La música se escucha primero, una versión metálica del clásico polaco La oración de una doncella, seguida de dos camiones de basura color canario y luego dos camiones de reciclaje.

Mientras la caravana ingresa a la cuadra residencial, la gente se acerca cargando bolsas, baldes y carritos de supermercado llenos de basura.

Yeh Yu-hsuan llega en su scooter para botar una bolsa en el camión de basura que dice “Residuos Generales”. Las hojas de los vegetales se colocan en un cubo de reciclaje azul para desechos de alimentos crudos. (Los basureros azules son para los alimentos cocidos). Otros contenedores son para envases de plástico, vidrio, metal y tubos fluorescentes. Debido a que era lunes, el segundo camión de basura tenía un cartel que decía papel.

A Yeh, un ingeniero de 25 años, no le molesta la complejidad de sus viajes diarios hasta aquí. “Acabamos de terminar de cenar y habitualmente puedo meter todo en mi scooter”, cuenta.

Alguna vez calificada como la Isla de la Basura, Taiwán se ha convertido en un modelo a seguir en cuestiones de reciclaje, con una tasa de reciclado de 55% en 2015, según la Administración de Protección Ambiental (EPA, por sus siglas en inglés) de ese país. Eso deja a esta isla de 23,5 millones de habitantes codo a codo con líderes internacionales como Austria, Alemania y Corea del Sur. La cifra también está muy por encima del 35% que la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos atribuye a Estados Unidos.

No obstante, debido a que los vertederos agotarían su capacidad dentro de seis años y los terrenos son escasos y costosos, el tema ha cobrado mayor urgencia. La “economía circular”, una política que promueve el uso óptimo de recursos, se ha vuelto una expresión en boga. El gobierno entrante, liderado por el Partido Democrático Progresista, ha prometido intensificar las políticas a favor del medio ambiente.

Taiwán utiliza una estrategia integral que aprovecha los camiones de basura musicales, que ya llevan años de servicio, así como bolsas de basura que hay que comprar, cerdos negros y delatores en los vecindarios.

“Para hacer que la política funcione, hay que volverlo conveniente para la gente. Se necesitan incentivos y se necesitan multas”, dice Wu Sheng-chung, director general del departamento de gestión de residuos de la EPA.

En la capital, Taipéi, la conveniencia significa contar con más 4,000 sitios cinco días a la semana, con aplicaciones móviles que alertan a los usuarios sobre la proximidad de las paradas de los camiones.

Para estimular el reciclaje, la ciudad exige que todos los desechos no reciclables se tiren en bolsas de plástico azules certificadas por el gobierno, que cuestan desde 1 nuevo dólar taiwanés (3 centavos de dólar) por una pequeña a 216 nuevos dólares taiwaneses (US$7) por cinco grandes. Los infractores pueden recibir multas de hasta 6,000 nuevos dólares taiwaneses (US$184), o incluso tener que pasar vergüenza en público.

Otra clave de la política de Taiwán es un fondo administrado por el gobierno y financiado por fabricantes y comerciantes de productos y envases reciclables, como empresas de gaseosas que usan botellas de tereftalato de polietileno (PET, por sus siglas en inglés). El dinero ayuda a subsidiar las industrias de recolección y reciclaje de Taiwán, cuyos integrantes van desde cartoneros a multinacionales como la estadounidense World Resources Co.

El método de la isla no es para todos los países. De hecho, Taiwán se ha destacado en gran parte debido a los esfuerzos de dos ciudades acaudaladas: Taipéi, con una tasa de reciclaje de 67%, y su vecina Nuevo Taipéi, con 63,5%. La participación en zonas menos urbanizadas, que cuentan con menos recursos para subsidiar el reciclaje, es menor.

Los ingresos que obtiene Taipéi por la venta de bolsas azules no alcanzan para financiar su programa de reciclaje, lo que requiere subsidios del gobierno de la ciudad, dice Wu, de la EPA. “Es difícil para todos los gobiernos municipales hacerlo”, señala.

Chang Hui-hsiung, inspector del Departamento de Protección Ambiental de Taipéi, dice que ahora observa pocas infracciones.

Las iniciativas de reciclaje comenzaron a finales de los años 90, cuando la pujante democracia y las protestas por la contaminación industrial dieron lugar a un vibrante movimiento ambiental.

Hoy, la ley exige que los taiwaneses separen su basura en tres categorías: desechos generales, que en su mayoría se queman, reciclables y residuos de cocina. Taipéi divide nuevamente esa basura en cruda (que se usa como abono para la agricultura) y cocinada (convertida en alimento para cerdos negros).

Las iniciativas particulares a menudo van más allá. La Fundación Tzu Chi, una organización budista no gubernamental, opera más de 4,500 estaciones de reciclaje alrededor de la isla y utiliza un ejército de voluntarios, muchos de la tercera edad, para recolectar y clasificar.

Decenas de jubilados trabajaban en una mañana reciente en el centro de reciclaje y educación del grupo en el Distrito Neihu de Taipéi. En el amplio depósito, mujeres cortaban los anillos de plástico de las botellas PET y separaban los envases entre los coloridos y los transparentes. Un hombre de cejas blancas martillaba casetes y rescataba la cinta no reciclable.

Sentada en medio de pilas de bolsas plásticas, Kao Ah-yeh, de 82 años, sacaba los materiales para separarlos. La mujer ha sido voluntaria desde hace ocho años, contó. “Hago esto para salvar la Tierra. Tengo cinco hijos y esto no es bueno para ellos y para otros”.

Jong Yan-leou, director de trabajo de protección ambiental de Tzu Chi, señala que el grupo recolectó 100,000 toneladas de reciclables en 2015, cerca de 3% del total de Taiwán, aunque no sabe cuándo dinero recaudó. Los ingresos ayudan a financiar la estación de televisión del grupo, explica, en tanto que las botellas PET se reciclan en sábanas y ropa para ser distribuidas a las zonas de desastres.

Cuando Yang Chao-ming, un operador de tours, se mudó al complejo de apartamentos Dahu Park Homes, los residentes tenían que llevar su basura a los camiones de basura. Yang ayudó a instalar en el complejo un área central para botar los desechos, con contenedores con etiquetas para más de una decena de tipos de residuos.

Algunos de los residentes no siguieron las reglas, cuenta Yang, por lo que el complejo instaló dos cámaras de video para grabar la actividad en el cuarto de basura.

Tras la primera infracción, los vecinos reciben un amable recordatorio de la gerencia. “La segunda vez, tomamos una imagen (del video) y la publicamos”, dice Yang. “Dejamos borrosa la cara por privacidad, pero la persona sabe”.

La EPA también emplea cámaras escondidas para atrapar a los infractores y ha resuelto 5,600 casos desde 2012, dice el jefe de división Tsai Ching-tsun. La agencia ofrece hasta la mitad del valor de la multa como recompensa a los ciudadanos que proveen pruebas de infractores.

Según un informe de la televisión local, un vendedor de un mercado nocturno obtuvo unos 700,000 nuevos dólares taiwaneses (US$21.460) en recompensas por ayudar a atrapar a 4,900 personas que tiraron basura de forma incorrecta durante 10 meses, si bien al costo de recibir gritos y amenazas.

Fuente: elperiodicodemexico.com

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