Los pingüinos crestados vienen sufriendo considerables mermas poblacionales atribuidas principalmente al cambio climático. En Malvinas, por ejemplo, desde la década de 1970 se perdió entre el 70 y el 80 por ciento de la población de Pingüinos Penacho Amarillo del Sur. De hecho, “esta especie está catalogada como vulnerable por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN, por sus siglas en inglés), y se declaró la importancia de su estudio y protección”, cuenta Andrea Raya Rey, investigadora independiente del CONICET en el Centro Austral de Investigaciones Científicas (CADIC, CONICET) de Argentina. No obstante, son estudiados por muy pocos equipos a nivel mundial, dentro de los cuales el CADIC tiene una gran relevancia.
Raya Rey y su dirigido, Nicolás Lois, becario del CONICET en el Instituto de Ecología, Genética y Evolución de Buenos Aires (IEGEBA, CONICET-UBA), participaron de una investigación publicada recientemente en la revista Scientific Reports. Se trata de una colaboración internacional para el estudio genético de los pingüinos crestados. “Los Eudyptes se distribuyen principalmente en islas subantárticas y este estudio incluye las especies Penacho Amarillo, Macaroni y Real”, describe Lois.
“Utilizamos análisis genéticos que no se asocian a ningún rasgo físico de los pingüinos. Es decir que cuando encontramos diferencias en la información genética sabemos que son cambios que sucedieron al azar y nos permiten estimar la magnitud de las diferencias entre las poblaciones. Estas diferencias pueden ser sutiles y nos interesa saber cuál es la escala a la que se observan, lo que resulta sumamente valioso principalmente en relación a la conservación de especies vulnerables”, explica Lois.
Hace tiempo se discute en la comunidad científica si dentro de los pingüinos Penacho Amarillo existen dos o tres especies. En este trabajo, los investigadores encontraron evidencias genéticas que apoyan que sea un complejo de tres especies. Sin embargo, no se encontró este tipo de diferenciación en las otras especies en estudio, los pingüinos Macaroni y Real. “Este hallazgo tiene grandes implicancias para la conservación de las especies. En este momento nos encontramos analizando en mayor detalle lo que sucede en las poblaciones del Océano Atlántico Sudoccidental, y los resultados hasta el momento refuerzan aún más esta separación.”, acota Raya Rey.
La segregación genética se produce luego de un transcurso prolongado de tiempo en el que diferentes colonias han estado sometidas a condiciones disímiles, sin tener contacto – o muy bajo – entre sí. Sin embargo estos pingüinos presentan una gran dispersión, son capaces de moverse grandes distancias, por lo que no sería esperable que se de este fenómeno. Lo que se observa en la naturaleza es que algunas especies presentan mayor diferenciación genética que otras, aún teniendo la capacidad de dispersarse entre poblaciones.
Una posible explicación puede encontrarse dentro de la propia investigación. Los frentes marinos aparecen como una fuerza limitante de la dispersión de especies que restringen el intercambio genético. Por ejemplo, existen especies que habitan al sur del Frente Polar Antártico y no las encontramos en el Frente Subtropical debido a las particularidades de cada masa de agua, especialmente en términos de temperatura, salinidad y, por ende, de los ecosistemas que se generan en cada una de ellas.
En el caso que individuos de una población cruzaran alguno de estos frentes y fundaran allí una colonia se verían sometidos a condiciones muy diferentes de las anteriores. De sobrevivir –gracias a la enorme plasticidad característica de estos pingüinos– y si no volvieran a cruzarse con individuos de sus colonias originales, podrían comenzar a diferenciarse hasta conformar una nueva especie. Esto está propuesto para otras especies de aves marinas pero aún no fue estudiado en el pingüino de penacho amarillo sino que es simplemente una hipótesis a analizar.
Tal como se comentó al comienzo de la nota, los Pingüinos Crestados han sido declarados en su mayoría como especies vulnerables y, en algunos casos, en peligro de extinción, ya que se registran disminuciones continuas en sus poblaciones, su éxito reproductivo y la supervivencia en los primeros años son muy bajos. Esto, sumado a los numerosos cambios que viene sufriendo el entorno en el que viven, hace aún más importante establecer mejores pautas para su conservación.
En este sentido, la publicación en cuestión es muy relevante. “La biodiversidad se plasma en tres niveles: ecosistémico, poblacional y genético. Los estudios en este último nivel -que es el menos conocido- resultan claves a la hora de plantear estrategias de conservación. En el caso del Penacho Amarillo, en particular, es fundamental determinar si es un complejo de dos o tres especies, ya que el número de individuos de cada uno de estos grupos se modifica, con grandes implicancias en el grado de vulnerabilidad, lo cual ameritará redefinir o al menos repensar el estado de conservación de cada una de ellas. Si tenemos un número x de individuos-mil, por ejemplo- dividido en dos especies, cada una tendría un promedio de 500 ejemplares; mientras que si se dividen en tres especies, el número de pingüinos que integran cada una, se reducirá considerablemente y aumentará el riesgo de que alguna desaparezca”, explica Raya Rey.
“Los pingüinos crestados son muy plásticos a la hora de adaptarse a diferentes condiciones ambientales y de abundancias de presas, lo que constituye una característica favorable en el marco de cambio global actual. Estamos tratando de determinar el nivel de plasticidad de estos individuos en las diferentes colonias. Estos resultados acoplados a los genéticos, nos permitirán entender cuáles son las poblaciones más susceptibles e importantes para su conservación a nivel regional. Las colaboraciones internacionales permiten que trabajos a escala local y regional tengan también un impacto en la conservación de las especies a nivel global”, concluye Lois. (Fuente: CONICET / DICYT)