Un equipo internacional de investigadores ha descubierto al noreste de Brasil la mayor extensión de termiteros que se conoce. El estudio, publicado esta semana en la revista Current Biology, estima que estas construcciones tienen más de 4.000 años de antigüedad y su extensión cubre un área del tamaño de Gran Bretaña.

 

Las dimensiones de la extensión son tan vastas que se puede observar la construcción desde el espacio. Hasta se puede ver fácilmente en Google Earth.

 

Según Stephen Martin, científico de la Universidad de Salford (Reino Unido) y coautor del estudio, estos montículos fueron formados por una sola especie de termitas que excavaron una red masiva de túneles para acceder a las hojas muertas del bosque. El tiempo de viaje se minimiza gracias a un mapa de feromonas. “De esta manera, consiguen alimentarse de forma segura y directa desde el suelo”, señala Martin.

 

“Este es el trabajo de bioingeniería más extenso del mundo llevado a cabo por una única especie de insecto”, añade Roy Funch, de la Universidad Estatal de Feira de Santana, que también participa en el estudio, junto con la Universidad de Nebraska-Lincoln y la Universidad de Buffalo (EE UU).

 

 

 

Los miles de años de lenta y constante excavación ha dado lugar a aproximadamente 200 millones de termiteros coniformes, formados por grandes cantidades de tierra amontonada, de 2,5 metros de alto y 9 metros de ancho cada uno. “La cantidad de suelo excavado es de más de 10 kilómetros cúbicos, equivalente a 4.000 grandes pirámides de Giza”, indica Martin.

 

Al observar la construcción desde una vista aérea, se percibe una separación equidistante entre los montículos. En un primer momento, los investigadores trataron de averiguar si este patrón regular se debía a una competitividad establecida entre termiteros vecinos. Sin embargo, los hallazgos sugieren que la organización espacial no ha sido generada por interacciones agresivas, sino que surgió a raíz de procesos de autoorganización.

 

Hasta ahora, los montículos habían permanecido ocultos en el bosque de Caatinga, de matorral espinoso, semiárido y de hojas caducas, único del noreste de Brasil. Su descubrimiento ha sido posible, en gran parte, gracias a que las tierras han sido despejadas para el pasto durante las últimas décadas.

 

“Es increíble que en estos tiempos se pueda encontrar una maravilla biológica desconocida de tales dimensiones y antigüedad con sus ocupantes aún presentes”, concluye Martin. Los expertos coinciden en que todavía quedan muchas preguntas por responder. (Fuente: SINC)

Publisher: Lebanese Company for Information & Studies

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