Dicen que soñar es gratis. En este caso el sueño es de una persona que sueña despierta, y a lo grande. Lo hace en clave utópica, copando titulares, poniendo sobre la mesa la cuestión como esperando que pueda cuajar, hacerse finalmente realidad. ¿Pero, lo conseguirá? Teresa Ribera, directora del Instituto para el Desarrollo Sostenible y las Relaciones Internacionales (IDDRI) es nuestra “soñadora climática”. Sus buenos deseos para la celebración de la próxima cumbre mundial del clima, que se celebrará en París del 30 de noviembre al 11 de diciembre, también son los de media humanidad. “Los líderes del mundo sellan un acuerdo que marca formalmente el fin de los combustibles fósiles” es la frase que resume su gran sueño para la COP21. ¿Pero, cuánto tiene de sueño, y cuánto de realidad? En busca de un acuerdo El deseo de Ribera, involucrada 15 años en las negociaciones del cambio climático, no es un desvarío onírico, pero sí hay que reconocer que lograr un acuerdo vinculante que frene el cambio climático y suponga el principio del fin de los combustibles fósiles sería un sueño hecho realidad. ¿Acaso no es lo que se persigue, el objetivo de todas y cada una de las COPs celebradas hasta ahora? Efectivamente, y ya van dos decenas si resultados. Ahora, a punto de celebrarse la COP21, el tiempo apremia más que nunca, y se intentará forzar un acuerdo. El verbo “forzar” es clave, perfecto para aludir a tantos y tantos obstáculos que hacen realmente complicado que el fin de los combustibles fósiles realmente pueda iniciar su cuenta atrás. Podríamos traer a colación la falta de solidaridad con los países más pobres, lo que supone una imposibilidad práctica de dejar de usar fuentes de energía baratas. Grandes emisoras de gases de efecto invernadero como el carbón, muy usado también por grandes potencias mundiales como Estados Unidos o China. Al mismo tiempo, se espera un resultado histórico de esta cumbre. El trabajo de reuniones previas con todas las partes durante los dos últimos años ayuda a ser optimistas. Ligeramente optimistas, y eso ya es mucho, tratándose de una reunión climática que busca un acuerdo vinculante, que obligue a los países a reducir las emisiones de forma drástica. El objetivo prioritario es limitar el aumento de la temperatura global a menos de 2 grados hacia finales de siglo. Una simple frase pero, como cuando se puso un pie sobre la luna, sería un gran paso para la humanidad. ¿Es posible el acuerdo? La directora del IDDRI explica cuáles son los elementos clave para que de París salga el tan ansiado acuerdo. Un acuerdo “operativo, justo y razonable” para “luchar juntos y de forma coordinada” contra el calentamiento, apunta. Desde la dirección del IDDRI, nuestra soñadora ha estado en el corazón de las negociaciones, recorriendo el mundo para sensibilizar a sus líderes de la necesidad de un acuerdo en la COP21. Por lo tanto, su sueño no nace de la inconsciencia, de la falta de conocimientos ni de un reino de paz y fantasía. Con los pies en el suelo, sabedora de que las cosas no son fáciles, sigue manteniendo viva la esperanza. Es una buena señal, qué duda cabe, sobre todo porque ella ha estado tomando el pulso a la situación pre-COP21 desde un puesto privilegiado. Entre los puntos que pueden impedir el acuerdo, señala el eterno problema de la financiación para paliar los daños que provocará el cambio climático a los más vulnerables. Una situación “tremendamente injusta” porque además de no haber contribuido a generar el problema son sus mayores víctimas, pues no tienen menos medios para enfrentarse a él. Al borde del abismo Una auténtica pesadilla, pero esta vez no hay que soñarla. Simplemente, el peligro está ahí. Del mismo modo que, tal y como recuerda Ribera, “incluso en escenarios de bajas emisiones viviremos catástrofes y eventos meteorológicos extremos que generarán desplazamientos masivos de poblaciones enteras”. Con el agravante de que “no podremos hacer frente” a estas posibles situaciones sin una política de adaptación que incluya ayudas a países o colectivos más desfavorecidos. Pero no es necesario irse a las hipótesis para encontrar negativas. Hasta ahora, ha sido imposible conseguir un compromiso real en cuestión alguna. Prueba de ello es la falta de acuerdo global para luchar contra el cambio climático. O, lo que es lo mismo, para salvar el planeta. Si al finalizar la COP21 el núcleo del acuerdo se respeta, -no superar el incremento de la temperatura media por encima de esos famosos par de grados- podríamos darnos por satisfechos. Al menos, para empezar. Y lo mejor de todo es que a juicio de Ribera, nuestra particular “soñadora climática”, si se reduce a esta sola cosa, a solo unos días de su celebración, el acuerdo “sigue siendo alcanzable”. ¿Una utopía necesaria? Si el calentamiento global no espera, y su avance amenaza con provocar un caos climático sin vuelta atrás, no es ninguna locura pedir un imposible, esa solución para la que ya estamos llegando tarde. No en vano, la utopía no se define como algo irrealizable, sino como una meta difícil de alcanzar. Sus dos acepciones en el diccionario de la RAE nos vienen como anillo al dedo. POr un lado, utopía es un “plan, proyecto, doctrina o sistema deseables que parecen de muy difícil realización”, mientras que por otro se trata de una “representación imaginativa de una sociedad futura de características favorecedoras del bien humano”. Tanto una como la obra definen bien ese proyecto que es la COP21, deseable pero de difícil realización, al tiempo que se necesita acariciar esa sociedad del mañana baja en carbono. Un mundo que empiece a decir adiós a los combustibles fósiles. Aunque solo sea en sueños, por ahora. “Hay que exigir a los líderes del mundo que muestren su compromiso para gestionar de manera cooperativa esta transición hacia un mundo descarbonizado”, dice Ribera. Por lo pronto, la COP nos da un pasaporte para soñar despiertos. Del color de nuestros sueños depende que, finalmente, se realidad. Fuentes :ecología verde