Desde que la nave espacial Voyager 1 de la NASA sobrevoló Júpiter en marzo de 1979, los astrónomos se han preguntado sobre el origen de los relámpagos de Júpiter. Aquel encuentro confirmó la existencia de estos destellos luminosos en el gigante gaseoso, pero las señales de radio asociadas no coincidían con los que producen los rayos y relámpagos en la Tierra.
Pero gracias a los datos recogidos por la sonda Juno, que orbita alrededor de Júpiter desde el 4 de julio de 2016, se ha comprobado que en realidad los relámpagos jovianos y terrestres son muy similares, aunque aparecen en regiones diferentes. El estudio se presenta esta semana en la revista Nature.
“No importa en qué planeta estés, los relámpagos actúan como transmisores de ondas de radio cuando cruzan el cielo”, señala Shannon Brown, investigadora del Jet Propulsion Laboratory de la NASA y autora principal del trabajo. “Hasta Juno, todas las señales registradas por las naves espaciales anteriores (Voyagers 1 y 2, Galileo, Cassini) se limitaron a detecciones visuales o del rango de kilohercios en el espectro de radio (frecuencias bajas). Se plantearon muchas teorías, pero sin respuesta”.
Sin embargo, entre el conjunto de instrumentos altamente sensibles de Juno se encuentra su radiometro de microondas (MWR), que registra las emisiones del gigante gaseoso en un amplio espectro de frecuencias.
“Con los datos de los primeros ocho sobrevuelos, MWR detectó 377 relámpagos –dice Brown– en el rango de megahercios y gigahercios (frecuencias altas), que es lo que puedes encontrar con las emisiones de relampagos terrestres. Creemos que la razón por la que somos los únicos que lo hemos podido observar estos es porque Juno está volando más cerca de la iluminación que nunca, registrando frecuencias de radio que pasen fácilmente a través de la ionosfera de Júpiter”.
A pesar de sus similitudes, las observaciones revelan que los relámpagos aparecen en zonas distintas en Júpiter y la Tierra: “Hay mucha actividad cerca de los polos de Júpiter, pero ninguno cerca del ecuador, como ocurre en nuestro planeta. Puedes preguntarle a cualquiera que viva en los trópicos”.
Según los autores, hay una explicación: nuestro ecuador está más afectado por los rayos del sol, y el aire cálido y húmedo se eleva más libremente en esa zona por las corriente de convección, lo que alimenta las imponentes tormentas eléctricas que producen rayos.
Sin embargo, la órbita de Júpiter está cinco veces más lejos del Sol que la órbita de la Tierra, lo que significa que el planeta gigante recibe 25 veces menos luz solar que la Tierra. También se calienta el ecuador lo suficiente como para crear estabilidad en la atmósfera superior, inhibiendo el aumento del aire caliente que llega desde el interior. Pero en los polos, que no tienen ese calor de nivel superior y, por tanto, no tienen estabilidad atmosférica, permiten que los gases cálidos del interior de Júpiter se eleven, impulsando la convección y generando los relámpagos.
“Estos hallazgos podrían ayudar a mejorar nuestra comprensión de la composición, la circulación y los flujos de energía en Júpiter”, destaca Brown, quien reconoce que todavía queda una pregunta sin respuesta: “Aunque vemos relámpagos cerca de ambos polos, ¿por qué se registran principalmente en el polo norte de Júpiter?”
También relacionado con los destellos luminosos de la atmósfera de Júpiter, esta semana se publica un segundo artículo en Nature Astrónomy, donde la investigadora Ivana Kolmašová de la Academia Checa de Ciencias, junto a otros colegas, presentan la base de datos más grande de emisiones de radio de baja frecuencia generadas por relámpagos alrededor de Jupiter: los denominados whistlers.
Se trata de un conjunto de más de 1.600 señales recopiladas por el instrumento Waves de Juno, una cifra casi diez veces mayor que la obtenida por el Voyager 1. La sonda detectó picos de cuatro relámpagos por segundo, una tasa similar a las observadas en tormentas eléctricas en la Tierra y seis veces más altos que las velocidades máximas captadas con Voyager 1.
Los autores también han convertido algunas señales de radio de los relámpagos en frecuencias audibles, pero según explica Kolmašová a Sinc no hay que confundir estos sonidos con los truenos: “Este es un malentendido básico que surge del hecho de que observamos señales luminosas de relámpagos en frecuencias audibles. Sin embargo, medimos campos eléctricos y magnéticos, que son detectables por antenas y electrónica, no por el oído humano”.
“Para disfrutar de la belleza musical de los whistlers jovianos, uno debe convertir estas medidas en sonido de forma artificial, usando un altavoz o auriculares. Nuestro trabajo, por lo tanto, no muestra ningún trueno en Júpiter, eso es lo que la gente en la Tierra solemos oír después de ver una descarga de relámpagos. Hasta ahora Juno ha detectado relámpagos en radiofrecuencias: Waves a frecuencias audibles y MWR a frecuencias de alrededor de 600 MHz (los llamados esferics)”.
Los científicos confían en seguir descubriendo los secretos de los relámpagos y otras características de Júpiter cuando la sonda Juno haga su siguiente sobrevuelo, el número 13, sobre las misteriosas nubes del gigante gaseoso el próximo 16 de julio. (Fuente: NASA/SINC)
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