La leishmaniasis es una de las principales enfermedades desatendidas del mundo y causa la muerte a decenas de miles de personas cada año, principalmente en los países más pobres. Según la OMS, más de 600 millones de personas corren el riesgo de presentarla y hay entre 50.000 y 90.000 nuevos casos al año, que dan lugar a entre 20.000 y 40.000 muertes anualmente.
Está causada por un parásito que se transmite con la picadura de moscas de la arena infectadas. Las personas afectadas padecen fiebre, pérdida de peso y anemia, y la enfermedad suele ser mortal a menos de que se trate. Es endémica de varios países, entre ellos Brasil, que, pese a los esfuerzos de control, no ha conseguido reducir su incidencia entre 1990 y 2016, según un estudio recién publicado en la revista ‘PLOS Neglected Tropical Disease’. De hecho, en las Américas, el 96 por ciento de los casos se producen en Brasil, donde la tasa de mortalidad de la enfermedad es del 7,4 por ciento.
La leishmaniasis se puede clasificar en dos formas clínicas: visceral (VL) -la forma más grave- y tegumentaria, que abarca tanto la leishmaniasis cutánea como la mucocutánea (LMC). “La leishmaniasis visceral no tratada puede llevar a la muerte, mientras que las lesiones ocasionadas por las formas cutánea y mucocutánea generalmente no representan riesgo de muerte, pero pueden causar incapacitación, aumentando de esta forma el estigma y el prejuicio social sufrido por el enfermo”, explica a DiCYT Juliana Bezerra, investigadora de la Universidad Federal de Minas Gerais (Brasil) y primera autora del estudio.
A partir de los datos del estudio Global Burden of Disease (GBD), Bezerra y sus colegas han observado que, en general, la tasa de leishmaniasis estandarizada por edad en Brasil y sus 27 unidades federadas disminuyó un 48,5 por ciento entre 1990 y 2016, mientras que los años de vida ajustados por discapacidad –una medida de la pérdida de salud-, aumentó un 83,6 por ciento.
Esto es debido a que, aunque la tasa de leishmaniasis cutánea y mucocutánea se redujo, la incidencia de la leishmaniasis visceral aumentó un 52,9 por ciento en el mismo periodo, en el que se observó un incremento aún mayor entre niños menores de un año. Los investigadores también registraron diferencias en la incidencia de la enfermedad entre las distintas regiones de Brasil, con tasas más altas en el noreste y sureste y más bajas en los estados del norte.
“Creemos que el estudio de la carga de las leishmaniasis en Brasil y en sus 27 unidades federadas, a lo largo del tiempo, puede posibilitar una mejor comprensión de las diferencias regionales, siendo este análisis de gran relevancia para el establecimiento de un sistema de vigilancia adecuado y la adopción de medidas de control más efectivas y puntuales”, recalca Bezerra.
Además, a juicio de la investigadora, “puede ayudar a los órganos responsables de la salud pública brasileña a un uso racional de los recursos disponibles, así como a la toma de decisiones destinadas a reducir la transmisión de los parásitos, disminuyendo así el impacto que la leishmaniasis presenta para la población”, concluye. (Fuente: Cristina G. Pedraz/DICYT)