Las tortugas marinas son reptiles de sangre fría y habitan en todos los océanos tropicales. Son exclusivamente marinas, pero tocan tierra solamente para anidar.
Lamentablemente la tortuga marina es un animal muy buscado por el hombre ya que puede aprovechar todo de ella: carne, caparazón, piel y huevos. Todas las especies se encuentran en peligro de extinción, aunque unas más que otras, como la tortuga carey y la verde.
Mueren enredadas en basura
Redes de pesca perdidas, cordeles de plástico y nailon, correas de plástico para embalaje, cuerdas de cometas, cordel para globos, y todo tipo de plásticos, incluidas sillas rotas, se convierten en la peor pesadilla de las tortugas marinas.
El director del Centro de Ecología y Conservación de la Universidad de Exeter (Reino Unido) y autor principal de un estudio publicado en la revista Endangered Species Research, explica que“La basura plástica en los océanos –incluidas las artes de pesca perdidas o desatendidas que no son biodegradables– es una gran amenaza para las tortugas marinas”.
El trabajo revela que el 91% de las tortugas halladas en las playas del Atlántico, Pacífico, Índico, Caribe y Mediterráneo estaban muertas al haber quedado atrapadas en las redes abandonadas y en diversidad de plásticos. En total, la cifra asciende a casi mil individuos. El impacto es mayor en las crías y en los ejemplares más jóvenes. Pero es probable que la cifra esté subestimada.
Las tortugas que sobreviven sufren heridas graves como mutilaciones, amputaciones o asfixia. Otras arrastran de por vida los restos de basura. Según la investigación, que ha permitido entrevistar a 106 expertos que rescataron y rehabilitaron tortugas varadas en 43 países, la basura marina es una verdadera amenaza para las tortugas, así como para los animales que quedan enredados en ella, como confirmaron estudios anteriores.
Las tortugas jóvenes viajan en las corrientes oceánicas a zonas donde se concentra basura flotante y los desechos que se convierten en trampas ecológicas. Pero debido a la mayor acumulación de plásticos en los océanos, las tortugas también se acostumbran a vivir cerca de los residuos y pueden permanecer así durante años.
“La contaminación por plásticos podría tener un impacto negativo a largo plazo en la supervivencia de algunas poblaciones de tortugas. La amenaza es mayor que la de los vertidos de petróleo. Necesitamos reducir el número de desechos plásticos”, subraya Godley.
Una nueva enfermedad emergente
Las enfermedades emergentes son unas de las principales causas de pérdida de biodiversidad, y su efecto se ve aumentado por la globalización, la dispersión de especies invasoras portadoras de patógenos, y por el cambio climático. Ahora, un estudio internacional liderado por investigadores del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) ha descrito una nueva enfermedad emergente causada por un hongo que afecta a embriones de tortugas marinas. Los resultados se publican en la revista PLOS Pathogens.
“La descripción de esta enfermedad emergente en tortugas marinas (STEF, Sea Turtle Egg Fusariosis) alerta sobre la necesidad de controlar esta patología en el diseño de planes conservación de estas especies amenazadas, alguna de las cuales están en peligro crítico de extinción en regiones biogeográficas concretas como el Pacifico”, señala Javier Diéguez-Uribeondo, científico del Real Jardín Botánico (CSIC) e investigador principal del estudio.
Las primeras mortalidades masivas en anidaciones de tortugas marinas fueron detectadas en Cabo Verde en 2010 por los del investigador del CSIC Javier DiéguezUribeondo, y Adolfo Marco. “Posteriores estudios de los microrganismos aislados de estas áreas afectadas permitieron conocer las especies patógenas involucradas”, comenta Diéguez-Uribeondo.
“Las dos especies patógenas pertenecen al género Fusarium y se han detectado en todas las especies de tortugas marinas, y áreas de anidación estudiadas: Australia, Cabo Verde, Colombia, Costa Rica, Ecuador, España, Estados Unidos, Gabón, o Islas Ascensión”, añade el investigador. Este estudio alerta sobre la necesidad de aumentar el conocimiento sobre la biología y diversidad genética de estos patógenos.
El estudio lo han realizado investigadores del laboratorio de hongos patógenos emergentes del Real Jardín Botánico (CSIC) en colaboración con investigadores de las Universidades de Pennsylvania y California y el Departamento de Agricultura de Estados Unidos (USDA).
La investigación ha sido posible gracias al trabajo con las colecciones de cultivos de patógenos del género Fusarium del Real Jardín Botánico. Este centro de investigación posee colecciones de hongos relacionados con el declive de la biodiversidad con un total de más de 3.000 ejemplares y secuencias de ADN para el estudio de enfermedades emergentes en especies amenazadas.