Un estudio con población de más de 65 años mostró que la mortalidad es casi 63 veces mayor entre las mujeres con poca masa magra en las extremidades. Entre los varones, la misma aumentó 11,4 veces
El análisis de la composición corporal de las personas con más de 65 años –particularmente la masa muscular localizada en los brazos y en las piernas (apendicular)– puede constituir una estrategia eficaz para estimar la longevidad, según se demostró en el marco de un estudio realizado en la Facultad de Medicina de la Universidad de São Paulo (FM-USP), en Brasil.
Tras realizar un seguimiento de un grupo integrado por 839 ancianos en el transcurso de aproximadamente cuatro años, los investigadores observaron que el riesgo de mortalidad general durante dicho lapso de tiempo fue casi 63 veces mayor entre las mujeres con poca masa muscular apendicular. Entre los varones que desde la primera evaluación exhibían un bajo porcentaje de músculos en sus extremidades, la probabilidad de morir fue 11,4 veces más alta.
Los resultados de esta investigación, que contó con el apoyo de la FAPESP, se publicaron en el Journal of Bone and Mineral Research.
“Evaluamos la composición corporal de nuestra población, con énfasis en la masa muscular apendicular, la grasa subcutánea y la grasa visceral. Luego procuramos detectar cuáles de esos factores podrían predecir la mortalidad durante los años siguientes. La cantidad de masa magra en las extremidades superiores e inferiores fue lo que más cobró relieve en el análisis”, declaró Rosa Maria Rodrigues Pereira, docente de la Cátedra de Reumatología de la FM-USP y coordinadora de la investigación.

 

Se examinó a los voluntarios aplicando una técnica conocida con el nombre de densitometría por emisión de rayos X de doble energía (DXA, por sus siglas en inglés). El aparato para aplicarla se adquirió con la ayuda de la FAPESP en el marco de un proyecto anterior coordinado por Rodrigues Pereira, cuyo objetivo consistió en evaluar la prevalencia de osteoporosis y fracturas en ancianos residentes en el barrio Butantã, situado en la zona oeste del municipio de São Paulo. En ambos proyectos se estudió a la misma población de más de 65 años.
“Seleccionamos a los voluntarios con base en los datos del censo del IBGE [el Instituto Brasileño de Geografía y Estadística]. Se trata de una muestra representativa de la población de ancianos de Brasil”, dijo Rodrigues Pereira.
En el análisis final se incluyó a 323 (un 39%) varones y a 516 mujeres (un 61%). La frecuencia de escasa masa muscular en esa muestra se ubicó alrededor del 20% en ambos sexos.
A la pérdida generalizada y progresiva de masa muscular asociada al envejecimiento se la conoce con el nombre de sarcopenia. Datos de la Sociedad Brasileña de Geriatría y Gerontología indican que esta condición llega a afectar al 46% de los individuos con más de 80 años.
Fundamentalmente cuando aparece combinada con la osteoporosis, la sarcopenia puede aumentar la vulnerabilidad de los ancianos, dejándolos más propensos a padecer caídas, fracturas y otros traumatismos físicos. La relación entre la baja densidad mineral ósea en el fémur y la mortalidad quedó también demostrada en estudios realizados con esa comunidad y publicados en el año 2016.
El grupo coordinado por Rodrigues Pereira desarrolló una ecuación para determinar, con base en las características de la población estudiada, a cuáles individuos podría considerárselos como sarcopénicos.
“De acuerdo con los criterios más utilizados [ajuste de la masa muscular apendicular por la altura al cuadrado], son delgados la mayoría de los individuos identificados como sarcopénicos. Como la población que estudiamos exhibía un IMC [índice de masa corporal] promedio más elevado, ajustamos el cálculo de la masa muscular de acuerdo con la grasa corporal de los voluntarios. A los que exhibían un índice de masa muscular un 20% por debajo del promedio se los clasificó como sarcopénicos”, explicó Rodrigues Pereira.
Este tema fue abordado por los investigadores de la Cátedra de Reumatología de la FM-USP en artículos publicados en la revista Osteoporosis International en 2013 y en 2014.
Aparte del examen de densitometría, también se efectuaron análisis de sangre y se aplicaron cuestionarios para la evaluación de la dieta, del grado de actividad física, del consumo de tabaco y alcohol y la existencia de enfermedades crónicas tales como diabetes, hipertensión y dislipidemia.
Tras cuatro años de seguimiento, el 15,8% (132) de los voluntarios había muerto. De ellos, el 43,2% debido a problemas cardiovasculares. El índice de defunción entre los varones fue del 20%, en tanto que entre las mujeres fue del 13%.
“Realizamos entonces una serie de análisis estadísticos con el objetivo de entender en qué se diferenciaban los voluntarios que murieron con respecto a los que siguieron vivos. La pregunta del trabajo era esta: ¿con base en la composición corporal medida mediante densitometría es posible predecir si la persona morirá?”, dijo Rodrigues Pereira.
En general, los individuos que murieron eran mayores, practicaban menos actividad física y sufrían más diabetes y problemas cardiovasculares. Asimismo, en el caso de las mujeres, exhibían un IMC más bajo. En el caso de los varones, exhibían mayores probabilidades de sufrir caídas. Todas esas variables se le añadieron al modelo estadístico y se las ajustó para el resultado final, que indicaría qué factor de la composición corporal estaría asociado con el riesgo de muerte.
En el caso de las mujeres, al considerarse las variables de ajuste, solo el bajo índice de masa muscular se mostró significativo. En tanto, entre los varones, la grasa visceral también se erigió en un factor relevante. La probabilidad de morir se volvía dos veces mayor con cada aumento de seis centímetros cuadrados en la adiposidad abdominal. Curiosamente, un índice más alto de grasa subcutánea desempeñó un efecto protector en los varones estudiados.
“Observamos que en los varones influyeron negativamente también otros parámetros en la mortalidad, y disminuyó desde el punto de vista estadístico el peso de la masa muscular apendicular. Por otra parte, en las mujeres, la masa muscular cobró relieve en forma aislada; por ese motivo, desempeñó una mayor influencia”, dijo Rodrigues Pereira.
Según la investigadora, las alteraciones hormonales relacionadas con la menopausia también ayudan a explicar la diferencia entre los sexos. “Es posible la transición rápida y significativa de un ambiente estrogénico protector a un ambiente hipoestrogénico deletéreo –fundamentalmente en lo que atinente al sistema cardiovascular– haga que el papel metabólico protector de la musculatura esquelética, que comprende la producción de citocinas antiinflamatorias, cobre importancia en la posmenopausia. Esa alteración hormonal es mucho menos abrupta en los varones”, dijo.
La pérdida de masa muscular, que ocurre naturalmente después de los 40 años, puede pasar desapercibida debido al aumento de peso, también común después de esa edad. Se estima que después de los 50 años, se pierde entre el 1% y el 2% de la masa muscular anualmente. Entre los factores que pueden acelerar este fenómeno están el sedentarismo, una dieta pobre en proteínas, enfermedades crónicas y la hospitalización.
Amén de la importancia evidente para la postura, el equilibrio y el movimiento, la musculatura desempeña otras funciones esenciales al organismo. Ayuda a regular los niveles de glucosa en la sangre (consume energía durante la contracción), la temperatura corporal (el cuerpo tiembla cuando sentimos frío) y produce mensajeros hormonales como la mioquinasa, que promueven la comunicación con diferentes órganos e influencian sobre las respuestas inflamatorias.
La buena noticia es que la sarcopenia constituye un problema que puede evitarse e incluso revertirse con la práctica de ejercicios físicos, fundamentalmente con musculación. También se recomienda tener cuidado con la ingestión de proteínas. (Fuente: Agencia FAPESP / DICYT)

Publisher: Lebanese Company for Information & Studies

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