Han pasado ya diez años desde que, en el año 2008, el grupo de investigación IBeA (España), Ikerkuntza eta Berrikuntza Analitikoa, (Investigación e Innovación Analítica) recibiera las primeras muestras del yacimiento de Pompeya en su laboratorio. Fue gracias a la casualidad. Una investigadora finlandesa coincidió con ellos en un congreso y se interesó por las técnicas de análisis portátiles no invasivas de que disponían. Le parecieron adecuadas para investigar el yacimiento de Pompeya, donde desarrollaba su labor, y comenzaron a colaborar. Un comienzo tímido, que se traduciría en el año 2010 en la primera visita a la ciudad sepultada por una erupción volcánica del Vesubio allá por el año 79 DC. Desde entonces el grupo IBeA acude cada año a realizar estudios de campo al mundialmente conocido yacimiento arqueológico, que completan en el laboratorio.
La investigación continuará, al menos, tres años más gracias al nuevo convenio suscrito entre la Universidad de País Vasco y el Parque Arqueológico de Pompeya. Aunque Maite Maguregui, una de las integrantes del proyecto APUV (Analytica Pompeiana Universitatis Vasconicae), espera que esta colaboración se prolongue más en el tiempo. “Nuestra intención es continuar con nuestro trabajo en Pompeya. Este yacimiento arqueológico es muy grande y existen diversas problemáticas a tratar desde el punto de vista de la investigación y, sobre todo, de cara a su conservación”.
En estos diez años los investigadores de la UPV/EHU han conseguido importantes logros. Dos son sus principales vías de investigación: proponer soluciones al deterioro del yacimiento y analizar los pigmentos de los frescos para sacar a la luz su aspecto original. “Hemos utilizado un espectrómetro portátil basado en fluorescencia de rayos X para identificar los murales de Pompeya pintados en un ocre rojo original (hematita) frente a los que actualmente se observan como rojos pero que fueron pintados en amarillo (ocre amarillo). Este pigmento amarillo se transformó en rojo debido al impacto del material volcánico a altas temperaturas proveniente de la erupción que destruyó Pompeya” apunta Maguregui. Una labor similar están desarrollando para distinguir los colores rosa y púrpura mediante espectroscopia Raman de superficie amplificada (SERS).
En el ámbito de la conservación han conseguido determinar varias causas del deterioro de los morteros romanos de las paredes de las casas pompeyanas. El trabajo de cara a los próximos años será proponer soluciones. Van a probar un biocida patentado por el grupo de investigación y creado con aceites esenciales de plantas presentes en el propio yacimiento. Si funciona como esperan, su aplicación mejoraría y abarataría notablemente las labores de conservación del complejo, al evitar que vegetales y microorganimos colonicen los muros. Otro de sus objetivos es desarrollar un mortero de restauración basado en la formulación original romana compatible con el original. “Es necesario verificar que el nuevo mortero no incorpore fuentes que puedan propiciar el deterioro. Nuestra función es aportar conocimiento sobre los materiales a incorporar, para que sean lo más compatibles y duraderos posibles” señala Maite Maguregui.
La investigadora se muestra muy satisfecha de su experiencia en Italia. “La verdad que para nosotros es una oportunidad única poder trabajar en un yacimiento tan increíble y con tanto renombre como el de Pompeya. Siempre recordaremos a Pompeya como el primer sitio arqueológico de gran importancia al que nuestro grupo de investigación (IBeA) pudo acceder. Es una ciudad increíble, cuando llegas ahí te das cuenta del desarrollo tecnológico y social de aquella antigua sociedad. Además, somos el primer grupo de investigación que ha trabajado en una casa de Pompeya abierta al público, la Casa degli Amorini Dorati, lo cual nos ha permitido poder interactuar con los visitantes que se iban interesando por nuestro trabajo y preguntando lo que hacíamos. Colocábamos carteles explicando nuestro proyecto, que la gente podía consultar”.
El grupo IBeA está integrado por nueve personas, en su mayoría personal docente e investigador de química. “Cuando dices que eres química y en qué campo trabajas hay gente que se extraña”. Su labor es muy importante, ya que ayudan a conocer la naturaleza de los materiales que componen una obra de arte. El conocimiento de la composición original de los materiales es crucial para poder desarrollar protocolos de conservación y restauración compatibles con ellos, sin introducir nuevas formulaciones que pudieran afectarlos.
Algunos miembros que participan en el proyecto APUV también están trabajando en otro yacimiento arqueológico de renombre como el de Machu Picchu. Hasta el momento han realizado diferentes estudios en el agua de lluvia y suelos con el fin de verificar los niveles de contaminación en el área. Además, han llevado a cabo el estudio de la roca sagrada de Machu Picchu, para determinar si las colonizaciones que presenta estaban afectando a su integridad.
Sus investigaciones les han llevado incluso más allá de nuestro planeta. “Algunos de los integrantes de IBeA participamos también en el desarrollo de la tarjeta de calibración que se integrará en el nuevo vehículo científico (rover) que se pretende enviar a Marte en 2020 (Mars 2020) por parte de la NASA para explorar en su superficie y buscar restos de vida actual o pasada. Además de esta colaboración en la misión de la NASA a Marte, también participamos en la de la ESA, la Agencia Espacial Europea (Exomars 2020)”. (Fuente: UPV/EHU)