En España actualmente hay 145.000 personas infectadas por el VIH, pero 1 de cada 5 no lo sabe. La Organización Mundial de la Salud se ha marcado el objetivo «90-90-90» de cara al año 2020 para combatir la enfermedad: que el 90 % de las personas infectadas estén diagnosticadas; que, de estas, el 90 % estén en tratamiento, y que, de estas últimas, el 90 % estén en supresión viral.

 

El virus de la inmunodeficiencia humana (VIH) afecta al sistema inmunitario destruyendo los linfocitos que combaten las infecciones, pero también tiene un impacto en el cerebro. El profesor de los Estudios de Ciencias de la Salud de la UOC (España) José A. Muñoz-Moreno asegura que «durante los primeros días el VIH ya penetra en el sistema nervioso y altera procesos de la barrera hematoencefálica, y esto da lugar al deterioro cognitivo en la infección por VIH». «Hay personas que mantienen la infección sin tratamiento al inicio porque han pasado meses con un virus sin saberlo, lo que puede provocar un daño cerebral irreversible. E incluso cuando son tratadas y tienen controlado el virus, se puede seguir produciendo cierta neuroinflamación que hace que el cerebro funcione peor», explica el profesor.

 

Pero no todas las funciones cognitivas quedan alteradas por igual cuando se contrae el VIH. «La memoria a corto plazo, la capacidad para resolver tareas, la fluencia verbal, la concentración y el aprendizaje son las que se ven más afectadas», explica Muñoz-Moreno. Se habla de deterioro cognitivo cuando como mínimo dos de estas funciones se encuentran alteradas, y se estima que esto sucede en una de cada dos personas con VIH.

 

 

Hasta ahora, dos pacientes portadores del virus del sida han podido dejar el tratamiento con antirretrovirales después de haber recibido un trasplante de células madre de la médula ósea. Sin embargo, Muñoz-Moreno asegura que «estas dos remisiones son casos aislados». «El objetivo principal no fue curar a estas personas del VIH, ya que se ha eliminado el virus como resultado de aplicar una estrategia contra una enfermedad hematológica grave como la leucemia», razona el profesor, que también es investigador de la Fundación Lucha contra el Sida (FLS). Y, continúa, «esta estrategia no es aplicable a todas las personas con VIH, ya que el propio trasplante tiene una mortalidad muy elevada».

 

Lo que aún hoy no se sabe a ciencia cierta es cuál será el estado resultante de las personas que se curen del VIH. «Esperamos que la curación definitiva llegue pronto, pero en todo caso no podemos estimar cuál será su situación de salud resultante», asegura Muñoz-Moreno. Por otra parte, añade el profesor, hay que tener en cuenta que «además del impacto cognitivo que produce la enfermedad, también está el impacto psicológico de haber vivido situaciones de estigma, rechazo o discriminación, aparte de todo el impacto físico y emocional del proceso de cronicidad vivido».

 

Hoy por hoy, las estrategias que pretenden curar el virus del sida, explica Muñoz-Moreno, «a menudo intentan reactivarlo para matarlo después, lo cual puede tener efectos en el sistema nervioso y en el cerebro». «Lo que está claro es que cualquier estrategia que se investigue o se testee para la curación del VIH debe cubrir, sin falta, el impacto en el cerebro», apunta el investigador.

 

La investigación sobre el virus del sida ya acumula más de tres décadas y, aunque no haya una estrategia de curación establecida como tal, se han adquirido muchos conocimientos sobre la enfermedad. «Hay mucha evidencia científica sobre la infección del VIH y el deterioro cognitivo que podría ayudar en otras patologías como la enfermedad de Alzheimer, la enfermedad de Parkinson o el propio envejecimiento, ya que de hecho en la infección por VIH lo que se ha visto es que se podría estar produciendo un envejecimiento prematuro», explica Muñoz-Moreno.

 

Así pues, por ejemplo, un instrumento de cribaje del deterioro cognitivo para el VIH también se podría aplicar al envejecimiento o a otras patologías neurocognitivas. «Es necesario fomentar una investigación más global y basada en la sociedad, y eso ahora mismo no está sucediendo porque la investigación no involucra suficientemente a la sociedad como protagonista activa implicada en las decisiones científicas», concluye el profesor. (Fuente: UOC)

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