Científicos de la Universidad de Cádiz, adscritos al Instituto de Investigación e Innovación en Ciencias Biomédicas (INIBICA), han colaborado de forma activa en la puesta en marcha de un innovador procedimiento conocido como Estimulación Cerebral Profunda (ECP), en el Hospital Universitario Puerta del Mar de Cádiz, de España todas estas entidades. El tratamiento está dirigido principalmente a pacientes con trastornos (neurológicos) del sistema nervioso que causan movimientos involuntarios y rítmicos como los que ocurren en personas que padecen enfermedades como la de Parkinson o el Temblor Esencial, y en los que los tratamientos habituales han dejado de ser efectivos.
La ECP, que está considerada una terapia invasiva pero altamente efectiva, consiste en introducir electrodos en las estructuras cerebrales dianas que se saben que son responsables o participan dentro de la sintomatología patológica del trastorno que se esté tratando. Es decir, en el caso del Parkinson, por ejemplo, la ECP consiste en implantar en el interior del cráneo, en el núcleo subtalámico, una serie de electrodos profundos que “reactiven” esta área – en este caso inhibiéndola- y así se consigue restablecer el circuito anómalo que es la base de los síntomas patológicos característicos propios que se observan en estos pacientes.
Esta técnica, que hasta la fecha solo se empleaba a nivel terapéutico en hospitales de referencia, ha comenzado a ser usada en el hospital gaditano en pacientes refractarios con Parkinson, pudiéndose ser aplicada en un futuro para otras patologías, como el Temblor Esencial, “ya que está comprobado que la ECP puede ayudar a pacientes con trastornos psiquiátricos como el trastorno obsesivo-compulsivo (TOC) o la Depresión Mayor”, para lo que se debe introducir el electrodo profundo en estructuras cerebrales diferentes. “Dependiendo de cada trastorno, y estos pueden ser muy diversos, se puede analizar si esta terapia es efectiva o no e introducir los electrodos en la región del cerebro que sea más conveniente”, como explica Javier González Rosa, uno de los investigadores responsables de la implementación de esta técnica en Cádiz.
Y es que, la llegada de este tratamiento al centro sanitario gaditano ha sido posible gracias a la investigación desarrollada durante años por el profesor Javier González Rosa, quien a través de un contrato Ramón y Cajal, trabaja desde el año 2017 en el departamento de Psicología de la Universidad de Cádiz, en la que ha constituido un equipo integrado por siete investigadores expertos en la materia y dedicados a la puesta en marcha de este proyecto. El doctor González Rosa y el grupo de investigación desarrollan su labor en las instalaciones que el INiBICA posee en el Hospital Universitario Puerta del Mar, lo que ha facilitado de forma clara la interrelación de estos científicos con los profesionales del área de Neurocirugía y Neurología del hospital.
Este tratamiento es muy selectivo, por lo que “se lleva a cabo una elección previa de los pacientes bastante estricta”. Las personas que pueden ser tratadas con esta técnica deben ser refractarios, es decir, pacientes que los mecanismos clásicos del tratamiento del Parkinson, por ejemplo, le ha funcionado durante años pero no en la actualidad. También es necesario un apoyo familiar importante y que no tengan otras patologías asociadas. Asimismo, se debe tener en cuenta que debido a la complejidad de la intervención, “se debe hacer un seguimiento previo y a posteriori de la persona que ha sido operada”. Hasta el momento, “hemos llevado a cabo dos operaciones de este tipo y ya estamos trabajando en la puesta en marcha de otras cuatro que serán realizadas en el próximo otoño. La idea es ir aumentando por año y de forma progresiva el número de intervenciones de este tipo”.
Más allá del tratamiento estándar que se le pueda dar a uno de estos pacientes, esta técnica está permitiendo a los investigadores comprender con mayor profundidad las bases, no sólo de las patologías en sí mismas, sino de la propia terapia. Así, estos expertos pretenden “ayudar a la compresión de los mecanismos de la propia terapia, pero sobre todo, determinar por qué algunos pacientes son buenos respondedores y otros no a la ECP”.
Para ello, una vez que se implantan los electrodos, durante algunos días, los pacientes mantienen dichos electrodos externalizados, “lo que nos permite registrar intracranealmente datos reales de la actividad cerebral de dichos núcleos. Normalmente, para acceder este tipo de datos, utilizamos técnicas no invasivas como el electroencefalograma o la resonancia magnéctica, sin embargo, los registros intracraneales son una de las pocas oportunidades que tenemos de estudiar qué ocurre dentro de determinadas zonas profundas del cerebro humano de forma directa”. Es más, “muy pocos laboratorios en el mundo pueden registrar datos a este nivel, algo que nos está permitiendo descubrir cómo funcionan estos núcleos o cómo son responsables de las patologías que originan estos trastornos, entre otras cosas”.
Una vez que los electrodos y el sistema de ECP son ya completamente internalizados y ajustados, el paciente se marcha a casa, y de forma continua “les llevamos a cabo un seguimiento sistemático. Les realizamos, cada cierto tiempo, pruebas cognitivas, psicológicas y electrofisiológicas con el objetivo de comprobar qué tipo de pacientes son buenos respondedores, cuáles son los mecanismo neuronales responsables y que subyacen a esto”.
Las Estimulación Cerebral Profunda es una técnica que se lleva realizando durante más 15 años a nivel mundial y “está considerada una terapia segura y efectiva. Es una terapia de primer nivel que se hace en casi todos los hospitales de referencia nacionales y a nivel mundial, que da buenos resultados en enfermedades como el Parkinson en más de un 80%. Esto, para aquellos pacientes a los que ya no le funciona la medicación, es bastante importante. La calidad de vida de estas personas mejora de forma importante, por lo que estos pacientes pasan de no poder hacer solos prácticamente nada de la vida diaria a poder lavarse los dientes por sí mismo, por ejemplo”. (Fuente: Universidad de Cádiz / Fundación Descubre)