El origen del virus responsable de la epidemia de fiebre amarilla que actualmente enfrenta Brasil –la más importante de los últimos 40 años– ha sido determinado ahora por científicos de dos instituciones brasileñas: el Instituto Adolfo Lutz (IAL) y la Universidad de São Paulo (USP).

 

Mediante un estudio molecular del virus de la fiebre amarilla hallado en monos muertos y en mosquitos, el grupo descubrió que el linaje causante de la actual epidemia tuvo su origen en el estado de Pará, en el norte del país, en 1980.

 

Desde ese territorio, el virus infectó a los monos y se propagó por toda la región amazónica, para llegar a Venezuela y Surinam. A partir del comienzo de la década de 2000, y siempre a través de la infección de monos, la enfermedad migró en dirección hacia las regiones centro-oeste y sudeste de Brasil, hasta llegar finalmente al estado de São Paulo en 2013. Las primeras muertes de humanos en São Paulo se registraron en 2016.

 

Los resultados de esta investigación, que contó con el apoyo de la FAPESP – Fundación de Apoyo a la Investigación Científica del Estado de São Paulo, salieron publicados en la revista Scientific Reports.

 

Este estudio estuvo encabezado por Mariana Sequetin Cunha, investigadora del Núcleo de Enfermedades de Transmisión Vectorial del IAL, y contó con la participación de científicos del Instituto de Medicina Tropical (IMT) de la USP, y de las universidades federales de Pará y de São Paulo. El proyecto también contó con el apoyo del Consejo Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico (CNPq) de Brasil.

 

Desde mediados de 2016, cuando empezó la más reciente epidemia de fiebre amarilla, se han confirmado 2.245 casos de la enfermedad, con 764 muertes, según datos del Ministerio de Salud nacional.

 

Hasta ese momento, en el año 2000 se había registrado la más alta cantidad de casos desde 1980, cuando el gobierno empezó a notificarlos. Aquel año, fueron 40 muertes asociadas con la epidemia.

 

También de acuerdo con el Ministerio de Salud de Brasil, entre 1980 y 2004 se confirmaron 662 casos de fiebre amarilla en el país, que resultaron en 339 defunciones. Es decir que, durante los últimos tres años, la enfermedad ya ha afectado a cuatro veces más personas y ha causado el doble de muertes.

 

Otra faceta del problema es la infección de los monos, que corre por cuenta de los mismos mosquitos que transmiten el virus a los humanos. Desde 2016, los sistemas de control epidemiológico de los estados del centro y del sur de Brasil –en donde se concentra la epidemia– recolectaron restos de más de 10 mil monos hallados en bosques y parques. Entre los animales afectados hay carayás (o monos aulladores), monos capuchinos robustos y diversas especies de titíes. Se detectó el virus de la fiebre amarilla en 3.403 de ellos, según se consignó en el boletín epidemiológico de fiebre amarilla del Ministerio de Salud.

 

“Se estima que más del 90% de los monos muertos corresponde a carayás. Esta especie es sumamente susceptible a la fiebre amarilla”, dijo Ester Sabino, directora del IMT-USP.

 

“Manadas de carayás con más de 80 especímenes fueron totalmente diezmadas”, dijo Sequetin Cunha, en referencia a lo ocurrido a finales de 2017, cuando carayás del Parque Huerto Forestal, en la zona norte de la ciudad de São Paulo, murieron a causa de la fiebre amarilla.

 

La fiebre amarilla es una enfermedad aguda causada por un virus transmitido a monos y humanos a través de las picaduras de mosquitos infectados. Una de las características de este cuadro es la ictericia, que provoca una coloración amarilla en la piel y en los ojos.

 

Durante el ciclo de transmisión silvestre de la fiebre amarilla, el virus circula entre los mosquitos de los géneros Haemagogus y Sabethes y los monos carayás, los monos capuchinos robustos y los titíes. En este ciclo, se considera que el hombre constituye un hospedador accidental, que se infecta al adentrarse en áreas de monte y frecuentar ambientes rurales.

 

En el ciclo de transmisión urbana, la interacción transcurre entre los mosquitos de la especie Aedes aegypti y el hombre, que en este caso constituye el huésped principal. La fiebre amarilla era endémica en las regiones sur y sudeste a comienzos del siglo XX. Merced a las campañas de vacunación, aliadas al combate contra los focos del Aedes, se erradicó la transmisión urbana.

 

Durante las dos últimas décadas, se detectaron transmisiones de fiebre amarilla a humanos más allá de los límites de la región amazónica, un área en donde la enfermedad aún es considerada endémica. Se registraron casos en humanos y en monos en los estados de Bahía, Goiás, Minas Gerais, São Paulo, Paraná y Rio Grande do Sul.

 

Pero a partir del final de 2016, la transmisión adquirió nuevas proporciones. La propagación del virus se extendió a la región del Bosque Atlántico, un bioma que alberga una gran diversidad de monos y en donde no se registraba el virus desde hacía décadas.

 

El trabajo de Sequetin Cunha consistió en investigar muestras de tejidos (generalmente de cerebros, hígados o bazos) extraídas de todos los monos muertos que se hallaron en el marco del sistema de monitoreo epidemiológico del estado y enviadas obligatoriamente a análisis. Entre julio de 2016 y marzo de 2017, se enviaron muestras de 430 monos muertos. La gran mayoría correspondía a carayás (género Alouatta), monos capuchinos robustos (género Sapajus) y titíes (género Callithrix), pero había también algunos guigós de frente negra (Callicebus nigrifrons) y tamarinos león dorado (Leontopithecus rosalia).

 

Sequetin Cunha y sus colegas investigaron cada uno de ellos en busca del virus de la fiebre amarilla. Los resultados del estudio ahora publicado son importantes para intentar entender los caminos bióticos que llevaron al patógeno a salir de la Amazonia y llegar al centro y al sur de Brasil.

 

“En este estudio se describe la evolución del virus en distintas especies de monos. Los titíes padecen una forma más leve de la enfermedad si se la compara con la de los carayás y la de los monos capuchinos robustos” dijo Sabino.

 

Pero no todos los monos muertos hallados por el sistema de vigilancia y enviados al Adolfo Lutz habían muerto de fiebre amarilla. “Algunos había muerto atropellados y otros por electrocución, por ejemplo. Pero a partir del momento en que un mono es encontrado muerto, sea por la circunstancia aparente que sea, el protocolo exige que se envíen muestras de tejido acá para su análisis”, dijo Sequetin Cunha.

 

La presencia del virus quedó descartada en la mayoría de los casos. Y aun en la minoría en que se confirmó la existencia del virus, no siempre fue posible afirmar que la muerte había sido ocasionada por la infección. Los monos capuchinos robustos exhiben una cierta susceptibilidad al virus y pueden –o no− morir de la enfermedad, mientras que a los titíes se los considera resistentes. En tanto, entre los carayás, la presencia del virus constituye prácticamente una sentencia de muerte.

 

A partir de los primeros casos de la epidemia, a mediados de 2016, en el norte del estado de São Paulo, el virus avanzó hasta llegar a la zona de Campinas, a mediados de 2017. “El virus no circulaba en Campinas desde comienzos del siglo XX”, dijo Sequetin Cunha.

 

Y se confirmó la existencia del primer mono infectado con el virus en el Adolfo Lutz en julio de 2016. Era un tití de la región de Ribeirão Preto. Como esta especie es resistente, no podría haber muerto de fiebre amarilla, pese a que se detectó el virus en sus tejidos.

 

“El animal entró en contacto con al patógeno al ser picado por un mosquito, pero terminó muriéndose por otras causas. Nuestra duda reside en saber si, pese a ser resistentes, los titíes no podrían estar haciendo las veces de reservorios naturales del virus”, dijo Sequetin Cunha.

 

Entre el material extraído de 430 monos –y analizado por Sequetin Cunha y sus colegas del IMT-USP– la presencia del virus de la fiebre amarilla se confirmó en 67 animales: 30 carayás, nueve monos capuchinos robustos, siete titíes y 21 animales de género no determinado.

 

“En esos 21 casos, el material no contenía la identificación del género de los monos, pero sospechamos que casi todos eran carayás, debido a la elevada concentración del virus que se detectó en los tejidos analizados”, dijo Sequetin Cunha.

 

Los investigadores aislaron el virus en cada una de las 67 muestras confirmadas, de manera tal de secuenciar sus genomas y compararlos con los genomas (disponibles en internet) de los virus de brotes anteriores de fiebre amarilla, ocurridos entre 1980 y 2015, en Brasil y en países vecinos.

 

Así fue posible llegar al origen del linaje responsable de la epidemia actual. Los resultados apuntaron hacia Venezuela y los estados brasileños de Roraima y Pará, lo cual coincide con estudios previos, que sugerían que la epidemia de 2016-2017 se propagó desde la región norte de Brasil a través de un largo ciclo silvestre continuo de mosquitos y monos, hasta llegar a la región sudeste del país.

 

Los resultados del estudio ayudaron a develar una trayectoria evolutiva de vastas proporciones tanto temporales como espaciales. En 1980, el virus de la fiebre amarilla era endémico en Pará. Desde allí, pasó a propagarse hacia otras regiones centrales de Brasil.

 

En el año 2000, llegó a los estados de Mato Grosso do Sul, Goiás y Minas Gerais, y siguió diseminándose. En 2004, había llegado a Venezuela, y en 2009, a la isla caribeña de Trinidad y Tobago. En 2010, estaba presente en Roraima, en el extremo norte de Brasil, al tiempo que una cepa era hallada en Rio Grande do Sul, en el extremo sur. El virus de la fiebre amarilla llegó a São Paulo en 2013.

 

Los análisis moleculares de Sequetin Cunha y sus colegas demostraron que, en el año 2017, el virus de la fiebre amarilla se encontraba totalmente diseminado por la mayoría de los estados brasileños y también estaba presente en Surinam.

 

En estos momentos, otros investigadores del Adolfo Lutz y del IMT están llevando adelante estudios análogos relativos a los monos muertos hallados por el sistema de vigilancia epidemiológica del estado de São Paulo durante la segunda oleada de la epidemia de fiebre amarilla (de julio de 2017 a junio de 2018) y durante la tercera oleada, que empezó en julio de 2018 y culminará con el final del período de las lluvias y la llegada del invierno, cuando cesa prácticamente la reproducción de los mosquitos.

 

Dependiendo del resultado de estos próximos estudios, será posible determinar si la actual epidemia en el estado de São Paulo está llegando a su fin o si, pese a la cobertura de la vacunación masiva de la población, el virus sigue propagándose entre las poblaciones de monos, lo cual puede resultar en nuevos brotes epidémicos. (Fuente: AGENCIA FAPESP)

Publisher: Lebanese Company for Information & Studies

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