L 7 de diciembre de 1995, la sonda Galileo, de la NASA se precipitó en la atmósfera de Júpiter a más de 170.000 kilómetros por hora y logró enviar 58 minutos de datos a la Tierra antes de quedar pulverizada por las inmensas presiones del interior del planeta.
En parte, las mediciones de la sonda en sus minutos finales de existencia cumplieron con las expectativas de los científicos, pero hubo también varias sorpresas. La mayor y más desconcertante de todas fue que la región en la que penetró Galileo estaba casi completamente seca, desde luego mucho más de lo que los investigadores habían anticipado. Las 79 lunas del planeta gigante están hechas, en su mayor parte, de hielo, por lo que se suponía que la atmósfera de Júpiter debía contener una considerable cantidad de agua. Pero la sonda no encontró ni rastro de ella.
Hoy, casi un cuarto de siglo más tarde, los expertos siguen debatiendo la cuestión, y se preguntan cuánta agua podría estar ocultándose en el interior de la espesa atmósfera joviana. Y ahora, según se desprende del trabajo de un equipo de investigadores entre los que se encuentra Máté Ádámkovics, astrofísico de la Universidad de Clemson, la pregunta ha podido ser finalmente respondida. Y la respuesta es… mucha. La investigación acaba de publicarse en The Astronomical Journal.
“Al formular y analizar datos obtenidos utilizando telescopios terrestres -afirma Ádámkovics- nuestro equipo ha detectado las firmas químicas del agua en las profundidades de la Gran Mancha Roja del planeta. Júpiter es un gigante de gas que contiene más del doble de la masa de todos los demás planetas combinados. Y aunque el 99 por ciento de su atmósfera está compuesta por hidrógeno y helio, incluso una pequeña fracción de agua en un planeta tan grande supondría mucha cantidad, muchas veces más agua de la que tenemos aquí en la Tierra”.
Durante sus observaciones, los investigadores centraron su atención en la Gran Mancha Roja de Júpiter, una descomunal tormenta dos veces mayor que la Tierra que lleva azotando el planeta desde hace más de 150 años. El equipo buscó agua allí utilizando los datos de radiación recogidos por dos instrumentos instalados en telescopios terrestres: iSHELL, en el Telescopio de Infrarrojos de la NASA; y el espectrógrafo de infrarrojo cercano del Telescopio Keck 2, ambos ubicados en la remota cumbre de Maunakea, en Hawái.
El equipo encontró evidencias de tres capas diferentes de nubes en la Gran Mancha Roja, la más profunda de ellas entre 5 y 7 bares. Un bar es una unidad métrica de presión que refleja la presión atmosférica media en la Tierra al nivel del mar. La altitud en Júpiter se mide en bares porque el planeta no tiene una superficie sólida parecida a la de la Tierra desde la cual medir la elevación. A unos 5-7 bares, o cerca de 160 kilómetros de profundidad, es donde los científicos creían que la temperatura alcanzaría el punto de congelación del agua. Y al parecer, la más profunda de las tres capas de nubes identificadas por los investigadores están, efectivamente, hechas de agua congelada.
“El hallazgo de agua en Júpiter utilizando nuestra técnica es importante por varias razones -explica Ádámkovics-. Nuestro estudio se centró en la mancha roja, pero futuros proyectos podrán estimar la cantidad de agua total que existe en el planeta. El agua, además, puede jugar un papel crítico en los patrones climáticos de Júpiter, así que esto ayudará a avanzar en nuestra comprensión de lo que hace que la atmósfera del planeta sea tan turbulenta. Y, finalmente, donde existe el potencial de agua líquida, la posibilidad de vida no puede descartarse por completo. Aunque parezca poco probable, la posibilidad de vida en Júpiter no está fuera del alcance de nuestra imaginación”.
La sonda Juno, de la NASA, que llegó a Júpiter en 2016 y orbitará a su alrededor hasta 2021, ha revelado ya muchos secretos sobre un mundo tan grande que estuvo a punto de convertirse en estrella. Y, por supuesto, Juno también busca agua con su propio espectrómetro de infrarrojos. Si las observaciones de Juno coinciden con las llevadas a cabo desde tierra, entonces la nueva técnica se podrá aplicar no solo a la Gran Mancha Roja, sino a todo Júpiter. Y, por qué no, también a Saturno, Urano y Neptuno, los otros tres planetas gaseosos de nuestro sistema solar.
Fuente: abc.es/ciencia