El suicidio es la primera causa de muerte no natural en el mundo, y también en España donde cada año entre 3.600 y 3.700 personas deciden acabar con su vida. De hecho, las defunciones por esta causa ya duplican a las provocadas por accidentes de tráfico, y son ochenta veces mayores a las que se producen como consecuencia de la violencia machista. Los expertos consideran que hay que hablar de ello y difundir informaciones sobre este grave problema de salud pública y social con el fin de sensibilizar al conjunto de la sociedad y prevenirlo.
Según datos de la Organización Mundial de la Salud, cada año se registran unas 800.000 muertes por suicidio en todo el mundo. Varios estudios internacionales han analizado la distribución temporal de los episodios de suicidios mortales y no mortales, y en algunos países se ha observado que estos aumentan en festividades como Navidad, Nochevieja o San Patricio. «Esto se debe a factores psicosociales, como por ejemplo el incremento del sentimiento de soledad, además de otros factores determinantes», asegura Josep Maria Suelves, profesor de Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de la UOC (Universidad Abierta de Cataluña).
En el caso de España, la tentativa de suicidio es veinte veces superior al número de defunciones: en un año, 8.000 personas intentan quitarse la vida. Sin embargo, esta realidad sigue siendo una cuestión tabú. Según el profesor Suelves, «muchas culturas y pensamientos religiosos consideran que el suicidio es un comportamiento inmoral o pecaminoso, por lo que muchas familias y comunidades ocultan o niegan los episodios protagonizados por sus miembros». Además, «desgraciadamente sigue muy extendida la creencia de que dar información sobre esta conducta puede tener un efecto de contagio, conocido como efecto Werther o copycut».

 

 

Las muertes por esta causa se asocian a factores psicológicos, comunitarios, socioeconómicos y culturales. «Se suele dar en personas que viven en condiciones de aislamiento, que mantienen relaciones familiares conflictivas y también en todas aquellas que han sufrido la pérdida de seres queridos, su trabajo y su estatus económico», explica. Ahora bien, también se pueden suicidar individuos que «tienen dificultades para acceder a una atención sanitaria apropiada».
Con todo, las conductas suicidas no siempre se manifiestan después de un proceso racional, mediante el cual se ha identificado esta vía como única salida posible ante un sentimiento de desesperación físico o psicológico. «Hay casos en los que la influencia de otras personas o de hechos poco planificados, a veces causados por los efectos del alcohol o las drogas, contribuye de manera decisiva», ejemplifica el profesor Suelves.
Si bien hoy en día sigue siendo una muerte “invisible”, Suelves señala que «es necesario hablar de ello y difundir informaciones sobre este problema de salud pública y social con el fin de sensibilizar al conjunto de la sociedad y prevenirlo», dado que «es probable que las personas que sobreviven a una conducta suicida la repitan en el futuro». Por este motivo, «una de las prioridades para la prevención es la detección de las personas que presentan un riesgo elevado con el objetivo de que reciban un tratamiento efectivo lo antes posible».
El crecimiento de internet y las nuevas tecnologías están afectando a la salud y los comportamientos relacionados con esta desde diferentes ámbitos, y las conductas suicidas no son una excepción a esta realidad. «Se han detectado situaciones en las que las tecnologías pueden contribuir a incrementar estos comportamientos y su gravedad, como ocurrió, por ejemplo, con el caso del reto viral de la ballena azul», comenta Suelves. Sin embargo, las tecnologías también «podrían ser un aliado» a la hora de encontrar un apoyo social, ya que pueden contribuir a que personas con riesgo se acaben poniendo en manos de un profesional con el fin de superar esta situación.
Desafortunadamente, en la mayoría de países el nivel de implantación de planes y estrategias de actuación efectivas para prevenirlo todavía es bajo. Los servicios sanitarios actúan «muy eficazmente» para atender a las personas que sufren trastornos asociados a un mayor riesgo de suicidio, pero «su actuación debe seguir mejorando». «La prevención requiere un enfoque combinado que incluya medidas de salud pública y actuaciones de los servicios sanitarios, así como acciones educativas y de comunicación dirigidas a la sociedad», concluye el profesor Suelves. (Fuente: Alba Pueyo / UOC)

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