José Ángel Escribano, especialista en enfermedades infecciosas virales y en el desarrollo de aplicaciones biotecnológicas de los virus, fundó Algenex en 2005. Por aquel entonces, trabajaba como investigador en el grupo de Biotecnología de virus animales del Instituto de Investigación y Tecnología Agraria y Alimentaria (INIA) (España).
Allí, experimentaba con insectos como alternativa a los biorreactores y descubrió que las crisálidas de una oruga de la col (Trichoplusia ni) podían funcionar como ‘pequeñas biocápsulas’ para producir vacunas de nueva generación.
Al principio, trató de hablar con varias empresas para implantar la tecnología de manera industrial, pero finalmente decidió emprender y así nació Algenex, con sede en el Parque Científico y Tecnológico de la Universidad Politécnica de Madrid, que se ha especializado en el desarrollo de tecnologías basadas en vectores baculovirus (virus seguros que no infectan a mamíferos).
Según cuenta Escribano a Sinc, su firma sacará al mercado en unos meses, en colaboración con una multinacional, la primera vacuna producida con su nuevo método, diseñado a partir de las crisálidas de esta polilla. “Esta nueva tecnología es menos costosa y compleja que las empleadas por otras empresas biotecnológicas, por lo que supone una alternativa con posibilidades de revolucionar el sector”, subraya.
La primera vacuna de Algenex está orientada a combatir la enfermedad hemorrágica del conejo (EHC), la más frecuente en estos animales, tanto silvestres como de granja. Existen ciertos virus como el que ocasiona la EHC, cuyo antígeno no se puede cultivar en biorreactores y, por lo tanto, las vacunas se obtienen directamente de animales vivos (cómo se hacía antaño), mediante métodos menos punteros y éticamente discutibles.
En esos casos, “se inocula el virus directamente en el conejo, se sacrifica al animal y se extraen sus órganos para formular la vacuna”, señala Escribano, que también es director científico de Algenex. Sin embargo, su método basado en crisálidas permite fabricar la primera vacuna sin sacrificar a un sólo conejo y, al mismo tiempo, la primera vacuna bivalente que protege contra las dos cepas de EHC criculantes.
Escribano explica la razón por la que han usado crisálidas: “Al utilizar las larvas directamente todo resultaba más complicado. En cambio, cuando las larvas se convierten en crisálidas, estas conservan su capacidad para producir el principio activo y obtener la vacuna y son más fáciles de manejar”.
Algenex ha diseñado el proceso completo para producir la vacuna. La empresa suministra los insectos, produce el gen que será inyectado en la crisálida, dónde se producirá el principio activo para inmunizar al conejo. “Hemos desarrollado la tecnología, pero aún falta la automatización de los procesos”, señala el investigador. El responsable indica que la robotización de la tecnología estará completada antes del próximo verano.
Escribano cuenta que, aparte de producir las moléculas vacunales, también quieren poner a disposición del consumidor robots para que generen sus propias vacunas industrialmente. La empresa ha bautizado a esta tecnología como CrisBio, que incluye elementos para la cría, almacenamiento y transporte de los insectos, y los robots automáticos que inoculan y manejan las crisálidas.
La vacuna contra la EHC es sólo el comienzo. “El objetivo es entrar en el sector veterinario y pasar en unos años al mercado mundial de vacunas humano”. Y es que, según indica, su método permite fabricar todo tipo de vacunas de subunidades (nueva generación de vacunas diseñadas a partir de componentes de virus) como las de la hepatitis B o la gripe.
“Ya estamos desarrollando vacunas animales para indicaciones más importantes como el circovirus, la peste porcina africana y la influenza aviar”, destaca el experto. Sin embargo, estos productos dirigidos a vacas, cerdos y gallinas no podrán ser comercializados hasta obtener el consentimiento de la Agencia Europea del Medicamento.
La aprobación de la vacuna contra la EHC resulta la oportunidad perfecta para abrirse al sector. Para ello, Escribano pretende comenzar los trámites y someter el dossier regulatorio para esta primera vacuna en septiembre, con el fin de conseguir la aprobación de comercialización para finales de 2020.
Las opciones actuales para fabricar vacunas son caras y complejas que requieren la incorporación de un equipo cualificado para su manejo. Esta limitación ha reducido la producción de vacunas a unas pocas empresas capaces de asumir la inversión, además de disponer de empleados cualificados.
“Lo que queremos es facilitar la vida a los que quieren desarrollar productos biológicos como las vacunas”, comenta Escribano. Entre las ventajas de su nueva tecnología, destaca la simplicidad de sus procedimientos. “Nuestra tecnología es más rápida y fácil de usar, por lo que agiliza el proceso y hace que la producción sea más asequible”, resume.
Según sus estimaciones, su método para crear vacunas reduce los costes un 95 % en comparación con los biorreactores y aumenta la productividad. “Creemos que con este método se puede diversificar y democratizar el sector, al menos en los aspectos productivos. Incluso se podría trasladar la tecnología a países en desarrollo que aun no se benefician de la producción de vacunas sofisticadas”, añade.
Del mismo modo, Escribano alerta sobre la falta de desarrollo de productos enfermedades huérfanas que afectan a un número reducido de personas y animales. “La clave está en enfocarnos en los productos contra enfermedades nicho para romper el círculo vicioso de las grandes empresas que solo desarrollan productos generalizados”, concluye. (Fuente: SINC)