Desde el año pasado existe el Día Nacional del Medio Ambiente en Chile, iniciativa promulgada por el gobierno de Michelle Bachelet con el objetivo de abrir parques nacionales, áreas protegidas y monumentos naturales del Estado de forma gratuita. Mi pregunta es, ¿y por qué no lo eran antes? o ¿por qué su acceso no es gratuito todo el año? Hace dos años tuve la oportunidad de viajar al Parque Nacional Torres del Paine, sin duda, uno de los lugares más hermosos que he conocido, un pequeño laboratorio de la naturaleza donde se pueden encontrar en pocos kilómetros los más diversos climas y paisajes. Todo gracias a un hotel de la zona que promovía estos parajes en medios de comunicación. La entrada al parque, que también me la pagó el hotel, tenía una tarifa diferenciada para extranjeros y visitantes nacionales. Y claro, necesitan dinero para su mantención, para el personal, para los sistemas de emergencias, pero quién controla toda esa basura que van generando los mismos turistas, quién regula que los productos que se venden o se lleven al lugar sean igual de sustentables de lo que promueven. Abrir los parques al público es hermoso, pero no nos quedemos ahí. Existe una responsabilidad de la industria, de esas empresas que nos llenan de plástico, de envases de todas esas malas costumbres que seguimos casi por reproducción cultural (como por ejemplo usar pajita para tomar bebidas, servilletas o cubiertos plásticos). Recientemente Greenpeace advirtió la existencia de químicos nocivos para el ser humano y la vida en general en la nieve del Parque Nacional Torres del Paine. ¿De dónde vinieron estos químicos? No de una fuente natural, tampoco de una industria en sus cercanías (porque no hay), vino específicamente de la indumentaria de los miles de andinistas que visitan el lugar y que por más conectados que estén con la naturaleza. Lamentablemente no saben que su ropa incorpora químicos como el perypolifluorocarbonos, que se degrada de forma muy lenta y que causa problemas de reproducción, propicia la aparición de tumores, además de afectar el sistema endocrino. En septiembre, Marcus Eriksen, el norteamericano que ha viajado a las grandes islas de basura en el océano, llegó a Chile para hablar de la realidad de los mares a la industria nacional, sobre todo a la encargada de proveer envases de plásticos, que terminan en el estómago de la fauna marina. La próxima semana, Chile será sede de la conferencia mundial Nuestros Océanos (Our Oceans), que no se refiere al problema de soberanía marítima con bolivia, sino a los problemas de conservación, la acidificación de los océanos, la sobrepesca, la pesca ilegal, entre otros. Lo curioso de esto, es que a lo largo del país, tenemos un sistema que difícilmente puede controlar lo que pasa en el océano. Nuestro Día Nacional del Medio Ambiente no tiene por qué ser una foto en un parque con la chaqueta de montañista que vale la mitad de un sueldo mínimo para festejar. Si queremos festejar hay que mostrar cómo la ciudadanía previene nuevos incendios forestales o cómo las compañías embotelladoras hacen lo posible para que las tapas de sus gaseosas no terminen en el buche de un ave marina o el plástico del six-pack de cervezas no atrape peces o tortugas.