Descubierta en 1897, la toxina botulínica es una de las sustancias más venenosas para los seres humanos, y está catalogada como un arma de destrucción masiva prohibida por la Convención de Ginebra y por la Convención sobre Armas Químicas. Sin embargo, a partir de fines de los años ’70, su uso terapéutico se ha masificado, en el tratamiento de diversas patologías odontológicas como el bruxismo como en dolores neuropáticos en el sistema masticatorio, debido a sus efectos paralizantes en los músculos en bajas dosis.
Los investigadores exploraron el efecto de esta sustancia en el tejido muscular y en el hueso, materia de gran importancia ya que “para tener un hueso de buena calidad, el músculo necesita estar activo, entonces, cuando el músculo funciona, el hueso recibe esta información y permanece en buen estado; al contrario, un músculo paralizado informa que la estructura ósea ya no es necesaria, y por lo tanto, el hueso se degrada”, aseguró la Dra. Sonja Buvinic.
Estudiando de manera unilateral el músculo masetero, el principal músculo masticatorio, se pudo observar que “el cóndilo mandibular asociado al lado del músculo paralizado queda en muy malas condiciones, y a los dos días de aplicada la sustancia se detectan marcadores moleculares de reabsorción ósea, es decir de daño óseo, mientras que los efectos morfológicos o macro se observan a las dos semanas. El deterioro se manifiesta extremadamente rápido”, explicó Buvinic.
El Dr. Julián Balanta, odontólogo de la Universidad del Valle en Colombia, especialista en rehabilitación oral y estudiante de Doctorado en la U. de Chile, explicó que si bien desde 2006 existen datos en animales que demostraban la atrofia del músculo producida por esta toxina, estos resultados no eran extrapolables al ser humano.
De todas maneras, a su juicio, la aplicación de toxina botulínica no debiera ser indicada como primera estrategia terapéutica en zonas como una articulación que depende del músculo para su estabilidad, como es el caso de la zona de la mandíbula.
“El gran problema con la articulación es que, a raíz de que observamos una degradación en nuestro modelo, este menoscabo de la articulación genera problemas temporo mandibulares que son enfermedades incapacitantes en el ser humano, y por otro lado, potencialmente irreversible”, añadió Balanta.
El efecto de esta neurotoxina sobre otras zonas con fines estéticos tampoco es algo baladí según la Dra. Sonja Buvinic, ya que “se trata de músculos que no generan tanta carga sobre el hueso, pero todos los factores tróficos que, como músculo activo le entrega al hueso, no van a ser entregados al hueso frontal y eso hay que analizarlo”.
Esta investigación se enmarca en el Proyecto Fondecyt Regular que encabeza la profesora Bivinic desde 2015, en el que aborda la forma en que los músculos masticatorios se remodelan, tanto en condiciones normales como en casos de patologías o disfunciones, profundizando en la comunicación que se produce entre el músculo y el hueso en la cavidad oral.
Los resultados hasta el momento fueron publicados en los artículos “Mandibular bone loss: a hidden side effect of botulinum toxin type A injection in masticatory muscles”, y “Early molecular response and microanatomical changes in the masseter muscle and mandibular head after botulinum toxin intervention in adult mice”.
En el marco de esta investigación multi-esquelético se ha realizado un trabajo junto a diversas instituciones y científicos especializados en diferentes áreas del conocimiento, como el Centro Cuantitativo de Antropología Dental, y el área de Histología de la Facultad de Odontología de la U. de Chile, el Instituto Maxplanck en Alemania, y la Universidad de Indiana de Estados Unidos.
El trabajo de Investigación ha llevado a ambos académicos a plantearse nuevas hipótesis y a desarrollar un experimento en el que utilizan un medicamento similar a un Bisfosfonato -que se usa para tratamiento de osteoporosis-, junto con la toxina botulínica en el interés de determinar los niveles de protección que este entrega. De comprobarse, la investigación podría entrar a la fase de modelo clínico humano.
Un trabajo multidisciplinario incorpora la perspectiva de “antropólogos que estudian cómo el sistema masticatorio ha evolucionado y cómo se ha adaptado. Esto podría constituir un modelo muy rápido y adaptación de cómo vemos el sistema masticatorio, lo que significa que, en el seguimiento de un modelo animal, se podría contribuir a entender la evolución del sistema masticatorio del mamífero, que es gran parte del trabajo del Maxplanck en Alemania; como también, aportar al desarrollo de un protocolo clínico que vele por la seguridad del paciente, porque en última instancia, no nos interesa satanizar ningún tipo de medicamento, pero sí se quiere contribuir con conocimiento para utilizarlo de forma correcta y apoyar la evidencia para que, en el futuro, se pueda aprobar su uso para patologías como el bruxismo”, sostuvo el Dr. Julián Balanta.
En el mismo sentido, la Dra. Sonja Buvinic, reiteró que “no queremos demonizar el uso de la toxina botulínica, o sea, finalmente una persona que esta con bruxismo, quebrando piezas dentales, está enfrentando una patología severa, y puede que, efectivamente, la toxina botulínica entregue algún tipo de alivio”. Sin embargo, añadió la académica, “si se indica esta terapia, recomendamos que, previamente, se realice un estudio del hueso y una evaluación permanentemente de la calidad ósea, para que se use con cautela, evitando el daño”. (Fuente: UCHILE/DICYT)