Las perdices son aves no migratorias de la familia Phasianidae nativas de Europa, Asia, África y Medio Oriente. Por extensión, en algunos lugares se llama “perdiz” a las especies americanas de la familia Odontophoridae, y a algunas especies de la familia Tinamidae (inambúes, tinamúes o “perdicesamericanas”).
La coloración roja de muchos animales, incluida la perdiz roja (Alectoris rufa), está producida por pigmentos llamados carotenoides que se obtienen con la dieta. La teoría más aceptada sugiere que la evolución de estas coloraciones es consecuencia de la selección sexual: los animales más coloreados son escogidos preferentemente por sus parejas porque estos colores indican que son ejemplares de mayor calidad.
“Los carotenoides, además de colorear, tienen funciones antioxidantes, preservando la salud de los animales. Aparearse y criar con animales de colores intensos supondría un beneficio para la pareja, que obtendría más descendencia. Esto sería así porque el animal coloreado transmitiría genes que favorecen la salud de sus descendientes y/o porque, por encontrarse en mejor estado físico, colaborarían más en la crianza”, contextualiza el investigador del Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN) en España y director del proyecto, Carlos Alonso- Álvarez, que ha liderado el trabajo junto al Instituto de Investigación en Recursos Cinegéticos (IREC) del mismo país.
Un animal muy rojo debería ser un animal de muy buena calidad, pero ¿cómo se mide esa calidad? “Desde el punto de vista de la evolución, un animal de alta calidad debería ser capaz de vivir mucho tiempo dejando muchos descendientes. Estudiar esto con animales salvajes es muy complejo ya que no conocemos la historia completa de cada individuo”, aclara Alejandro Cantarero primer autor del estudio, publicado en PLoS ONE.
Para intentar resolver esto, el equipo de investigadores estudió la relación entre la coloración roja de machos de perdiz roja mantenidos en cautividad, su longevidad y su capacidad de producir descendientes. “Hemos monitorizado la vida de ejemplares que han llegado a vivir hasta siete años y, efectivamente, las aves más rojas eran más longevas y dejaban más descendientes, tal y como se había predicho”, explica Alonso-Álvarez.
La coloración roja de las perdices depende inicialmente de carotenoides amarillos ingeridos con la comida que luego son transformados en rojos por el organismo. Esto ocurre mediante reacciones de oxidación que se producen dentro de las células del animal y recientemente se ha sugerido que los colores rojos indican la capacidad de cada individuo para realizar estas oxidaciones, acción que se asocia con el envejecimiento.
“El hecho de que los machos más rojos vivan más tiempo sugiere que estos mismos animales están más capacitados para realizar las oxidaciones y evitar al mismo tiempo el estrés oxidativo”, revela Cantarero.
Además, a algunos machos se les manipuló el nivel y actividad de la testosterona, hormona sexual que también influye en la producción de coloraciones de muchas especies. La relación entre color rojo y calidad del animal desapareció con estos tratamientos ya que su éxito reproductor o longevidad cambiaba al soportar niveles experimentales de hormona.
Por ello, en estos casos, la señal de calidad se volvía poco fiable. Por ejemplo, las aves con mucha testosterona podrían producir mucha coloración, pero luego vivir muy poco. “A pesar de ser un escenario artificial, el resultado sugiere que los animales deben desarrollar mecanismos que controlen en su justo punto la actividad de la testosterona para permitir que la coloración roja sea fiable como indicadora de calidad, y así evolucione como señal sexual”, comenta Cantarero.
Este es el primer trabajo que demuestra una asociación entre coloración roja producida por pigmentos carotenoides y, simultáneamente, la longevidad y capacidad reproductiva durante toda una vida en una especie animal.