Para la revista Science, uno de los hitos de 2018 fue la denuncia y persecución del acoso sexual en el ámbito científico. En EE UU, la investigadora Julie Libarkin ha creado una base de datos abierta sobre casos confirmados y la neurocientífica Beth Anne McLaughlin ha impulsado el movimiento #MeTooSTEM. Varias universidades españolas ya han estudiado el acoso sexual en sus campus.
El pasado mes de junio, las Academias Nacionales de Estados Unidos de Ciencias, Ingeniería y Medicina (NAS) publicaron un informe que analiza el acoso sexual que sufren las mujeres que estudian o trabajan en el ámbito científico. Según los resultados, más del 50 % del profesorado femenino en ciencias, ingeniería y medicina ha sufrido acoso sexual o laboral.
Para Julie Libarkin, científica del Departamento de Ciencias de la Tierra y del Medio Ambiente de la Universidad Estatal de Michigan, las cifras son muy relevantes, pero cuando se trata de pasar a la acción y denunciar a los agresores no solo basta con conocer los porcentajes.
Por eso, poco antes de que la llama del #MeToo prendiera en Hollywood, creó una base de datos de acceso abierto sobre el comportamiento sexual inadecuado en el ámbito académico. Nombres, apellidos, cargos, instituciones y un enlace para que el usuario pueda verificar los hechos. Su documento, que empezó con una docena de casos, ya suma más de 700.
“Para que un caso aparezca en la base de datos debe ser información pública que previamente ha sido publicada en los medios de comunicación o en documentos legales, y debe haber evidencias que lo prueben”, declara a Sinc Libarkin.
Por ejemplo, tiene que constar en los informes públicos del Título IX, la ley federal estadounidense que establece la protección a estudiantes víctimas de acoso, hostigamiento sexual y agresión sexual dentro o fuera del campus, en cualquier actividad académica, educativa, extracurricular y atlética avalada por la institución. “Si algún caso es revocado o si se produce una absolución legal, se retira inmediatamente”, añade.
La idea de crear la plataforma surgió a partir de una experiencia personal. En una fiesta de jubilación en el campus donde trabaja, un profesor emérito la acosó físicamente. Aunque la ley falló a favor de la científica, en el trabajo todo se mantuvo como si nada hubiese ocurrido.
“Mi acosador tiene una silla con su nombre en mi departamento y tener que ver u oír su nombre es traumático. Mis compañeros no entienden exactamente cuánto tiempo y energía he tenido que dedicar para superar lo que pasó y no parecen estar preocupados porque pesan más los logros académicos”, cuenta la investigadora.
“Uno de los mayores problemas con la mala conducta sexual es que no hay manera de saber si alguien pasó por eso antes que tú”, sostiene. “Por eso publiqué la base de datos como una fuente de acceso abierto”.
Con el mismo objetivo –que las historias personales no se pierdan en un mar de cifras– Libarkin creó también en 2018 la estructura de la web de la campaña #MeTooSTEM, fundada por Beth Anne McLaughlin, profesora de neurología en la Universidad de Vanderbilt.
“El objetivo de este sitio es que sea más difícil para las personas en el poder, las sociedades científicas, los compañeros y los becarios vernos como simples números durante este período crítico para las mujeres en STEM (ciencias, tecnología, ingeniería y matemáticas, por sus siglas en inglés)”, se lee en la plataforma al acceder.
Se trata de un espacio para que las mujeres compartan su historia de acoso en primera persona. Una red de apoyo en la que las usuarias pueden hablar de su experiencia pero no pueden mencionar a otras personas o instituciones para evitar que se hagan acusaciones infundadas.
Fuera de la página web, el #MeTooSTEM sí ha alzado la voz para pedir responsabilidades, siguiendo la estela del movimiento que le da nombre. En los últimos meses, consiguió que la Asociación Estadounidense para el Avance de la Ciencia no conceda honores a los hombres declarados culpables de conducta sexual inapropiada. También logró organizar bajo su hashtag a miles de científicos para que los Institutos Nacionales de Salud dejaran de financiar a personas culpables de agresión sexual o conducta sexual inapropiada.
Por llevar el #MeToo a las instituciones STEM, por dar voz y fuerza a las mujeres y ayudar a las organizaciones a actuar contra el acoso, McLaughlin recibió en 2018 el Premio Desobediencia 2018 del MIT Media Lab, un centro de investigación interdisciplinar dentro del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT).