Dos de las bacterias más comunes que generan intoxicaciones e infecciones intestinales y que ingresan por medio de alimentos son la Sallmonela y el Staphylococcus aureus. La primera se puede transmitir junto al huevo y al pollo cuando están poco cocidos, y la segunda -habita en el ser humano, especialmente en la piel- puede trasmitirse cuando se manipulan los alimentos sin las medidas de higiene adecuadas. Investigadoras de Tucumán (Argentina) han encontrado que dos bacterias lácticas podrían prevenir este tipo de enfermedades e incluso controlar su diseminación.
El equipo está integrado por las investigadoras Gabriela Perdigón, Carolina Maldonado y Silvia Cazorla y por las becarias Emilse Méndez Utz, Florencia Balcells y María José Martínez Monteros. Se desempeñan en el Centro de Referencias para Lactobacilos (CERELA), que depende del Conicet Tucumán. El grupo analizó la acción de las bacterias Lactobacillus casei CRL 431 (Lc 431) y Lactobacullis paracasei CNCM I-1518 (Lp 1518) tanto in vitro como en modelos animales (ratones). Comprobó que su presencia aumentó el número de las células de Paneth, que cumplen un rol importante en la defensa del organismo, protegiendo que ingresen al intestino agentes patógenos. Estas bacterias, además, mostraron actividad antimicrobiana contra Staphylococcus aureus y Salmonella.
Las bacterias probióticas son conocidas en el mundo por su potencial para estimular el sistema inmunológico. En Argentina, se difundieron a partir del trabajo del científico Guillermo Oliver, que perteneció al CERELA y desarrolló la leche Bio, un alimento probiótico que combatía la desnutrición y mejoraba el sistema inmunológico, comercializado por Sancor. La doctora Perdigón integraba su equipo y hoy continúa con la línea de investigación.
Si bien el trabajo se encuentra en etapa preclínica, las científicas pretenden, en el futuro, suministrar las bacterias “beneficiosas” por medio de una leche o de cápsulas para estimular la inmunidad. Actualmente, en los ensayos con animales se utilizan como vehículo de los microorganismos, una mezcla de agua y de leche.
Cazorla señaló que el mecanismo de acción de estas bacterias benéficas consiste en la producción de péptidos o sustancias antimicrobianas. “Estos péptidos actuarían como antibióticos endógenos del organismo del hombre -que se producen a nivel intestinal- cuando ingresa una bacteria, un virus o un hongo. Se unen a la superficie del microorganismo invasor, y producen poros que rompen al patógeno produciendo su muerte, sin causar daños en el huésped. Agregó que comprobaron una eficacia de alrededor de un 80% en la protección contra infecciones intestinales.
El equipo publicó recientemente un trabajo en la prestigiosa revista científica Frontiers in Microbiology, donde, además, encontró que el suministro de estos microorganismos es útil a lo largo de toda la vida del ratón. Probaron la actividad antimicrobiana intestinal desde el momento del destete (21 días) hasta la vejez (180 días) con resultados positivos. Esto implica que las bacterias serían eficaces en cualquier etapa de la vida de las personas.

 
Maldonado mencionó que cuando suministraron las bacterias probióticas a los ratones, observaron que no sólo llegaban al intestino, que es al primer lugar hacia donde se dirigen. “Corroboramos que las señales se desplazaban hacia el timo por medio de pequeñas moléculas”, puntualizó. El timo es un órgano pequeño -situado detrás del esternón- que cumple una función primordial en el sistema inmunitario, a tal punto que su reducción de tamaño o de función provoca inmunodeficiencia y una alta propensión a las infecciones.
El estudio de estas bacterias sobre el timo fue publicado en otra revista científica, el British Journal of Nutrition. En esta publicación las investigadoras observaron una correlación entre la reducción del tamaño y la función del timo y la desnutrición. En ensayos de animales con desnutrición no severa inducida, comprobaron que el suministro diario de Lc 431 mejoraba el aspecto y la función del timo. “Una mejor performance de esta glándula fortalecía el sistema inmunológico del animal y ayudaba al repunte del peso”, describió Cazorla.
Pese a que son conocidos los beneficios de las bacterias probióticas, muchos médicos son reticentes a la hora de indicarlas en pacientes desnutridos o inmunodeprimidos. Esto se debe al temor de que, una vez ingresadas en el organismo, generen un desbalance de la flora intestinal y despierten bacterias –“antes dormidas”- que puedan afectar la salud del huésped. Para esos casos, las investigadoras dejaron de emplear microorganismos vivos (las bacterias), para reemplazarlas por un fragmento de éstas.
Maldonado contó que compararon los efectos de la bacteria Lc 431 en forma total y fragmentada. Comprobaron que la fracción es apenas un 20% inferior que la bacteria completa (que tiene un 90% de efectividad) a la hora de estimular el sistema inmunológico. “Un microorganismo tiene una sopa de antígenos o de proteínas y que con una sola logremos una estimulación del 70%, eso es muchísimo”, opinó.
Las científicas desarrollan diferentes líneas de investigación en torno de la bacteria Lc 431. Perdigón comentó que así como actúa a nivel del intestino, enviando señales al timo, llega también a otros órganos como las glándulas mamarias. Explicó que en pruebas realizadas con animales de experimentación observaron que ayudaba a reducir el avance del cáncer mamario, en estadios iniciales.
Agregó que actualmente estudian el potencial de Lc 431 para combatir bacterias intrahospitalarias multiresistentes. “En la clínica, los antibióticos están tan mal usados que terminan generando microorganismos que se vuelven resistentes, entonces, dentro de unos años no habrá antibióticos con los cuales combatirlos”, puntualizó. Y advirtió que los probióticos podrían convertirse en una alternativa eficaz para esos casos. (Fuente: Daniela Orlandi / Universidad Nacional de Tucumán – Facultad de Bioquímica, Química y Farmacia)

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