Cuando un pequeño fragmento de hueso humano aparece en una excavación, Nicole Smith-Guzmán puede decirte exactamente a qué parte del esqueleto pertenece. Su interés por los huesos comenzó durante su infancia y adolescencia, después de fracturarse algunos, incluyendo la pelvis. Luego, como estudiante de antropología en la universidad, una clase de osteología humana la enganchó para siempre, conectando sus intereses intelectuales con uno de sus pasatiempos favoritos: los rompecabezas.

 

“Era un desafío recordar cómo se veían los huesos enteros y, si conseguía fragmentos, reconstruirlos”, dice, mientras descansa en el portón trasero de una camioneta, a pocos pies de una reciente excavación en el sitio arqueológico de Punta Blanca en la península de Azuero de Panamá.

 

Ahora es bioarqueóloga, una especialización bastante reciente en el campo de la arqueología, y puede descifrar una variedad de cosas a partir de los huesos humanos, desde su edad y sexo, hasta cambios en la fisiología ósea que podrían estar relacionados con prácticas culturales, patrones de actividad o enfermedades. Aunque todo esto se puede hacer en el laboratorio, un bioarqueólogo en el campo puede ayudar a prevenir daños accidentales en los esqueletos durante el proceso de excavación.

 

En Punta Blanca, cuando empezaron a surgir fragmentos óseos del suelo, Nicole descifró rápidamente la orientación del cuerpo, dirigiendo la excavación de una manera que no afectaría su posición original ni dañaría los huesos.

 

 

“A veces, al exponer un esqueleto por primera vez, está en el mejor estado que lo vas a encontrar jamás, y un bioarqueólogo en el campo puede hacer gran parte de la interpretación mientras aún está en la tierra”, explica.

 

Desde su llegada al laboratorio de Richard Cooke en el Instituto Smithsonian de Investigaciones Tropicales (STRI) en 2014, primero como voluntaria y hoy en día como becaria postdoctoral, Nicole ha asumido varias misiones. Para empezar, está creando una base de datos de los más de 600 esqueletos en el laboratorio, con información sobre su edad, sexo, patologías y marcadores de actividades bioculturales, algo que futuros bioarqueólogos podrían aprovechar para proyectos más específicos. Se trata de una colección única y valiosa para el trópico, donde la preservación ósea tiende a ser deficiente.

 

“Este es probablemente el mayor conjunto de esqueletos en el Neotrópico, y posiblemente representa a todas las personas que vivían en la región tropical de las Américas”, agrega.

 

Durante el proceso de clasificación de estos esqueletos, Nicole hizo algunos descubrimientos interesantes. Encontró, por ejemplo, una alta prevalencia de anomalías del desarrollo en algunas poblaciones, como erupción de dientes en la dirección equivocada. También halló casos de afecciones congénitas, como la osteogénesis imperfecta, una enfermedad de los huesos frágiles.

 

Uno de sus trabajos más notorios fue resolver el origen de una masa calcificada en el brazo de una adolescente precolombina. Después de varias radiografías y tomografías, consultas de textos médicos y la ayuda de oncólogos pediátricos en los Estados Unidos, pudo describir el caso más antiguo de cáncer descubierto en América Central.

 

Nicole también ha estado ocupada corrigiendo las malinterpretaciones de sus predecesores. Reevaluando el trabajo arqueológico realizado en los años cincuenta en Playa Venado en Panamá, no encontró suficiente evidencia en los huesos para apoyar la tesis original de que los sacrificios humanos y las mutilaciones eran comunes allí.
Su publicación más reciente se refiere a un crecimiento óseo, conocido como oído de surfista, en el canal auditivo de los pueblos precolombinos que vivían cerca de la Bahía de Panamá. Esto generalmente resulta de la exposición constante del canal auditivo a condiciones frías y húmedas. La ubicación geográfica de estos esqueletos, en un sitio con aguas superficiales muy frías durante la estación seca, la llevó a concluir que las personas afectadas pasaban mucho tiempo buceando, en busca de conchas.

 

Junto a la arqueóloga y científica del STRI, Ashley Sharpe, Nicole también está construyendo un mapa de estroncio para Panamá. Este marcador químico que se acumula en los dientes durante los primeros años de vida, muestra variaciones de una región a otra, y revelará mucha información sobre la migración y el movimiento de personas a lo largo de los paisajes antiguos de Panamá.

 

“Con mi investigación, realmente quiero saber quiénes eran estas personas y qué los llevó a hacer lo que estaban haciendo en su vida”, concluye. (Fuente: STRI/DICYT)

Publisher: Lebanese Company for Information & Studies

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