Los viejos mayas cuentan que los Dioses crearon todas las cosas en la Tierra y, al hacerlo, a cada animal, a cada árbol y a cada piedra le encargaron un trabajo. Pero cuando ya habían terminado, notaron que no había nadie encargado de llevar sus deseos y pensamientos de un lugar a otro.
Como ya no tenían barro ni maíz para hacer otro animal, tomaron una piedra de jade y con ella tallaron una flecha muy pequeña. Cuando estuvo lista, soplaron sobre ella y la pequeña flecha salió volando. Ya no era más una simple flecha, ahora tenía vida: los dioses habían creado al x ts’unu’um , es decir, el colibrí.
Sus plumas eran tan frágiles y tan ligeras, que el colibrí podía acercarse a las flores más delicadas sin mover un solo pétalo. Brillaba bajo el sol como gotas de lluvia y reflejaba todos los colores.
Entonces, los hombres trataron de atrapar a esa hermosa ave para adornarse con sus plumas. Los Dioses, al verlos, se enojaron y dijeron que, si alguien osaba atrapar a un colibrí, sería castigado.
Es por eso que los colibríes no pueden guardarse en jaulas. Los Dioses los crearon para volar libremente.
Pero los Dioses no solo crearon estas bellas aves y las hicieron libres. También les destinaron un trabajo: los colibríes tendrían que llevar de aquí para allá los pensamientos de los hombres y de los mismos Dioses.
Por eso, según la leyenda, cuando aparece un colibrí ante ti de repente, te está llevando un mensaje de amor y cariño de parte de alguien que está pensando en ti, de esta tierra o de más allá.
Hasta hace poco, las hipótesis más aceptadas sobre la llegada del ser humano al continente americano apoyaban la idea de que un corredor libre de hielo entre Siberia y Alaska permitió que las personas pudieran migrar hacia el sur. Pero hasta hace unos 12.600 años estuvo impracticable y existen evidencias anteriores a esa fecha de la presencia humana.
En el yacimiento llamado Cooper’s Ferry, en el estado de Idaho, al noroeste de Estados Unidos, un equipo de científicos, liderado por la Universidad del Estado de Oregón, ha hallado restos de utensilios y láminas de piedra que datan de unos 16.000 años y que pudieron haber sido utilizados en el procesamiento de alimentos. Junto a las herramientas, se han descubierto también restos fósiles de caballos extintos y otros pequeños mamíferos.
Lo sorprendente de este descubrimiento no es solo su antigüedad –que precede a la cultura clovis, los indígenas que se creían pudieron ser los primeros habitantes de América–, sino su similitud con la forma de los artefactos de piedra más antiguos hallados en la isla japonesa de Hokkaido.
“Sugerimos que los primeros estadounidenses pudieron haber llegado a Norteamérica a través de una migración costera que comenzó en lo que ahora es Japón antes de hace unos 16.000 años”, declara a Sinc Loren G. Davis, director del Pacific Slope Archaeological Laboratory de la universidad estadounidense y primer autor del estudio que publica Science.
Según los investigadores, los antepasados de los primeros estadounidenses vinieron del noreste de Asia. En concreto los pueblos que llegaron al yacimiento pudieron haberse originado en las islas japonesas. “Ahora se está colaborando con investigadores japoneses para hacer más comparaciones de artefactos de Japón, Rusia y Cooper’s Ferry”, detalla Davis.
El estudio aclara de este modo el momento y la ruta por la que llegaron los primeros humanos a América, pero plantea una hipótesis contraria al modelo tradicional. La localización y antigüedad del yacimiento Cooper’s Ferry, donde se han encontrado evidencias de vida doméstica hace 16.000 años, conserva la clave para explicar esta migración.
Cooper’s Ferry, conocido por la tribu Nez Perce, se encuentra en la cuenca superior del río Columbia, que nace al suroeste de Canadá y desemboca en el océano Pacífico. Hace 16.000 años, cuando el lugar estaba habitado, no había posibilidad alguna de llegar a través de Siberia y Alaska por una ruta terrestre desde las capas de hielo del norte.
Las fechas de los artefactos, de unos de 16.000 años de antigüedad, desafían también la vieja teoría de que los indígenas de la cultura Clovis realizaron la primera migración a las Américas, a través de la abertura de la capa de hielo desde Siberia hasta América del Norte.
“Tradicionalmente, los arqueólogos pensaban que los paleoindios clovis se mudaron a América hace unos 13.250 años y que la mayoría de los pueblos nativos eran descendientes de esta migración inicial”, indica el investigador, que empezó en los años 90 a excavar en este yacimiento estadounidense.
No obstante, en las últimas décadas del siglo XX, los científicos comenzaron a encontrar evidencias de que los humanos ya estaban en el continente americano antes de que aparecieran los pueblos Clovis. “Esto sugiere que la antigüedad de la ocupación humana fue diferente y más profunda de lo que tradicionalmente se pensaba”, revela a Sinc.
“Ahora tenemos evidencia de que hubo personas en Idaho antes de que se abriera ese corredor”, apunta. Esto también confirma que los primeros pueblos se mudaron al sur de las capas de hielo continentales a lo largo de la costa del Pacífico.
En los próximos meses o años, el grupo de investigación mostrará los resultados de dataciones de otros artefactos hallados en Cooper’s Ferry. “Tenemos 10 años de artilugios excavados y muestras para analizar”, concluye Davis.