El impacto de la producción de papel sobre los bosques es enorme, ya que aproximadamente el 40 % de los 1500 millones de m3 de madera que se extraen anualmente con motivos comerciales en el mundo se utiliza en la producción de papel. Por otra parte, en la era de las nuevas tecnologías, el uso de papel aumenta a pesar del auge de la información digital, y no hay perspectivas de que esta tendencia se vaya a invertir, sino todo lo contrario: se estima que el consumo de papel pueda aumentar un 50 % hasta el año 2010.

Algunos productores de papel defienden que, dada la estrecha relación entre los árboles y el cambio climático, la existencia de una industria papelera pujante y de plantaciones de árboles de crecimiento rápido es un aliado contra la problemática climática global. Sin embargo, algunos estudios afirman que el ciclo de producción del papel es un emisor neto de emisiones. Por otro lado, las prácticas que se han llevado a cabo en la gestión de plantaciones en las últimas décadas han comportado una excesiva uniformización del paisaje natural, así como un excesivo uso de agua y fertilizantes, y no han tenido un efecto positivo en las poblaciones.

 

Estas problemáticas son la cruz. La cara es la oportunidad de cambiar lo que esté en nuestra mano, una vez conocemos la importancia de un recurso tan cotidiano como el papel. Si todo el mundo participara en la recogida selectiva, se evitaría que la mitad del papel usado se incinerase o fuera al vertedero, y se reducirían las emisiones asociadas al ciclo del papel. Si un consumidor elige el papel que proviene de una plantación con condiciones ambientales y sociales mejoradas, puede provocar que el resto de productores se empiecen a plantear introducir criterios ambientales y sociales en la explotación de los bosques.

 

El papel es uno de los recursos forestales que empleamos y que puede provenir de fibras recicladas o de bosuqes bien gestionados como los certificados por el FSC.

 

Para que sea posible una gestión menos destructiva del medio, dentro de las pautas de regeneración naturales, no deberíamos aumentar el consumo de papel de manera compulsiva como viene sucediendo desde hace unos años.

 

Todavía no utilizamos el mínimo papel posible, todavía se despilfarra papel, y lamentablemente aún es necesario fomentar hábitos que permitirían reducir drásticamente el consumo de papel. En el diseño de los materiales de comunicación o publicidad, en primer lugar, muchas veces se podría prescindir del material impreso y emitir materiales por vía electrónica. Además, el diseño de folletos, catálogos, etc.,  podría concebirse para emplear menos papel, mediante la reducción de páginas en blanco y de los márgenes o diseños que aprovechen los tamaños estándar de papel. Al estudiar o trabajar en una oficina, es posible ahorrar papel si se comparten libros o publicaciones, evitar el exceso de publicidad enviada o recibida o imprimir a doble cara o varias páginas por hoja. Incluso en el uso cotidiano del papel, se podrían utilizar productos alternativos a los de papel de usar y tirar, o utilizar las bibliotecas. Se calcula que se podría reducir el consumo de papel desde un 20 % (simplemente practicando buenos hábitos) hasta un 50 % (adoptando medidas o sistemas más sofisticados que supusieran cambios de diseño, producción, etc.).

 

Si se utiliza papel reciclado se reduce la presión sobre los bosques, se consigue un ahorro sustancial de energía (un 27%) y reducir las emisiones (se reducen un 74 %), además de reaprovechar recursos que ya se han obtenido de la naturaleza. Prácticamente, todo el papel que se recoge es apto para su reciclaje, y resultan sorprendentes las todavía hoy bajas tasas de reciclaje.

 

Sin embargo, las fibras recicladas sólo se pueden utilizar un máximo de 6 veces y, por ello, es necesario un aporte de fibras nuevas. Durante las décadas de los 80 y 90 las organizaciones ambientalistas defendieron el uso del papel reciclado, que actualmente es visto como el papel ecológico por excelencia. Sin embargo, el papel blanco y la fibra virgen se continúan utilizando de todos modos, y de hecho es necesario. Por ello, hay que defender también que la fibra virgen provenga de fuentes que no dañen el medio. Los sistemas de certificación forestal, sobretodo el del FSC, el único de alcance mundial y ampliamente apoyado por las organizaciones ambientalistas, sirven como garantía del origen ambientalmente responsable de esa fibra virgen. Sólo hace falta que empecemos a valorar el papel certificado FSC tanto como el reciclado como papel que salva bosques, y lo empecemos a solicitar o lo utilicemos en nuestras publicaciones.

 

El papel es una más de nuestras oportunidades para influir en las consecuencias del cambio climático. Cada decisión que tomemos (moderar nuestro consumo de papel, no aceptar publicidad que no necesitamos, reciclar, comprar o pedir papel reciclado o certificado FSC en los comercios o imprentas, y difundir y dar a conocer nuestras decisiones a los demás) permite mejorar la conservación de los bosques, lo cual es una buena acción contra el cambio climático.

Fuente: planetica.

Publisher: Lebanese Company for Information & Studies

Editor jefe: Hassan Moukalled


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