La geobiología es una ciencia que se compone de varias disciplinas o interdisciplinaria, y su objeto de estudio se centra en la interacción entre la Tierra y los seres vivos desde un enfoque que abarca desde la geología y la biología hasta la física o, por ejemplo, la neurociencia. En la práctica, el campo de estudio de la geobiología, también conocida como ciencia del hábitat, está relacionado con la localización de áreas no convenientes para edificar o, de forma general, para vivir. La polución que no se ve Del mismo modo que la contaminación no siempre es atmosférica ni se plasma en sustancias tóxicas (alimentos, agua o suelos contaminados, pongamos por caso), existe un tipo de polución que suele merecer menos nuestra atención, como la acústica, la polución lumínica o, por ejemplo, aquella otra que procede del lugar físico donde nos encontremos, ya sea de forma casual o porque vivamos en una zona considerada “geopatógena”. Es una contaminación que no se ve, pero que tiene influencia en nuestro organismo a través del electromagnetismo, sobre la cual la ciencia no siempre llega a conclusiones consensuadas o, como ocurre en algunas ocasiones, todavía no ha conseguido probar de forma concluyente que sus efectos sean dañinos. Se consideran áreas geopatógenas aquellas en las que se producen diferentes radiaciones que proceden de los campos electromagnéticos naturales o artificiales. En el primer grupo encontramos una serie de factores geofísicos que pueden alterar el campo magnético y eléctrico de nuestro entorno, como las fallas geológicas, emanaciones de gas radón, radiactividad ambiental, corrientes de agua subterránea, grietas en el subsuelo, acuíferos, masas de agua, materiales que entran en contacto y provocan reacciones en la superficie. También son de mención obligatoria las redes de geomagnética natural conocidas como Líneas Hartmann y Líneas Curry, con líneas de fuerza orientadas de distinta forma. Cuando te conviertes en una antena Por su parte, los campos electromagnéticos artificiales hacen referencia a las antenas, las torres de alta tensión, transformadores, los tendidos eléctricos, las estaciones de telefonía móvil y también está relacionado con la electricidad electrostática que se acumula en espacios cerrados por la presencia de aparatos electrónicos como electrodomésticos de última generación, dispositivos móviles, ordenadores o pantallas de televisión. Un hábitat saludable La geobiología, por lo tanto, puede ayudarnos a identificar y, si fuese posible, también a evitar estos riesgos que afectan a nuestra salud y bienestar. Los expertos en salud geoambiental realizan estudios pormenorizados de la zona en cuestión para identificar los posibles factores geopatógenos que pueda haber. Será a partir de sus conclusiones como podremos saber si un hábitat es más o menos saludable. Lógicamente, conforme vayan encontrándose factores geopatógenos la ubicación el efecto nocivo será mucho mayor, si bien no todos los factores patógenos son igual de perjudiciales y en muchos casos no es necesario desistir, ya que pueden diseñarse soluciones que minimicen sus efectos. De hecho, a menudo estos estudios se realizan en ubicaciones en las que ya se ha construido con la intención de poder tomar medidas que ayuden a mejorar el hábitat. La geobiología, un aliado contra la ‘contaminacion invisible’ A la hora de elegir un terreno para construir nuestra casa, con más motivo si además se trata de una vivienda ecológica, la geobiología es clave para localizar áreas geopatógenas, tanto de tipo artificial como natural. La bioconstrucción contempla, en muchos casos, el uso de métodos de biosensibilidad (métodos ancestrales utilizados por muy diferentes cultura y también aparatos de tecnología punta, como geomagnetómetros o detectores de radiactividad) para buscar agua, metales y contaminación electromagnética que nos llega a través del aire, alterando en unos y otros casos el equilibrio metabólico de las personas a distintos niveles. .ecologiaverde