En la década de 1930, varias colonias de la hormiga roja de fuego llegaron al puerto de Mobile, Alabama en EU en barcos mercantes desde Brasil. A partir de ese momento la especie Solenopsis invicta comenzó una invasión que continúa hasta hoy. En EU, el Departamento de Agricultura estima que se gastan $6.000 millones anuales para controlar esta plaga. “Solenopsis invicta se encuentra en todo el centro-sur y el sureste de los EU, desde Texas hasta Virginia y el sur de la Florida. También se ha establecido en el sur de California y en Puerto Rico”, asegura Kenneth Ross, de la Universidad de Georgia, EU, uno de los entomólogos que descubrió el inicio de la plaga. En un artículo en Science, publicado en 2011, detalla la historia de este insecto.
La hormiga roja de fuego es originaria de América del Sur. De allí también es oriunda la hormiga argentina (Linepithema humile) otra invasora global. “Están en EU, China, Australia, se han instalado al otro lado del planeta. Si no llegaron a alguna región es porque aún no fueron transportadas hasta allí”, asegura Patricia Folgarait, mirmecóloga de la Universidad Nacional de Quilmes y del Conicet en Argentina.
Su éxito se debe a varias características. “En EU forman enormes colonias, reclutan compañeros de nido rápidamente para descubrir nuevas fuentes de alimento, y defienden con mucha agresividad estas fuentes de alimentos mediante su picadura”, explica Ross.
Folgarait agrega que además tienen la capacidad de aceptar más de una reina por colonia con lo que su potencial reproductivo aumenta. “El efecto ecológico es que captan mucho más recursos y en menor tiempo”, dice.
“La hormiga argentina ha invadido todos los continentes excepto la Antártida y tiene el potencial para invadir más. Con el calentamiento global, pronto podría ser capaz de ocupar zonas que antes eran demasiado frías”, comenta Phil Lester, de la Universidad de Victoria, Nueva Zelanda.
Lester asegura que los pesticidas son el único método real para el control aunque no son efectivos. “Estamos investigando las feromonas como opciones de control, pero sin gran éxito por el momento. El control biológico es otra alternativa, pero necesita más trabajo antes de que pueda ser considerada una opción real”, señala.
En tanto, Folgarait asegura: “El control químico no sirve. La colonia no desaparece, sino que se traslada. Y lo que sucede es una presión de selección. Aquellas variantes genéticas que son resistentes al insecticida son las que sobreviven”. Ella señala que las plagas de insectos sociales, como las hormigas, son más difíciles de erradicar porque cuentan con diferentes mecanismos para evitar que el ataque llegue hasta la reina.
Estos insectos producen daños en las pasturas y jardines, pican a los animales de granja por lo que disminuye su rendimiento. “También se instalan en instalaciones eléctricas y generan graves perjuicios. Su picadura es muy molesta hasta el punto de que requiere internación en algunos casos”, agrega Folgarait.
“Las especies invasoras desplazan a las hormigas nativas y causan reducciones en las poblaciones de muchos artrópodos y de otros animales que se alimentan de ellos”, apunta Ross. Por ejemplo, en el sur de California está en riesgo el futuro de la lagartija conocida como Coastal Horned Lizard, la cual se alimenta de las hormigas nativas, más grandes que las invasoras.
Controladores naturales
Para poder controlarla, el grupo de Lester estudia virus que serían específicos para la hormiga argentina. “Hemos visto el colapso de poblaciones en Nueva Zelanda y pensamos que pueden estar relacionados con algún patógeno. En el futuro podrían utilizarse como un control más natural”, dice.
Pero antes deben asegurarse de que estos virus no ataquen a otros insectos, por ejemplo, las abejas. La hormiga argentina se alimenta de néctar y ataca las colmenas, por lo que puede haber un intercambio viral. ”Tenemos la esperanza de que estos virus sean específicos para las hormigas”, sostiene.
En tanto, Folgarait ya desarrolló un método natural para controlar la hormiga roja de fuego que se está aplicando en EU. Se trata de una mosquita fórida de apenas cinco milímetros que es un parasitoide específico de Solenopsis invicta.
“La mosquita coloca un huevo en el cuerpo de la hormiga. La larva la va comiendo por dentro y luego se traslada a la cabeza para transformarse en pupa y decapitarla”, explica Folgarait. También provoca cambios comportamentales que afectan el crecimiento de la colonia. Como los parasitoides son específicos de esta hormiga se evita un daño mayor como el que ocurre cuando se fumiga con un insecticida total.
“Ya hemos exportado miles de parasitoides a EU donde se han hecho liberaciones con buenos resultados. Se sigue monitoreando porque esta batalla es a muy largo plazo ya que una colonia puede durar hasta 20 años”, señala Folgarait.
Lo peor está por llegar
No obstante, investigadores de EU aseguran que lo peor está por venir y se llama hormiga loca (Nylanderia fulva) y también es originaria de América del Sur. Investigadores de la Universidad de Texas en Austin descubrieron que esta especie está desplazando a Solenopsis invicta del sureste de EU.
Edward LeBrun descubrió que cuando ambas especies interactúan el alcaloide que produce Solenopsis invicta es detoxificado por el ácido fórmico que produce Nylanderia fulva, por lo tanto esta última gana en la batalla.
Aunque la invasión de la hormiga loca en EE.UU. es reciente y se desplaza lentamente, se predice que progresivamente irá conquistando más territorios al desplazar a la hormiga de fuego; y la Nylanderia fulva loca provoca un mayor daño ambiental que Solenopsis invicta. Además, la hormiga loca es resistente a los insecticidas más comunes. Folgarait está comenzado los estudios para determinar si existe un parasitoide específico de esta especie para así poder enfrentarla con un enemigo natural.
Fuente: Lucas Viano / scientificamerican.com