Los “ladrillos” de la Tierra parecen estar hechos de ingredientes “bastante normales”, según unos investigadores que trabajan con los telescopios más potentes del mundo. Estos científicos han medido las composiciones de 18 sistemas planetarios diferentes situados a distancias de hasta 456 años-luz y las han comparado con la del nuestro, determinando que muchos de esos elementos están presentes en proporciones similares a aquellas encontradas en la Tierra.
Este estudio, a cargo del equipo de Siyi Xu, del Observatorio Gemini Norte en Hawái, Estados Unidos, está entre las mayores inspecciones realizadas hasta la fecha para medir la composición química de otros sistemas planetarios, y empieza a permitir que los científicos puedan sacar conclusiones más generales sobre cómo se forjaron, y qué podría acarrear esto para las probabilidades de localización de cuerpos parecidos a la Tierra en otros lugares del cosmos.
En los años 90, se encontraron los primeros planetas alrededor de otras estrellas, y desde entonces los científicos han estado intentando averiguar hasta qué punto algunas de estas estrellas y planetas son similares a nuestro propio sistema solar.
Es difícil examinar estos cuerpos remotos de forma directa. Debido a las enormes distancias a las que se hallan, su estrella cercana tiende a ahogar cualquier señal electromagnética de mundos cercanos, como la luz o las ondas de radio, tal como explica Xu. Así que los astrónomos necesitan recurrir a otros métodos.
Por tanto, el equipo de Xu decidió examinar cómo los “ladrillos para construcción planetaria” afectan a las señales procedentes de las estrellas enanas blancas. Estas son estrellas que han fusionado nuclearmente la mayor parte de su hidrógeno y helio, y que se han comprimido hasta convertirse en astros muy pequeños y densos. Se estima que nuestro Sol se convertirá en una enana blanca dentro de alrededor de 5.000 millones de años. Durante el proceso de enfriamiento de la estrella, esta empieza a asimilar material de los planetas, asteroides, cometas, etc., que han estado orbitándola. Ello forma un disco de polvo, comparable en algunos aspectos a los anillos de Saturno. A medida que este material se acerca a la estrella, cambia la forma en que la vemos. Este cambio se puede medir porque influye en su señal espectroscópica, y nos permite identificar el tipo e incluso la cantidad de material que rodea a la enana blanca. Estas mediciones pueden ser extremadamente sensibles, permitiendo detectar a cuerpos tan pequeños como un asteroide.
El equipo de Xu obtuvo mediciones usando espectrógrafos acoplados al telescopio Keck en Hawái, el telescopio infrarrojo y óptico más grande del mundo, y al telescopio espacial Hubble, midiendo el contenido de calcio, magnesio, silicio y otras sustancias y elementos químicos. Xu y sus colegas también han detectado la presencia de agua en uno de los sistemas, aunque todavía no ha sido posible determinar su abundancia, si bien todo apunta a que es elevada.
Xu cree probable que los tipos de “ladrillos” con los que la Tierra está hecha sean comunes en otros sistemas planetarios. “Basándonos en lo que podemos ver, en cuanto a la presencia y proporción de estos elementos, somos normales, bastante normales. Y eso significa que podemos probablemente esperar encontrar planetas parecidos a la Tierra en otras partes de nuestra galaxia”.