Para entender por qué lo reciclado no siempre es ecológico, y a la inversa, hemos de empezar por conocer el concepto del ciclo de vida de los productos, capital para estar informados y valorar el impacto que éstos tienen sobre el entorno o, por ejemplo, también sobre nuestra salud.
En función del ciclo de vida que tenga un producto (alimentos, cosméticos, accesorios y, en general, bienes de consumo) podremos saber hasta qué punto resulta más o menos tóxico para nuestro organismo y el ecosistema. En el caso del papel, el daño es para el medio ambiente, si bien ello implica de forma indirecta un perjuicio también para nuestro ecosistema y salud.
¿Pero, qué es el ciclo de vida, exactamente? Como tal entendemos el proceso por el que pasa un producto desde la materia prima hasta que se convierte en desecho y, en su caso, se recicla. Es decir, abarca todo el itinerario y su constatación implica detallar cada elemento, por ejemplo químicos añadidos, polución de aguas fluviales o huella de transporte, entre otros muchos.
El ciclo de vida no engaña
Una vez aclarado el concepto, tenemos la llave de la diferencia que buscábamos. Es así que, centrándonos en nuestro producto, el papel puede tener un ciclo de vida que implique unproceso de fabricación más o menos limpio.
Su ciclo de vida marcará su nivel de polución y todo lo contrario, su grado de sostenibilidad. De este modo, por un lado podemos afirmar que el papel ecológico no siempre es reciclado y, al contrario, puede haber papel no reciclado que sea verde. Incluso más que un papel reciclado.
De hecho, el impacto ambiental del ciclo de vida de un papel ecológico puede ser mucho menor que el de un papel reciclado. En la práctica, recordemos que el reciclaje no es garantía de ecología. Eso sí, que lleve su correspondiente certificado verde significará que además de ser reciclado cumple con otros requisitos de sostenibilidad que le hacen merecedor del sello ambiental.
Como en todo, por lo tanto, también aquí hay grados. Medir lo ecológico que pueda ser, y en qué medida, dependerá del resultado obtenido tras realizarse un concienzudo estudio de su ciclo de vida.
A cada papel le corresponderá su propio balance. Aunque se fabriquen en un mismo lugar y sean idénticos, su sostenibilidad variará dependiendo de la huella de carbono de desplazamientos o, pongamos por caso, de que su reciclaje finalmente se materialice.
Lamentablemente, el consumidor no tiene acceso a la información necesaria para poder hacer una compra maestra en términos ambientales y, para qué engañarnos, el reciclaje se utiliza a menudo como un reclamo engañoso.
Certificados, una orientación
¿Entonces, cómo actuar a efectos prácticos? El consumidor tiene una referencia básica para conocer qué productos son ecológicos. Se trata, cómo no, de los socorridos certificados.
Los certificados llegan al consumidor en forma de logos y con un solo golpe de vista sabemos que se trata de un papel sostenible. ¿Lo será más, menos…?. Si queremos ahondar en la cuestión, lo suyo es hacer una pequeña labor de investigación por nuestra cuenta consultando con la misma fábrica vía online o telefónica y contrastando algunos datos con instituciones independientes.
Puede parecer una locura, pero si somos grandes consumidores de papel hacer una elección óptima hará una gran diferencia a lo largo del tiempo. O, en todo caso, concedamos credibilidada los logos institucionales, pues siempre resultan más fiables.