La histórica misión Parker Solar Probe de la NASA se lanzará este 11 de agosto desde la Estación de la Fuerza Aérea de Cabo Cañaveral (Florida, EE UU), en principio a las 03:33 h (hora local, seis horas más tarde en la península ibérica), aunque la ventana de lanzamiento está abierta hasta el 23 de agosto. Un cohete Delta IV-Heavy pondrá la nave rumbo al Sol.
Parker Solar Probe usará la gravedad de Venus durante siete sobrevuelos a lo largo de casi siete años, para acercar gradualmente su órbita al Sol. La sonda se aproximará a 6,1 millones de km de nuestra estrella, mucho más dentro que la órbita de Mercurio (está a unos 57 millones de km del Sol) y más de siete veces más cerca que cualquier otra nave espacial anterior (Helios 2 llegó a 43 millones de km en 1976).
Los promotores de esta misión consideran que revolucionará la comprensión de nuestra estrella, cuyas condiciones cambiantes se propagan al resto del sistema solar, afectando también a la Tierra. Parker Solar Probe viajará a través de la atmósfera del Sol –denominada corona–, enfrentándose a una radiación y un calor brutal, para ofrecer a la humanidad las observaciones más próximas conseguidas hasta ahora de una estrella.
Los principales objetivos son analizar cómo la energía y el calor se mueven a través de ese aureola de plasma que es la corona solar, así como investigar qué acelera el viento solar y las partículas energéticas solares.
Los científicos llevan buscando respuestas a estas cuestiones desde hace más de 60 años, pero hasta ahora los avances en ingeniería térmica no habían permitido enviar una sonda para soportar temperaturas de 1.377 ºC. Parker Solar Probe lo conseguirá gracias a un escudo térmico frontal de carbono y 11,43 cm de espesor, que protegerá el instrumental científico situado detrás.
La nave incorpora cuatro conjuntos de instrumentos (FIELDS, WISPR, SWEAP e ISOIS) para estudiar los campos magnéticos, el plasma, las partículas energéticas y el viento solar. La combinación de mediciones in situ e imágenes aportará información crucial sobre la corona y el origen y la evolución del viento solar. Además, los datos registrados también pueden ser relevantes para pronosticar los cambios en el entorno espacial de la Tierra, que afectan tanto a la vida como a la tecnología (satélites, por ejemplo) en nuestro planeta.
Parker Solar Probe es parte del programa Living With a Star de la NASA destinado a explorar el sistema Sol-Tierra bajo la dirección del Goddard Space Flight Center. Por su parte, el Laboratorio de Física Aplicada (APL) de la Universidad Johns Hopkins se encarga de la construcción y la operación de esta nave espacial.
Respecto al nombre de la misión, es un homenaje al veterano astrofísico estadounidense Eugene N. Parker, que ha teorizado sobre el viento solar y cómo –a través de nanoflares o explosiones solares– se podría explicar el hecho de que la corona o atmósfera del Sol esté más caliente que su superficie. A sus 91 años confía en que los resultados de Parker Solar Probe ayuden a resolver este y otros misterios de nuestra estrella.
El Sol es la única estrella que podemos estudiar de cerca. Al analizar con la que vivimos, aprendemos más sobre las estrellas en todo el universo.
Nuestra estrella es una fuente de luz y calor para la vida en la Tierra. Cuanto más sepamos al respecto, mejor podremos comprender cómo se desarrolló la vida en nuestro planeta.
El Sol también afecta a la Tierra de maneras menos familiares. Es la fuente del viento solar, un flujo de gases ionizados del Sol que fluye por nuestro planeta a velocidades de más de 500 km/s.
Las perturbaciones en el viento solar sacuden el campo magnético terrestre, constituyendo una parte del conjunto de cambios en el espacio próximo a la Tierra conocido como clima espacial.
El clima espacial puede cambiar las órbitas de los satélites, acortar su vida útil o interferir con los componentes electrónicos de a bordo. Cuanto más aprendamos sobre las causas del clima espacial y cómo predecirlo, más podremos proteger los satélites de los que depende hoy nuestra sociedad.
El viento solar también llena gran parte del sistema solar, dominando el ambiente espacial mucho más allá de la Tierra. A medida que enviamos naves espaciales y astronautas cada vez más lejos, debemos entender ese entorno espacial, de la misma manera que los primeros marinos necesitaban conocer el océano. (Fuente: SINC)