Hace miles años, probablemente en Asia, un perro contrajo un cáncer que se propagó a otros cánidos a través del apareamiento. Cuando estos animales desaparecieron, el tumor sobrevivió durante miles de años y perduró hasta nuestros días pasando de perro en perro. Es el más antiguo y prolífico que se conoce.
En 2014, un equipo de investigación, liderado por la Universidad de Cambridge (Reino Unido), publicó en Science la secuenciación del genoma de este tumor venéreo transmisible canino, conocido por las siglas CTVT en inglés, cuyas células somáticas se extienden o “metastatizan” entre individuos por contacto físico a través de la transferencia directa de células cancerosas vivas.
Los resultados sugirieron que el cáncer, que provoca tumores genitales, se originó en un perro de una raza similar al husky siberiano hace unos 11.000 años, en Asia central o en Siberia. “También se halló evidencia de que muchas de las mutaciones que contiene son debidas a la exposición a luz ultravioleta”, señala a Sinc el investigador español Adrián Baez-Ortega del departamento de Medicina Veterinaria de la universidad británica.
Ahora, un nuevo estudio, publicado en la misma revista y liderado por el mismo centro, arroja luz sobre muchos más aspectos de la historia de este cáncer, gracias al análisis de 546 tumores repartidos por todo el mundo. El grupo de 80 investigadores de 63 instituciones científicas diferentes ha podido establecer de este modo una asociación estadística entre la latitud geográfica y el grado de mutación debida a la radiación solar.
La investigación revela, por un lado, que el tumor se originó en realidad hace entre 8.500 y 4.000 años en Asia. Permaneció en su entorno original durante miles de años y no se desplazó a Europa hasta hace unos mil años. A América llegó con los conquistadores europeos en el siglo XV.
“Durante los últimos 500 años, el CTVT se ha extendido alrededor del mundo de forma acelerada, gracias al desarrollo del transporte marítimo intercontinental. El primer movimiento de este tumor fuera de Europa tuvo lugar hace cinco siglos, cuando fue introducido en América, probablemente por navegantes europeos”, asevera Baez-Ortega, primer autor de la investigación.
Por otra parte, el estudio ha permitido hallar un agente mutagénico (que cambia o altera la información genética) nunca antes descrito hasta ahora, y que pudo producir un alto número de mutaciones en este cáncer hace miles de años. “Pero este mutágeno desapareció del entorno del tumor hace unos 1.000 años, y nunca ha sido visto de nuevo en ningún tipo de cáncer. Su identidad sigue siendo un misterio”, subraya el investigador.
En la actualidad, el tumor canino presenta solo cinco mutaciones causales o drivers (las que dirigen la evolución del cáncer), “algo nada sorprendente, dado que la mayoría de cánceres tienen un número similar”, aclara el investigador. Los autores, sin embargo, recalcan que estas mutaciones debieron surgir muy temprano.
“Todas estas mutaciones causales son bastante comunes en muchos tipos de cáncer humano, y no revelan nada acerca de por qué el CTVT es un cáncer tan especial. Puede que fuera simplemente un cáncer corriente que encontró las circunstancias adecuadas para volverse transmisible”, añade el experto.
Para analizar la evolución de esta enfermedad y su malignidad a lo largo de miles de años, los científicos compararon los procesos mutacionales y las fuerzas de selección que moldearon su genoma con los descritos en los cánceres humanos de corta existencia. La conclusión es que “el CTVT evoluciona de un modo diferente a los cánceres humanos”, indica a Sinc Baez-Ortega.
El estudio sugiere que la evolución de los cánceres de larga vida es casi neutral, comparado a la de los humanos. “Mientras que estos últimos evolucionan gracias a la adquisición de mutaciones que proporcionan una ventaja selectiva a las células cancerosas, volviéndolas mejor adaptadas al entorno, el CTVT no muestra ningún signo de este proceso”, observa el investigador.
Según los científicos, este cáncer ha dejado de evolucionar hacia ninguna dirección en particular, y su desarrollo es mayormente “aleatorio”, lo que se conoce como deriva genética. “En otras palabras, el tumor venéreo continúa acumulando mutaciones, pero sin adaptarse mejor a su entorno”, explica el experto.
El CTVT ha sobrevivido para convertirse en un parásito del perro, es decir en una forma de vida independiente y sostenible a largo plazo. Además, durante los últimos 2.000 años no hay pruebas de que haya afectado a la evolución del perro. “No ha habido ninguna “carrera armamentística” entre el perro y el cáncer, como las que hemos visto entre el ser humano y los parásitos de la malaria, por ejemplo”, apunta Baez-Ortega.
En el futuro, la deriva genética y la continua acumulación de mutaciones podrían hacer que el cáncer se adapte peor a su entorno. “Podrían pasar decenas de miles de años antes de que esto tenga un efecto visible en su supervivencia”, concluye el científico. (Fuente: SINC/Adeline Marcos)