Una investigación de científicos chilenos demuestra que la administración de células madre en ratas es efectiva para combatir trastornos relacionados con el consumo de alcohol. El trabajo acaba de ser publicado en la prestigiosa revista Scientific Reports, del grupo Nature, por parte de investigadores de la Universidad de Chile y de la Universidad del Desarrollo y puede dar paso a mejores terapias frente al alcoholismo en humanos.

 

“Tanto las ratas como las personas que han bebido alcohol durante mucho tiempo tienen problemas de inflamación cerebral, de manera que cambian sus neurotransmisores, que les recuerdan cuánto les gusta beber”, explica a DiCYT Yedy Israel, científico del Instituto de Ciencias Biomédicas de la Universidad de Chile.
Así, “cuando un humano ve una botella o huele el alcohol y cuando a la rata le das algún tipo de información de que hay alcohol presente, como puede ser también el olor, quieren beber nuevamente”, agrega. Sin embargo, las células madre mesenquimales, que en este trabajo han sido inyectadas por vía intravenosa, tienen un poder antiinflamatorio, de manera que se desactiva el mecanismo.

 

Una clave del éxito ha sido utilizar células madre procedentes de tejido adiposo humano cultivadas en 3D frente al procedimiento habitual. “Si pones las células en una placa de Petri se pegan, se extienden y quedan muy grandes, pero si las dejas flotando en un líquido crecen más pequeñas”, explica. Ese menor tamaño ha permitido que puedan ser inyectadas en la sangre e incluso cruzar la barrera mesoencefálica que protege al cerebro, “al igual que algunos glóbulos blancos, ya que tienen el mismo tamaño”.

 

Los experimentos se llevaron a cabo con ratas que habían estado bebiendo alcohol durante 17 semanas. Los animales podían elegir también beber agua del grifo, pero el animal modelo desarrollado por la Universidad de Chile tras años de investigación tiene una ligera preferencia por la ingesta de alcohol, en concreto, vodka. A un grupo se le inyectó una sola dosis de células madre mesenquimales y dentro de las siguientes 24 horas bebieron entre un 88 y un 93% menos de alcohol que otros animales a los que no se les había administrado este tratamiento. El efecto se observó incluso después de tres semanas.

 

En otro ensayo, los autores de este estudio utilizaron ratas que habían estado bebiendo alcohol durante 14 semanas. También le inyectaron una dosis de células madre, pero después le restringieron el alcohol durante dos semanas. Al cabo de ese tiempo, a las ratas se les dio acceso libre al alcohol durante 60 minutos, pero las que habían sido tratadas consumieron entre un 75 y un 80% menos. Este segundo experimento permitió comprobar que esta terapia también podría ser efectiva para evitar las recaídas cuando se trata de abandonar el alcohol.

 

¿Por qué las células madre tienen este efecto positivo? “Sabemos que producen citoquinas antiinflamatorias, enzimas que reducen el estrés oxidativo y se conocen como guardianes de la inflamación”, señala Yedy Israel. “En realidad, el alcoholismo, la neuroinflamación y el estrés oxidativo comparten los mismos mecanismos”, añade. Para comprender estos procesos ha sido fundamental el trabajo sobre neuroinflamación del equipo liderado por Consuelo Guerri, experta del Centro de Investigación Príncipe Felipe de Valencia (España).

 

Fernando Ezquer, científico del Centro de Medicina Regenerativa de la Universidad del Desarrollo y primer firmante del artículo, considera que los resultados obtenidos en ratas son extrapolables al ser humano. “En la actualidad ya se han tratado más de 1.200 personas con células madre en el mundo, siempre en el marco de algún estudio clínico, pero en ningún caso se han registrado efectos adversos importantes. Nosotros en este trabajo observamos varios marcadores de seguridad del animal y no presentaba ningún daño”, asegura.

 

Además, de cara a un posible desarrollo de un tratamiento para personas con problemas de alcoholismo, los investigadores están pensando en la posibilidad de evitar tener que inyectar las células madre, ya que se podrían administrar directamente las enzimas que producen. “Las moléculas que producen son las responsables del efecto, que es muy rápido, y se podrían aplicar por vías no invasivas, por ejemplo, a través de la nariz”, comenta. Por eso, los científicos chilenos ya están trabajando en la generación de un biofármaco “mucho más amigable”, que podría presentarse en forma de espray nasal.

 

Todo ello abre grandes posibilidades, ya que el mecanismo de neuroinflamación no es sólo compartido por el alcoholismo, sino que está presente en otras adicciones, por ejemplo, a la cocaína y a la nicotina, y en otras enfermedades, entre ellas, patologías neurodegenerativas. “Este nuevo biofármaco podría tener un potencial extraordinario”, insiste Ezquer, así que los investigadores ya han protegido su innovación mediante un registro de la propiedad intelectual. (Fuente: José Pichel Andrés/DICYT)

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