El análisis de una cohorte de nacimientos con 51 recién nacidos a los que se realizó un seguimiento hasta el tercer año de vida ha relacionado las mutaciones en anticuerpos con un mayor riesgo de enfermedades alérgicas como el eccema.
Los resultados ofrecen una visión detallada sobre cómo las variables ambientales determinan el desarrollo de las células B en los niños, abordando una cuestión de larga data en el campo de la investigación de alergias. Las poblaciones de células B humanas (productoras de anticuerpos protectores del organismo) contienen un variado repertorio de receptores de células B (RCB) que se someten a un proceso de maduración conocido como hipermutación somática (HMS) durante la exposición continuada a moléculas que activan el sistema inmunológico, los denominados antígenos.
Los investigadores sospechan que la exposición a patógenos y factores ambientales pueden determinar la forma en que los RCB y las variantes de anticuerpos (o isotipos) se desarrollan en recién nacidos y niños de corta edad, lo que a su vez influye en el riesgo de desarrollar afecciones alérgicas. Sin embargo, las relaciones exactas entre la exposición ambiental, la maduración de los anticuerpos y la alergia siguen sin estar claras.
Sandra Nielsen y sus colegas examinaron varios tipos de anticuerpos, así como la composición de RCB en niños de corta edad crecidos en diferentes entornos domésticos. Realizaron el seguimiento de 51 niños desde el nacimiento hasta los tres años, recopilando muestras de sangre de los sujetos en uno o varios momentos anuales.
La secuenciación genética reveló que los niños con mayores frecuencias de HMS en dos isotipos de anticuerpos (IgD e IgM) mostraron tasas más altas de infecciones respiratorias, mientras que los niños con eccema o alergias mostraron frecuencias elevadas de HMS en el isotipo IgE, clave en las reacciones alérgicas. Curiosamente, los niños que crecían en hogares en los que se empleaban productos de limpieza que contenían las sustancias químicas triclosán y triclocarbán presentaban frecuencias más altas de HMS en los anticuerpos IgE, IgD e IgG. Nielsen et al. aseguran que se deben realizar estudios adicionales con grupos de pacientes más amplios con el fin de confirmar sus hallazgos y discernir otras influencias potenciales en el desarrollo de las células B. (Fuente: AAAS)