Ya se sabía que la soledad se asocia con un peor estado de salud. Sin embargo, hasta la fecha son muy pocos los estudios que han tratado de identificar cómo varía a lo largo del tiempo la salud de personas que experimentan distintos patrones de soledad, específicamente, soledad transitoria y soledad crónica.
En España, un grupo de investigadores del CIBERSAM y del Departamento de Psiquiatría de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM), centro colaborador de la Organización Mundial de la Salud, se propusieron dos objetivos: analizar la existencia de distintos patrones de soledad y conocer si dichos patrones influían por igual en nuestro estado de salud.
“Un cuarto de los participantes informó experimentar sentimientos de soledad al comienzo del estudio. Tanto las personas que sufrieron una soledad transitoria como aquellas afectadas de soledad crónica presentaron, tres años después, un peor estado de salud en comparación con aquellas personas sin sentimientos de soledad”, asegura la Dra. Natalia Martín-María, autora principal del trabajo.
Los resultados, publicados en la revista Psychology and Health, están basados en 2.390 personas de todas las comunidades autónomas de España, entrevistadas en dos ocasiones con un intervalo de tres años.
A través de un cuestionario para medir soledad, los investigadores definieron dos patrones: crónica, si las personas presentaban sentimientos de soledad en ambos momentos del estudio; y transitoria, si solo informaron sentirse solas en uno de los dos momentos analizados. Además, respondieron a numerosas preguntas relacionadas con su salud, a la vez que llevaron a cabo diversas pruebas físicas y cognitivas que incluyeron fuerza de agarre, rapidez al caminar, memoria verbal inmediata y diferida, entre otras.
Los investigadores también observaron que las personas con soledad crónica tenían el peor estado de salud, tanto al comienzo del estudio como en el seguimiento. Los mismos resultados se obtienen incluso teniendo en cuenta la depresión, la cual se confunde con la soledad en numerosas ocasiones.
Estudios previos ya habían subrayado la existencia de una asociación entre soledad y salud. Lo que aporta nuestro estudio es la diferenciación de patrones de soledad, que bien podrían beneficiarse de distintas intervenciones terapéuticas.
“Las personas que experimentan una soledad transitoria, relacionada con eventos como la jubilación o la viudez, pueden mejorar gracias a la adaptación a sus nuevas circunstancias y al incremento de actividades lúdicas y sociales. Por su parte, los individuos que sufren una soledad crónica pueden necesitar herramientas procedentes de la terapia cognitiva para combatir la pérdida de control percibido causada por la soledad mantenida a lo largo de los años”, explica Martín-María.
A pesar de que los investigadores observaron que la soledad puede ser reversible en algunos casos, como ocurre con el patrón transitorio, se requieren más estudios que ayuden a distinguir las personas que experimentan una soledad temporal frente a la soledad crónica, para así diferenciar mejor a los individuos que necesitarían la ayuda de una intervención específica de aquellos que están experimentando un estado de soledad ocasional pero positivo.
“Se necesitan más medidas políticas y sociales para frenar la soledad, evitar su cronificación y paliar sus efectos dañinos sobre la salud”, concluye la investigadora. (Fuente: UAM)