gerontology, Series A: Biological Sciences, la revista dedicada al estudio del envejecimiento más veterana de Estados Unidos, fundada en 1946.
En este estudio, según explica el profesor José L. Quiles, catedrático de Fisiología de la Universidad de Granada y responsable de la investigación, los autores alimentaron durante toda su vida a ratas con diferentes fuentes grasas (aceite de oliva virgen, aceite de girasol o aceite de pescado), tratando de averiguar los efectos sobre la salud y la longevidad de dietas con contenido mayoritario en ácidos grasos de tipo w9 (omega 9), como los que aporta de forma mayoritaria el aceite de oliva virgen, frente a los ácidos grasos w6 (omega 6), presentes de forma principal en el aceite de girasol, y los ácidos grasos w3 (omega 3), mayoritariamente localizados en el aceite de pescado.
El aceite de pescado empleado en este estudio no es de uso culinario habitual; la fuente normal de ácidos grasos omega 3 es la grasa que aporta el pescado consumido en la dieta o los suplementos w3. En este estudio se ha empleado aceite de pescado como modelo para comparar frente a los otros dos tipos de aceite, que sí son de uso culinario habitual.
Para valorar el efecto del consumo mayoritario de un tipo de grasa u otro se construyeron curvas de supervivencia de los animales donde se pudo estudiar el ritmo al cual los animales fueron muriendo de forma natural a lo largo de toda su vida. Con el análisis de las curvas de supervivencia se obtuvieron datos como la vida media (parámetro relacionado con la esperanza de vida), es decir, la edad a la cual permanecían vivos la mitad de los animales de cada grupo experimental, así como la vida máxima, es decir, la edad a la cual murió el último animal de cada grupo experimental. Además, a cada uno de los animales del estudio, patólogos especialistas le realizaron una necropsia reglada a medida que fueron muriendo para analizar todos sus órganos y así poder establecer la causa más probable de muerte.
Los resultados mostraron que los animales alimentados con aceite de oliva virgen presentaban mayor vida media y tenían una curva de supervivencia más extendida a lo largo de toda su vida en comparación con los alimentados con aceite de girasol. Por su parte, los animales alimentados con aceite de pescado tuvieron también mayor vida media que los alimentados con girasol, aunque su curva de supervivencia sólo se extendió con respecto a la de girasol en algunas fases de su vida.
En cuanto a los hallazgos observados en el estudio de las causas de muerte, se constató que en todos los casos los animales morían al llegar a una edad avanzada, fundamentalmente de cáncer (aproximadamente el 50% de las muertes). También fueron importantes las muertes debidas a patologías cardiovasculares (entre el 20 y el 30% de las muertes) así como las que tuvieron una causa infecciosa o inflamatoria (12-20% de las muertes). En cualquier caso, no hubo diferencias significativas entre los grupos en cuanto a la mayor o menor frecuencia de aparición de un tipo determinado de causa de muerte.
En palabras de César Luis Ramírez-Tortosa, responsable del equipo de patólogos del estudio, “estos resultados parecen indicar que la menor vida media ysupervivencia asociada a la ingesta de aceite de girasol no se debería a que esta grasa potencia la aparición de un mayor porcentaje de muertes debidas a una causa de muerte concreta, sino que más bien podría deberse a que dichas enfermedades estarían apareciendo antes en el tiempo”.
En una segunda parte del estudio, los investigadores utilizaron las mismas grasas antes descritas pero suplementadas con coenzima Q10 (CoQ10), un antioxidante que se ha mostrado de utilidad ante algunas patologías asociadas al envejecimiento. La adición de CoQ10al aceite de girasol hizo que mejorase la supervivencia de las ratas, igualando los resultados con los hallados en los animales alimentados con los aceites de oliva virgen o pescado. Por otro lado, el CoQ10 no tuvo ningún efecto adicional al ser añadido al aceite de oliva virgen o al aceite de pescado. Estos resultados podrían indicar, en palabras de Alfonso Varela, coautor del estudio, que “el uso de suplementos a base de antioxidantes debería quedar restringido a situaciones especiales, como las relacionadas con una dieta deficiente o en situaciones patológicas concretas, mientras que su uso en individuos sanos bien alimentados no aportaría ningún beneficio adicional, en el mejor de los casos”.
Con este estudio se cierra un ciclo experimental que se inició hace 25 años bajo la dirección del profesor José Mataix, del cual hace unos meses se han cumplido 10 años de su fallecimiento. En palabras del profesor Quiles “pensamos que más allá de los homenajes, no hay mayor reconocimiento a la figura del profesor Mataix que perpetuar su memoria continuando su labor científica en una línea de investigación como la del aceite de oliva a la que tantos años, esfuerzo y cariño dedicó”.
En todos estos años, a través de diversas investigaciones, el grupo ha constatado algo que se sabe desde hace siglos: que el aceite de oliva virgen es bueno para la salud. Sin embargo, lo que aportan los estudios de este grupo de investigación es el conocimiento de los mecanismos a través de los cuales este aceite ejerce sus efectos beneficiosos. La mayor parte de los estudios de esta línea se han realizado en roedores, lo cual, lejos de restar importancia a los resultados por no haberse llevado a cabo en humanos, ha permitido realizar intervenciones nutricionales controladas y mantenidas a lo largo de toda la vida en un organismo superior como la rata, algo muy poco frecuente, permitiendo analizar además tejidos y células que habitualmente no están disponibles en los estudios en humanos. (Fuente: UGR/DICYT)