El dióxido de carbono tiene mala fama. De todos los gases residuales producidos por la actividad humana – el sector manufactura, la agricultura, la generación de electricidad, el transporte – el dióxido de carbono es el principal producto derivado y es señalado como el primer culpable detrás del calentamiento global.
De hecho, representa el 76 por ciento de las emisiones anuales de gases de efecto invernadero a nivel mundial, según la Agencia de Protección del Medio Ambiente de Estados Unidos.
Pero Emily Cole no centra su atención en los aspectos negativos. La científica de 32 años ha creado una tecnología que recicla el dióxido de carbono en algo extremadamente útil.
Cole es cofundadora y directora científica de Liquid Light, una start-up pionera en un proceso para convertir las emisiones de dióxido de carbono en un químico que puede ser utilizado para hacer productos de consumo.
Fundó la start-up en 2009 e inmediatamente se puso a trabajar en el desarrollo de tecnología para capturar el gas y reciclarlo.
“Actualmente el dióxido de carbono desechado es capturado y secuestrado”, explica Cole. Esto significa que se recolecta de instalaciones como plantas industriales o centros de producción, se comprime en tuberías y luego se inyecta en formaciones rocosas bajo tierra.
“En lugar de almacenarlo, nosotros lo usamos y lo transformamos en algo de valor”, dice.
Liquid Light es la primera compañía que ha desarrollado un catalizador (una combinación de agua, luz solar, electricidad y otros productos químicos) para hacer otros químicos a partir del dióxido de carbono.
“Tomamos el dióxido de carbono de su fuente [como las centrales eléctricas o las fábricas], le añadimos agua y electricidad, y creamos combustibles líquidos y compuestos químicos tales como el etilenglicol y el ácido glicólico”, señala Cole.
Estos químicos podrían reemplazar al petróleo en productos de uso diario, como las botellas de plástico, las alfombras, los anticongelantes e incluso las cremas faciales.
Los beneficios son múltiples: “Reducimos nuestra dependencia del petróleo, que no es renovable, y hacemos estos productos con menos emisiones de dióxido de carbono y posiblemente podamos bajar los costos de producción”, apunta.
Cole tiene un doctorado en química de la Universidad de Princeton. Pero su pasión se remonta a sus días de bachillerato en Texas. “Tuve un gran maestro que realmente me interesó y entusiasmó en la química”, dijo.
En Princeton colaboró con el profesor Andrew Bocarsly, que ya había estado trabajando en formas para reciclar el dióxido de carbono. “Su proyecto se estancó durante muchos años porque no había mucho interés ni financiamiento”, contó. Pero ella vio el potencial y trabajó para llevar esa investigación un paso más allá.
Tras graduarse de Princeton, Cole atrajo la inversión de capital riesgo para iniciar su empresa y desarrollar la tecnología. (Aunque declinó especificar cuánto dinero ha recaudado Liquid Light, CrunchBase reporta que ha recibido 23.5 millones de dólares en varias rondas de financiación.)
Liquid Light, conformada hoy por 12 personas, espera poner a prueba la tecnología el próximo año y luego conceder licencias para uso comercial.
Las grandes empresas ya han tomado nota.
El año pasado, Coca Cola se asoció con Liquid Light para ayudar a acelerar la comercialización de la tecnología, que es especialmente relevante para Coca-Cola porque podría reducir el costo de producción del monoetilenglicol, uno de los componentes utilizados para hacer sus botellas de plástico PET a partir de materiales vegetales.
Cole dijo que había otro “gran nombre de la industria” cuya asociación pronto se anunciaría.
“Mi sueño es poder comercializar esta tecnología y reducir nuestra dependencia del petróleo”, dijo.
Fuente: Parija Kavilanz / CNNExpansión