La Cumbre del Cambio Climático que se celebrará del 30 de noviembre al 11 diciembre en París (COP21) genera miedo e incertidumbre. A diferencia de las anteriores citas, ésta se ve como la última oportunidad para combatir el calentamiento global. El calendario no perdona. Pasan los meses, los años, y el compromiso global para frenar el cambio climático sigue brillando por su ausencia. Ese calentamiento que avanza, emisiones mediante, y esas medidas que se retrasan… ¿Qué hacer ante un planeta que no espera? En contra de lo que ocurría hasta ahora, se espera la celebración de la Cumbre con algo más que indiferencia, derrotismo o sensación de que nada va a cambiar. No en vano, una tras otra, las dos decenas de encuentros celebradas han acabado en agua de borrajas. Esta vez, la víspera del evento se respira tanto optimismo como todo lo contrario. Miedo a un estrepitoso fracaso y, al tiempo, esa necesidad de confiar. De alimentar una débil esperanza buscando que no muera. Un acuerdo histórico, el gran objetivo Los miedos son más que fundados. Estamos ante una batalla desigual. Un David contra un Goliat inmisericorde. Aunque Estados Unidos y China, dos de los huesos más duros de roer esta vez están algo más predispuestos a poner de su parte, reducir emisiones es complicado. COP21 de París: Calentando motores para el gran desafíoAl menos, hacerlo en el nivel necesario. Sobre todo, teniendo en cuenta que las medias soluciones no sirven de nada. El desafío es actuar de forma contundente y ya. Se trata, en suma, de llegar a un acuerdo vinculante para hacer frente a la amenaza del cambio climático con un objetivo innegociable: cerrar un acuerdo efectivo que limite el aumento de la temperatura global a menos de 2 grados. Se consideraría un gran triunfo que la temperatura media global no aumente, hacia finales de siglo, más de ese par de grados. Volver a los niveles de la Revolución Industrial. Y hacerlo está en nuestra mano porque, sencillamente, somos nosotros quienes lo provocamos. La emisión de gases de efecto invernadero es el enemigo a batir. ¿El problema? Ese Goliat empecinado en seguir fumando en pipa. Su humo procede de la quema de combustibles fósiles en el transporte, la producción industrial o el suministro de energía. ¿Qué hacer, obligarlo a dejar de fumar? ¿Acaso podríamos convencerle para usar el cigarrillo electrónico? ¿O le colocamos en la boca una ramita de laurel? ¡La COP21 lo tiene crudo, y no se necesitan explicaciones! Así lo expresó el embajador itinerante de Francia para la preparación de la cumbre gala, Jean Mendelson, tras dar una conferencia en la Universidad Centroamericana (UCA), en Managua, titulada “Los desafíos del cambio climático en vísperas de la COP21”: Esperamos un acuerdo universal jurídicamente vinculante de las 125 partes de la convención, que nos proyecten a un mundo donde la temperatura no sea más de 1,5 grados o 2 grados más alta de lo que era antes de la Revolución Industrial. Si logramos este desafío, será un éxito. Cambio de inercia: Un mundo sostenible La COP21 también busca impulsar la transición hacia sociedades y economías bajas en carbono y capaces de sobreponerse (resiliente) a las situaciones adversas provocadas por el cambio del clima. Sostenibles, en definitiva. Un desideratum que el evento parisino ha de empezar a hacer realidad. Hacer la diferencia poniendo el primer ladrillo en forma de acuerdos con calendarios obligatorios que marquen un avance. Nada de grandes expectativas, un plan de acción fiel a la filosofía que resume aquella famosa frase de “piano piano, si arriva lontano”. COP21 de París: Calentando motores para el gran desafíoFrente a ello, la triste realidad, y un futuro que pinta bastos. Esas emisiones desaforadas, y una sexta extinción masiva a la vuelta de la esquina. La pronostican reputados científicos, y es consecuencia de la superpoblación, la explotación de recursos y la contaminación. Si todo sigue como hasta ahora, la producción de CO2 seguirá disparado. No dejará de aumentar en los próximos años. Calentamiento, deshielo, eventos extremos y desastres ambientales que incluyen masivas deforestaciones, sumideros de carbono que, para colmo, además van dejando de serlo. Cambio de inercia: rumbo a un mundo sostenible Polución como sinónimo de emisiones de dióxido de carbono (CO2). Ese exceso de gases de efecto invernadero que debíamos haber frenado para ayer. Todo está por hacer, sin embargo. Las próximas cumbres climáticas (COP21 y siguientes) son la gran esperanza. De cara a la próxima, Laurent Fabius, ministro de Asuntos Exteriores y Desarrollo Internacional de Francia y futuro presidente de ésta ya ha adelantado que “el mundo tiene una cita con el futuro del planeta”. Al margen del lógico optimismo de los anfitriones, la celebración de una pre COP del domingo al martes próximo también en París, se vive con menos escepticismo que otras ocasiones. Precaución y un cierto optimismo son las notas dominantes en el último ensayo antes de la COP francesa. Además, hay en el aire una cierta sensación apocalíptica ante la posibilidad (más que probable) de que la importancia del evento no se corresponda con el resultado trascendente que se espera de él. “Soy optimista porque no hay un plan B. Aquí no hay más que un plan A porque es que no hay un planeta B”, dijo el Comisario Europeo de Acción por el Clima y Energía, Miguel Arias Cañete. La presidencia francesa en la COP “ha hecho un gran trabajo”, apunta también. No cabe dudad de que a lo largo del último año ha habido un contacto permanente entre todas las partes. ¿Podrán ponerse de acuerdo? Entre otros temas espinosos, la diferenciación entre países ricos y pobres puede suponer un serio obstáculo para el acuerdo de la ONU. COP21 de París: Calentando motores para el gran desafíoComo apunta Nicolas Hulot, enviado especial de François Hollande para la protección del planeta, “éste no es un tema climático menor”. Afecta al gran tema de la “solidaridad” con los más débiles. Y, en realidad, con nosotros mismos. El esceptismo surge precisamente de este contrasentido. Si no actuamos para salvarnos a nosotros mismos, difícilmente puede esperarse que se haga mediante políticas que tiendan la mano a los países más vulnerables. De una forma u otra, llegar a un acuerdo es imprescindible. Estamos ante el gran desafío de la humanidad. De ello depende su misma supervivencia. Con tanto en juego, es normal estar “preocupado”, apunta Hulot. “Hay una movilización sin precedentes en París, pero el fracaso es posible”, concluye. Un sistema climático fuera de control sería irreversible. No habría vuelta atrás. No habría futuro.